La convivencia pluricultural es un reto para la madurez de los individuos
Aunque nos sorprenda, tenemos muchas actitudes infantiles. Primero pensamos en nosotros mismos y después en los demás; por eso las otras personas nos parecen intrusas. No es el método, esta actitud no responde a la verdad. Antes de nosotros ya existían el mundo, las naciones, los países, y ya había transcurrido mucha historia. Posteriormente, para que nosotros empezáramos a ser, se juntaron una mujer y un hombre —nuestros padres—, tuvieron que acoplarse, entenderse, conciliarse; y esto no es fácil, pues se ven hoy en día, por doquier, los fracasos de muchas de estas uniones.
El método que un adulto maduro pone en práctica para pensar es ver que cada uno ha nacido en medio de un grupo y que esto ha sido así debido a que este conjunto existe (si la unión de sus padres no se da, él no hubiera existido, como ya sabemos). Además, el grupo que existe está ubicado dentro de grupos de mayores dimensiones y muy variados, es decir, la civilización.
Frecuentemente, hemos actuado como si fuésemos «adanes» o «evas» que empiezan la Historia a partir de cero. Quizá nos enseñaron a actuar de esta manera; muchos protagonistas de aventuras y de cómics, por ejemplo, no tienen padres. Pero no es así: nacemos ya en una sociedad, con un pasado muy amplio y elaborado, y en la que conviven muchas culturas. Ésa es la condición humana. Los demás no limitan nuestra libertad, por el contrario, la potencian: por ejemplo, un sudamericano no podría hacer un viaje a África del Sur si no existiesen los surafricanos, las compañías aéreas, las agencias de viajes, la publicidad, las compañías petroleras, etc. Somos seres sociales y el desarrollo de la Humanidad consiste precisamente en la realización del entretejido armónico de relaciones afectivas, laborales, políticas, de convivencia, etc. Unos fabrican el pan, otros conducen autobuses, otros cuidan de la salud de todos, otros enseñan, y así funcionan la ciudad y el país.
Para afrontar la convivencia pluricultural en la que estamos inmersos, se debe madurar como persona. Y eso cuesta un esfuerzo. Crecer duele: se deben abandonar posturas cómodas, ya conocidas, y afrontar la inseguridad de lo que es nuevo y distinto. Éste es el reto de nuestra generación. Con realismo y esperanza, podemos salir adelante. Y con gozo.
Juan Miguel GONZÁLEZ-FERIA
Ex-Director del Colegio Mayor «El Salvador» de Salamanca
Publicado en RE 55