Valorar el cuerpo, un gran reto. La música, una gran aliada
El cuerpo es un mecanismo prodigioso, un vehículo muy valioso que nos permite conocer, reconocer, crear, experimentar, entender, soñar, gozar…
No importa su forma. Sea voluminoso, estilizado, proporcionado, completo o incompleto. Es.
Educada con los principios cristianos, oí que el cuerpo es el templo del Espíritu Santo.
El cuerpo, sea agraciado o no, nos sirve para entrar en la consciencia de alma y, desde esta, brillar con todas aquellas cualidades que tenemos sin necesidad de modificarlas por ser auténticas. Es por eso que querría sugerir buscar su aceptación para vivir con ilusión, con harmonía, con alegría y conectar con las cualidades originarias que tenemos por el hecho de ser humanos: Paz, Amor, Alegría, Fuerza, Sabiduría, Libertad; todas ellas creadoras de bienestar. Podemos experimentarlas a través de la Música, el arte más sutil, creado con el sonido.
La Música, al margen de la influencia que ejerce a nivel físico, nos posibilita sentir bienestar mental y emocional. Sirve para desarrollar la atención, la concentración, la memoria, la creatividad, la motivación, el compromiso, la solidaridad, el respeto; puede reducir la agresividad y elevar el nivel mental. Favorece la conexión espiritual.
Puedo dar testimonio personal que mi estado emocional cambia en función de mi actitud; si me conecto con el cuerpo, percibo más el dolor que si me alejo. No es lo mismo tener el cuerpo activado que relajado; la música me ayuda a relajarlo. Mi consciencia se eleva. Me siento eterna, ligera, humilde, fuerte, alegre, pacífica y amorosa. La exigencia del cuerpo, por el contrario, nos hace exigentes, a menudo nos perturba, nos confunde, nos debilita, nos aleja del verdadero Amor.
Hay que amar al cuerpo, acariciarlo, cuidarlo, defenderlo, protegerlo, ejercitarlo, nutrirlo, pero sin idolatrarlo ni menospreciarlo.
Alfredo Rubio decía que podríamos no haber existido, pero existimos. El tenor Miguel Ángel Ruiz compara la vida con el baile. Siempre hay alguien que se enfada cuando el ritmo cambia, pero la vida cambia constantemente y podemos gozarla, siendo testimonios de los cambios.
La naturaleza es un libro abierto con el cual aprendemos a ser creadores.
Según Osho, filósofo hindú, para ser creativo hay que estar enamorado de la vida. Sólo puedes serlo si amas la vida suficientemente para querer valorar la belleza, haciendo más música, más poesía, más danza.
Podemos percibir la belleza a través de la corporeidad. Pelearse con las formas del cuerpo no nos dignifica y nos mortifica; agradezcamos el privilegio de vivir en un cuerpo.
Comunicamos la llegada a esta vida con un primer grito y este nos mantiene unidos a ella hasta que el silencio absoluto nos aleja de ella.
La Música, el arte de los sonidos, nos puede ayudar mucho a equilibrar el cuerpo; parece que el cuerpo actúa como un facilitador de las operaciones asociadas con las operaciones superiores del cerebro.
Creo que está al alcance de todos y todos lo podemos confirmar cuando ciertas melodías pueden alterarnos el estado de ánimo y hacernos pasar de la calma a la euforia, de la tristeza a la alegría, del tedio a la acción. Hay tantas músicas como ocasiones.
Muchos terapeutas del sonido opinan sobre el poder del canto de los harmónicos para encontrar placer y plenitud. Pensemos que el sonido de una nota está formado por diferentes harmónicos, pero, a su vez, los harmónicos son un sonido concreto; las partes son individualidades con personalidad propia y forman ‘uno’ cuando suenan juntas, la nota de la que forman parte. Se puede entender así, poder encontrar plenitud en la Unidad.
El cerebro es el principal causante de las enfermedades del organismo y, por eso, buscar la harmonía a través de la harmonía de la música puede ser la solución.
Robert Zatorre, neurólogo del Instituto Neurológico de Montreal, explica que la neurociencia ha empezado a reconocer que la música nos puede enseñar el funcionamiento cerebral. Parece que, además de crear música, el cerebro puede verse modificado por él.
Si modificamos nuestro cerebro buscando equilibrio –el gregoriano y la música de Mozart ayudan– la percepción del cuerpo será más auténtica y podremos aceptarlo sin repudiarlo, maltratarlo o idolatrarlo; sí, por contra, podremos quererlo. Él es el templo del Espíritu.
Herminia CARBÓ
Pedagoga musical y pianista
Barcelona (España)
Agosto de 2019