“Todo hombre es cuerpo” Paracelso
Clara se plantó una vez más delante del espejo. Prácticamente desnuda, como si no se hubiera visto nunca. Observaba su cuerpo cambiante con pudor y pena, con curiosidad y rabia, con admiración y sorpresa. Desde hacía meses estaba inquieta y nerviosa emocionalmente. Un malestar interior le empujaba a explotar sin más, sin una razón concreta. Y, por otro lado, su cuerpo estaba cambiando externamente, ya no tenía aquel cuerpo de niña de hacía unos meses. Su joven cuerpo de 15 años, casi sin darse cuenta, se estaba transformando y se había convertido en un desconocido…
Nil aún no fijaba la vista, tan solo hacía un mes que había nacido. Ya no se encontraba protegido y seguro dentro del útero materno, todo era nuevo y por descubrir. Lo que le rodeaba y su propio cuerpo. Dos manos, dos piernas, dos ojos, una boca… De momento se dedicaba a dormir y comer, y a descubrir su propio cuerpo, menudo, pequeño y frágil, totalmente dependiente de sus padres y de los estímulos externos. Con movimientos incontrolados, Nil se exploraba y exploraba su desconocido entorno.
Rosa rozaba los ochenta. Su vida no había sido especialmente fácil pero siempre se había sabido desenvolver. Ahora, en el crepúsculo de su vida, casi no se reconocía. Canosa, con la piel arrugada y artrosis, había días que no se reconocía a ella misma. Las piernas le fallaban y a sus manos doloridas que no le permitían hacer casi nada; se le podían contar todas las venas, los huesos medio deformados, las articulaciones atrofiadas, la piel reseca… ¡unas manos que tanto habían acariciado! Que ahora le mostraban un cuerpo que se estaba transformando una vez más, totalmente hacia lo desconocido…
Y, aun teniendo experiencias diferentes, los tres personajes comparten la conexión con el mundo y con los demás a partir de un cuerpo que es común en cuanto a origen, pero que no han podido escoger nunca. Un cuerpo que con el tiempo acaba reflejando cuál ha sido su existencia, sometida a vivencias y modelos sociales. Las diferentes tendencias culturales, en función de las propias inseguridades o seguridades, percepciones o intereses, pueden llevar a la modificación voluntaria de este cuerpo, para encajarlo en las pautas autogeneradas y/o impuestas por una sociedad que lo banaliza o lo exalta convirtiéndolo en pura imagen. Una imagen y uso mayormente vacío y simple, pero que a menudo acaba imponiéndose a nuestra propia visión. ¿Hasta dónde nos puede condicionar nuestro cuerpo, que no hemos podido elegir en el origen? ¿Hasta dónde es lícito modificarlo para conseguir el canon vigente? ¿Hasta dónde el ser humano, en su necesidad de ser aceptado y feliz, es capaz de sacrificar su cuerpo deconstruyéndolo?
Si somos capaces de aceptar nuestra imagen corporal, y su transformación en el tiempo, sea cual sea, dado que nos representa, seremos seres con personalidad propia, seguros de nosotros mismos, sin complejos y felices.
Anna-Bel CARBONELL RÍOS
Educadora
Publicado originalmente en RE catalán núm. 98