Un modo de entender la paz es como la armonía de contrarios, como equilibrio entre positivo y negativo, entre el bien y el mal. Esta idea está especialmente presente en el pensamiento de Extremo Oriente. Tal ideal se puede aplicar en tres ámbitos, en el ámbito micro (el yo), en el ámbito meso (comunidades) y en el ámbito macro (mundo).
Si uno padece un exceso de pathos, no habrá paz en él, pero si es un individuo que tiene un exceso de “logos” tampoco habrá paz en su ser. Se requiere un equilibrio entre la vida exterior y la interior. Si un individuo tiene una hipertrofia de vida interior y no hay apenas en él vida exterior, no estará en paz consigo mismo, pero si sólo hay vida exterior y no hay vida interior, tampoco la habrá.
Esta reflexión también puede aplicarse en el ámbito meso, es decir en el ámbito de las comunidades, los cuerpos intermedios. Una comunidad, una institución en la que sólo haya pesimistas, no tirará adelante, tiene que haber pesimistas y optimistas, tiene que haber equilibrio entre ambos, porque el pesimista identifica los problemas y el optimista da el impulso hacia delante. No estará en paz, si hay un desequilibrio entre los contrarios.
Esta tesis también se aplica a nivel macro, a nivel planetario. Si en una parte del planeta hay mucho más de una cosa que de la otra, se generará un desequilibrio.
La paz puede concebirse también al estilo de san Agustín como la tranquilidad en el orden. Es la tranquilidad que emana del orden. Del orden emana una experiencia de tranquilidad, mientras que del desorden, surge la intranquilidad. Orden para los griegos es cosmos, es un sistema en el que todo funciona como debe funcionar. Cuando se percibe esto, se goza de la paz, mientras que cuando el cosmos se convierte en un caos, entonces viene la intranquilidad.
Siguiendo a la filosofía médica de Hipócrates, un cuerpo ordenado es un organismo que come lo que debe, bebe lo que debe, descansa lo que debe descansar. La consecuencia es una vida ordenada, tranquila. Para San Agustín, la paz es la tranquilidad interior que emana del orden, mientras que el conflicto es la carencia del orden. Si te duele algo es porque el cuerpo ha entrado en un proceso de desorden.
Para muchos teóricos, la paz es imposible en el mundo. Constituye un deseo que no se colmará nunca. Tanto san Agustín como Charles Darwin consideran que alcanzar la paz en el mundo es metafísicamente imposible. Consideran que el orden total es imposible, pues siempre hay algún tipo de interferencia, algún tipo de discontinuidad, en el cuerpo, en la familia, en el cuerpo social, precisamente porque la realidad es finita y, en tanto que finita, no es un orden total. Para san Agustín, la tranquilidad total es algo que está en la vida post mortem, en la vida eterna.
Para Charles Darwin la naturaleza es permanentemente una lucha de todos contra todos. Si partimos de una concepción antropológica en que el ser humano está en permanente lucha contra los otros y que las especies están en permanente lucha unas contra otras para alcanzar la supervivencia, ¿cómo se puede plantear la paz? ¿Cómo se puede siquiera atisbar?
Frente a la tesis darwiniana, es necesario mostrar también que la supervivencia sólo ha sido y es posible gracias a la solidaridad dentro de la especie tanto entre generaciones como dentro de una misma generación. La supervivencia de un niño recién nacido depende de la ayuda de otros, lo que significa que el cuidado es fundamental para que ese niño llegue a ser lo que está llamado a ser. Y el cuidado es una expresión de solidaridad.
La paz, finalmente, puede también concebirse como la aceptación del propio ser y del propio origen. Cada cual tiene su origen y uno debe aspirar a estar reconciliado con su origen para estar en paz consigo mismo. Vivir en paz es aceptarse uno a sí mismo y reconciliarse con la propia genealogía, por difícil, extraña o penosa que sea.
Francesc TORRALBA ROSELLÓ
Catedrático de Ética Universitat Ramon Llull
Barcelona
Marzo de 2019