Sin nada

Sin nada

Hace unos días viví una de las situaciones más difíciles profesionalmente que me ha tocado, no lo esperaba, al menos no tal como sucedió.

Vivir en una casa de acogida porque tu situación te ha llevado a perderlo todo, ya es de por sí, difícil de asumir, aún cuando vienes de años privado de libertad y de dos meses esperando la deportación, todo ello no te hace recibir la oportunidad como tal de forma natural y mucho menos agradecerla.

Sí, esta es muy resumida la historia del protagonista que inspira mi reflexión de hace unos días y de aún hoy.

Fotografía: Ismael Suárez

Cuando has dejado todo: familia, país, tierra, historia, raíz… todo lo que te ha configurado para buscar un porvenir, y al llegar a destino lo que vives es muy complicado, y además lo vives sin «papeles» sin nada que te otorgue una identidad jurídica en ningún país, entonces lo que parece vivirse es en un túnel largo, tan largo que no te permite ver la salida, ni tan siquiera la luz, probablemente ni intuir que está ahí por mucho que te lo digan.

Así era la vida de este señor, de tal modo que sus llegadas a casa eran cada vez más conflictivas, por lo que llegó el día que había que decirle que no viniera.

Y fue en ese momento que nos brindó toda clase de ofensas, en especial, y sorprendentemente para mí, por inesperada e increíble, se escudó en el color de su piel para sentirse maltratado, ninguneado, … ofendido.

Sé que puede parecer extraño, pero me dolió que nos acusara de eso, cuando yo ni tan solo había percibido esa diferencia como tal, y así se lo expresé. «El hecho de que las normas se han de cumplir y no hacerlo en una casa tenga consecuencias es una de las razones que demuestra que no distinguimos por nada más que actitudes»

¿Cómo puede ser que alguien se considere tan distinto por el color de su piel aún hoy?

Me sorprendió y me hizo pensar en qué debemos hacer para que esto no siga sucediendo y no hablo de que debemos hacer unos u otros, sino todos, porque está claro que ya no es un problema de color, sino en este caso de autoestima, de considerarse igual en dignidad que el otro y esa es la misma sea cual sea el color de nuestra piel, nuestro origen o situación legal.

Sólo eliminando las barreras interiores podemos conseguir que vivamos libres de ellas también exteriormente y empecemos a convivir mirándonos a los ojos de verdad.

Esther BORREGO LINARES
Trabajadora social
Barcelona (España)
Julio de 2018

Publicaciones relacionadas

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *