Los recorridos vitales de las personas son intransferibles. A lo largo de la vida hay que afrontar inevitablemente muchos acontecimientos que tienen que ver con pérdidas, circunstancias adversas, contrariedades… que ponen a prueba los recursos internos de cada persona.
Quiero diferenciar primero -como persona que me dedico a la atención psicológica- que una cosa son las problemáticas que vienen solas en relación con el mismo hecho de vivir. Y la otra son las derivadas de un enfoque desequilibrado de la existencia, que podrían evitarse a pesar de formar parte de un plus añadido innecesario que tiende a la repetición, y que son posibles de solucionar modificando el tipo de percepción de la realidad y la posición en relación con la interacción con los demás y con el entorno.
Con relación a las circunstancias adversas frecuentes que casi todo el mundo sufre en algunas etapas de su vida, también las podemos denominar etapas de crisis. Generalmente conllevan pérdidas como: la muerte de seres queridos, rotura de relaciones sentimentales, pérdida del puesto de trabajo o dificultades para encontrar uno, determinadas enfermedades propias o de personas cercanas afectivamente… o contrariedades o dificultades inesperadas que pueden surgir. Todo ello pone a prueba inevitablemente los recursos internos, que son una especie de caja de herramientas que permiten seguir apostando por la confianza del sentido de la propia existencia.
Atravesar las crisis que conllevan sufrimiento no tendría ningún sentido si no fuera para adquirir más fortaleza interna y más sabiduría. Este es un principio esencial a tener en cuenta a la hora de no permitir caer en una pendiente cronificada de malestar emocional. Es lo que llamo el proceso de la alquimia emocional. No se trata de admitir el sufrir por sufrir, sino sentir el dolor inevitable para poder dar posteriormente paso a la transformación y evolución personal.
Con cierta frecuencia escucho la preocupación de los pacientes que tienen la sensación de no conducir su vida sino de ser conducidos por otros. A menudo esta vivencia es una consecuencia de una actitud de adaptación y de dificultades para poner límites. Esto, a su vez, produce más un vivir como espectadores que no como actores y actrices de la gran obra del hecho de existir.
¿Qué debemos tener en la caja de las herramientas?
Aceptar que habrá que atravesar necesariamente duelos y caminos de oscuridad llenos de tristeza, rabia, frustraciones, decepciones… con el tiempo subjetivo necesario para cada uno. Esto pide elaborar progresivamente estos sentimientos en que posteriormente se dará paso a una reconstrucción perceptiva simbólica y se podrá seguir escribiendo la novela personal de cada uno, que tal como decía Freud en definitiva es historia. No se puede pasar directamente de la pérdida o de una vivencia traumática al falso positivismo inmediato, tan nombrado en la actualidad, que puede llegar a hacernos sentir culpables porque a muchas personas se les hace responsables absolutamente de todo lo que viven, cuando sabemos que hay también circunstancias externas que condicionan los estados de ánimo.
Es necesario entender que hay un camino intermedio que se tendrá que recorrer a sabiendas que el túnel que habrá de atravesar puede ser oscuro y duro. Pero, si se ha hecho un recorrido con la linterna de la reflexión para entender el sentido de la propia vida como objetivo constante, al final nos puede esperar la claridad, el triunfo de la existencia como actitud creativa básica no destructiva y ganar la fortaleza interna que es la única inversión que nunca nos defraudará.
Hay que ser conscientes de que las influencias que recibimos van desde la infancia-adolescencia vivida con unas relaciones determinadas con las figuras parentales, hasta el entorno social y el contexto sociohistórico que nos ha tocado vivir. Por ejemplo, en la actualidad hay factores que inciden en la vida de las personas y que producen estados de confusión o sensaciones de desamparo: caída de valores, referentes inestables, dificultades en el trabajo, en el hogar, en los vínculos… Negarlo sería una falacia, pero también es cierto que las personas disponen de un margen de maniobra a varios niveles para tratar de modificar positivamente la realidad social que las rodea y mejorar, incidiendo y aportando sus granos de arena, por ejemplo, participar en asociaciones, movimientos políticos, colectivos humanitarios, etc. desde su posición activa individual en diversas áreas. Es importante en la época actual configurar y sostener unos criterios éticos personales que, aunque pueda parecer que van contra corriente de ciertas modas o tendencias, aporten estabilidad y firmeza en nuestras actitudes, sin que ello sea incompatible con una disposición abierta a seguir aprendiendo, mejorando y evolucionando.
