Los frutos de la pandemia

Los frutos de la pandemia

No cabe duda de que la pandemia ha sido, y es, un mal para la humanidad: millones de infectados, centenares de miles de muertos, familias rotas, países que han visto incrementar sus crisis internas, unas consecuencias económicas que se prevén trágicas…

Se han soportado restricciones de circulación, cancelación de actividades económicas, comerciales, culturales… Se ha visto afectada la vida personal y social. No obstante, desde el realismo existencial, afloran también los aspectos positivos que toda crisis comporta.

La oportunidad de pasar un tiempo de calidad 
Fotografía de ¡Stock

En primer lugar, a nivel personal. Para muchos, el confinamiento ha sido una ocasión de interiorización y reflexión.

Nunca hasta ahora habíamos tenido tantas ocasiones de estar en soledad y silencio, escuchando nuestro propio cuerpo y reflexionando sobre los momentos que estábamos viviendo. El Covid-19 ha provocado que muchos replanteasen su modo de vivir. De ir arrastrando tediosamente la propia existencia, han pasado a gustar de la sorpresa cotidiana de existir.

En segundo lugar, a nivel familiar: cónyuges que han podido, por fin, dialogar largamente; padres e hijos que han tenido la ocasión de jugar juntos tal vez después de años de no hacerlo. También muchos han empezado a valorar el tesoro de los abuelos, tíos y personas ancianas, para las cuales el confinamiento ha sido muchas veces tremendamente duro. Muchos han descubierto también la bondad del paseo cotidiano solos o acompañados.

En tercer lugar, a nivel social: hemos aprendido o desarrollado el teletrabajo. Es cierto que este no es la panacea y que el contacto presencial es a menudo insustituible, pero el teletrabajo tiene también buenas contraprestaciones, como el hecho de acortar y dinamizar las reuniones, muchas veces reiterativas y /o poco efectivas.

En cuarto y último lugar, pero no menos importante, nuestra relación con la naturaleza ha tenido necesariamente que cambiar. Hemos sido testigos de como la naturaleza pugnaba por enseñorearse de lo que paulatinamente le habíamos ido arrebatando, nos hemos vuelto más sensibles a la sostenibilidad, al reciclaje, al consumo responsable. Nos estamos interesando por una ecología verdaderamente científica.

En nuestro planeta tarde o temprano tenía que aparecer un coronavirus y nadie puede predecir cómo este evolucionará: no está en nuestra mano. Pero sí que lo está que aprendamos a diseñar bien nuestra vida y ayudar a nuestros seres queridos —y en la medida de lo posible a nuestro entorno social— a hacerlo.

Jaume AYMAR RAGOLTA
Equipo editorial
Agosto 2020

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