Chequear las esperanzas

Chequear las esperanzas

Brújula de presente y forjadora de futuro

Al comentar con algunas buenas amigas el deseo de los redactores de RE de confeccionar un monográfico sobre la esperanza, contestaron con rapidez: “que la gente esté preparada para quedarse súbitamente sin esperanzas”. Nos confirmamos en abordar el tema.

Amanecer en el Lago de Tiberíades
Fotografía: Alberto Jiménez
Amanecer en el lago de Tiberíades

Muchos psicólogos aconsejan que detectemos los miedos que tenemos dentro de nosotros, realidad a menudo oculta pero que nos condiciona fuertemente. Hay miedos, ciertamente, prudentes que responden a peligros reales; estos miedos no nos hacen daño sino que nos protegen. Pero los miedos infundados nos agarrotan y nos impide hacer lo que debemos. Es sabido cuánto se puede manipular, a las personas y a las masas, cultivando en ellas determinados temores que les empujan a hacer o a omitir determinadas cosas. Dichos psicólogos hacen que nos preguntemos: ¿qué miedos tengo?, ¿qué cosas, situaciones, realidades, me producen miedo?, acaso ¿qué personas?

Algo similar ocurre con los anhelos, los deseos inconscientes, las esperanzas inadvertidas o acaso reprimidas. Todos los tenemos, de una u otra manera. Y también tienen una acusada influencia en nuestras actitudes y en nuestro actuar. Cuando una persona espera algo, se pone en marcha y se prepara para recibir ese algo. Todos sabemos cuánto se acicala un o una joven ante la llegada de una amiga o amigo del sexo contrario, por poner un ejemplo muy tópico. O cómo las familias preparan su casa con amor cuando saben que vendrán unos amigos a pasar unos días con ellos. Está claro que las esperanzas son fuente de energía y fuerza para el trabajo. Por el contrario, el desesperanzado tiende a ser inane.

Así las cosas, ¿qué espero de la vida?, ¿qué espero de mi familia?, ¿qué espero de mi carrera universitaria?, ¿qué de mi salud o de mis cualidades? … Vale la pena chequear nuestras esperanzas. Hacer conscientes aquellas que no lo son, enfocarlas bien, con gozoso realismo, es decir, no esperar más de lo debido ni menos tampoco, pues de ser así, mis actitudes y mis actuaciones serán desacertadas, con perjuicio para todos.

Podría alargarse la lista de modo casi interminable: ¿qué espero de un contrato de trabajo?, ¿qué una amistad naciente?, ¿y del ocio o de las vacaciones?

RE atendiendo a la importancia de siempre de este tema y a la enorme actualidad del mismo, ha elaborado el monográfico del número que tiene en sus manos. En él están también sus secciones habituales: caseidad, economía, actualidad, arte, medicina…, además de las reseñas de actividades sintónicas. Esperamos, en verdad, que les sirva y agrade su lectura

Publicado en RE 46

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