Conocido es el síndrome burnout, una afectación de desgaste profesional que comúnmente denominamos como “estar quemados”. Lleva a ello un exceso de estrés prolongado que deriva en agotamiento físico, mental o emocional. Aunque solemos asociar como consecuencias suyas, afectaciones sobre la autoestima o cuadros depresivos, otra de las que puede conllevar es la pérdida de sentido de responsabilidad.
Si se nos permite hacer un paralelismo algo libre, el actual manejo comunicativo de los temas corre el riesgo de quemarlos. Por temporadas, emergen cuestiones que van a ser objeto de una especie de encarnizamiento mediático. Parece que no pronunciarse sobre ellos, no colgar algo en redes sociales con el consabido comentario o hacer una nueva entrada en el blog, es como estar fuera de la realidad. El exceso de exposición comienza a ser un tema preocupante en muchas expresiones de la vida contemporánea…
La cosa es que, en la mayor parte de casos, tal como vino se va, pasó su turno… El exceso de referencias a él, agravado por un contenido deficitario, termina por “quemar” el tema, lo deja inservible, carboniza su interés produciendo un efecto exactamente contrario al deseado.
La premura en intervenir, la sucesión de los temas afectados y la falta de preparación hace que las aportaciones no sean ni fundamentadas ni ponderadas. Contrasta ello en un mundo como el nuestro, que ha hecho de la especialización una de sus señas características. En cambio, la facilidad de acceso a las nuevas rutas de la información ha permitido una vulgarización de la comunicación que, ahora ya pasado un cierto tiempo, muestra sus claroscuros.
No nos queda lejos el recuerdo de las expectativas que levantó la aparición de internet como espacio para difundir textos, noticias, aportaciones de índole diversa, sorteando el escollo de los medios de comunicación tradicionales y sus correspondientes tamices de acceso. La buena noticia de que quien tuviera algo que comunicar al mundo podría hacerlo sin pagar ciertos precios de connivencia con poderes establecidos, se ha visto empañada por el abuso indiscriminado. Cómo nos gusta un micrófono… aunque poco o nada tengamos que decir desde él.
Lo que tenía que ser una aportación a la diversidad de perspectivas y a facilitar tanto la difusión como el acceso a la información y la formación se ha ido viendo dificultado por un alud de materiales entre los que fatiga tener que navegar para dar con lo valioso. Saturados, corremos el riesgo de dar carpetazo a los temas hasta que regrese la efeméride o los recupere un suceso. Al igual que sucede con el burnout profesional, el sentido de la responsabilidad va quedando afectado. Y una vez quemado el tema, de algún modo también hemos quemado la responsabilidad con respecto a él.
Habrá que propiciar cortafuegos en las autopistas de la información para bien de todos…
Natàlia PLÁ
Marzo de 2019