Defectos: virtudes vueltas locas

Defectos: virtudes vueltas locas

Es frecuente que nos quejemos de los demás a causa de lo que consideramos sus “defectos”. O incluso que nos sintamos incómodos con nosotros mismos, en el constante intento de armonizar nuestras capacidades y límites para lograr una convivencia grata y pacífica, para un trabajo fecundo, para una ciudadanía activa.

Quizá no nos hemos dado cuenta de que lo que calificamos como “defectos” muchas veces son virtudes que se han “vuelto locas”, que se desmesuran, que se exageran y dejan de ser virtudes para convertirse en obstáculos al desarrollo personal y para la convivencia.

Por ejemplo: la laboriosidad es una virtud, pero si la persona se vuelve incapaz de estar quieta porque siente que debe estar continuamente haciendo algo, termina desasosegada y suscitando desasosiego alrededor. O el orden, que es también es una gran virtud; pero si una persona se obsesiona por tener todo bien organizado y empieza a poner esa virtud por encima de todo lo demás, se convierte en una tiranía que intenta doblegar a todos para que se plieguen al orden establecido. O la generosidad: extraordinaria virtud la de dar y darse uno mismo. Únicamente que si se exagera y se vuelve incapaz de aceptar que otros nos den, la persona se convierte en un “dador universal” que no sabe recibir e infantiliza a los otros que quieren a su vez corresponder y dar lo que tienen.

Equilibrio y armonía
Es necesario armonizarnos, como las cuerdas de una guitarra

Así que para armonizarnos por dentro y por fuera es importante ir buscando el equilibrio, ejerciendo las virtudes en su grado adecuado en relación con las demás capacidades personales. Este progresivo y cotidiano afinar es como templar las cuerdas de la guitarra, que debe hacerse cada vez que se genera música con ellas. El trasiego diario, el esfuerzo de llevar a cabo la vida que hemos elegido, genera desarmonías más o menos leves entre nuestras capacidades; es normal que unas virtudes tomen la delantera y otras queden rezagadas. Esto hace necesario ir «templando» cada cuerda, modulando nuestras actitudes para no desequilibrarnos progresivamente de manera ya habitual.

Por eso en nuestro cotidiano encuentro silencioso con nosotros mismos, ese ámbito donde revisamos qué hemos hecho y por dónde deberíamos continuar, podemos preguntarnos qué virtudes estamos privilegiando y si hay que afinar, hacia arriba o hacia abajo, el sonido de cada cuerda, para no ser monótonos o cacofónicos, para dar un acorde variado, agradable y armónico para nosotros mismos y para los demás.

Leticia SOBERÓN M.
Psicóloga y doctora en comunicación
Madrid, Octubre 2018

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