La confianza en un apoyo profesional es una forma sana de enfrentarse a determinadas crisis. Las consultas preventivas a psicoterapeutas de solvencia pueden evitar mucho desgaste posterior antes de que se pueda cronificar el malestar emocional. Cada persona es diferente y también cada circunstancia, así que habrá que valorar las posibilidades individuales para remontar las etapas críticas, con o sin acompañamiento profesional especializado y acreditado.
Cada pérdida remite a las vividas anteriormente. Es frecuente en una sociedad que prioriza como valores supremos el éxito rápido y la eficacia-productividad a costa de lo que sea, el consumo por delante del respeto al valor de la persona, la sexualidad desvinculada de la afectividad, etc. Entonces la tendencia es tapar inmediatamente las angustias y la ansiedad con fármacos como los ansiolíticos y antidepresivos para aplacar malestares y emociones que buscan en el fondo ser traducidas en palabras en el marco de un espacio de respeto y escucha sin prejuicios previos. Estas condiciones las puede aportar un contexto psicoterapéutico o psicosocial adecuado a las necesidades de cada individuo. Por otra parte, la tristeza se confunde con la depresión y no es lo mismo. No se puede acceder a la auténtica alegría si se ha puesto un tapón a la tristeza cuando es producto de determinadas vivencias. Por ejemplo, una mujer con una cierta edad me planteaba si valía la pena luchar por conseguir una vida mejor, ya que, desde que era pequeña, siempre había sido exigida por los demás sin poder vivir normalmente su infancia y juventud, abocada a una madurez precoz. Más tarde, con un matrimonio tóxico, se reprodujeron estos esquemas. El agotamiento le pasó factura al cuerpo con una serie de enfermedades de origen psicosomático. El hablar de este recorrido vital nos llevó a considerar seriamente desde la ética existencial, que nunca era tarde para encontrarse y cuidarse en el pleno sentido de la palabra.
Cuando las personas ponen palabras a lo que sienten y lo hacen de manera más consciente, los síntomas que producen malestar disminuyen. Hay períodos o situaciones de la vida de una persona en que quizá sea necesaria la prescripción médica de unos fármacos determinados, pero hay que estar alerta con la dependencia que pueden generar o con creer que pueden -por aplacar sintomatología- ser sustitutivos de un trabajo psicológico que puede ser indispensable para ganar calidad de vida.
No hay fórmulas mágicas ni rápidas para superar las crisis vitales de tipo reactivo, producidas por circunstancias externas o bien por procesos totalmente subjetivos, pero habrá que tener en consideración lo siguiente:
- – Admitir los sentimientos que van apareciendo y hacerlos conscientes.
- – Dar tiempo para la elaboración (las heridas abiertas no cicatrizan de un día para otro) habrá que seguir adelante con cicatrices, ya que cada persona tiene su tiempo interno, que no siempre va en paralelo al tiempo de calendario o a criterios estándar.
- – Tomar perspectiva de las situaciones.
- – Aprender de las crisis para ganar autoestima, fortaleza interna y sabiduría (hacer un aprendizaje de lo vivido).
- – Dar sentido y valor a la propia existencia, sean cuales sean las dificultades que se han encontrado por el camino desde el nacimiento.
- – Invertir en el propio potencial interno, ya que el exterior siempre puede ser mutable.
- – Buscar ayuda profesional si es necesario antes de que se cronifique el malestar.
- – Nunca es tarde para ganar calidad de vida. Durante la vida puede haber lágrimas, pero el objetivo no es venir a llorar sino a evolucionar.
Gemma CÁNOVAS SAU
Psicóloga clínica y psicoterapeuta
Publicado originalmente en RE catalán núm. 88