La vida es un largo camino, cada día se da un paso

La vida es un largo camino, cada día se da un paso

Fernando, un caso real

«Él ha conseguido instalarse vitalmente
en la creación y la alegría de vivir.»

Hacía tiempo que no nos encontrábamos y quedamos a la salida del metro. Íbamos abrigados, ya se notaba el invierno y los días eran cortos y oscuros. Sólo vernos me dice: «Qué trabajo es cada día estar bien. Ser feliz es un trabajo intenso»; reímos, pero lo entendí a continuación y nos pusimos a hablar del sentido de la vida y del ejercicio cotidiano de fortalecerlo, especialmente viviendo situaciones muy repetitivas y con pocos estímulos. Si bien nos reconocíamos afortunados, no dejábamos de ser realistas con lo que la economía, las leyes de mercado, las noticias, el estallido de la pobreza con indigencia en la calle y otros elementos cotidianos, bombardean el deseo, la alegría y el sentido de vivir. Más aún, cuando tenemos conciencia del valor «felicidad».

El vacío es aquello que no contiene lo que está destinado a contener. Se define a partir de la ausencia. Una caja vacía tiene… nada. El vacío existencial, dramáticamente, muestra la falta de sentido, pero también es la gran oportunidad de proyectar la novedad que queremos. El vacío, si lo enfrentamos, tiene una gran fuerza creativa y cada día está más lleno de ejemplos de personas y grupos de personas, que después de tocar fondo han regenerado vida y han dado maravillosos frutos. Han enfrentado el vacío y han activado la fuerza creativa.

El estudio de la física cuántica nos da pistas muy valiosas para no tener miedo al vacío y entenderlo como el principio de la vida. Ciertamente, antes de que hubiera algo, había nada. ¿Qué hace que comience algo? Brian Swimme dice: «Las partículas elementales emergen del vacío. Este es el sencillo e impresionante descubrimiento. En la base del universo hierve la creatividad, abismo que lo nutre todo.»

Cuando Fernando Harms con cincuenta y dos años salió de la filarmónica de Santiago de Chile, después de haber sido treinta años solista, no sabía por dónde empezar a vivir de nuevo y vendió su flauta; estaba tan decepcionado que pensaba nunca más tocar. Un día, después de dar varios tumbos existenciales y sin flauta, su gran compañera y herramienta de trabajo, se preguntó si construirse su instrumento era factible. Veinte años de investigación, descubrimientos sobre la mecánica, las matemáticas, los metales, el sonido… han hecho posible la construcción de cabezales y flautas de plata, cobre y madera, que tienen técnicamente un sonido concentrado, dulce, con gran armonía y plasticidad, pero sobre todo él ha conseguido instalarse vitalmente en la creación y la alegría de vivir. Es uno de miles y miles de casos de supervivencia postmoderna.

Elisabet JUANOLA SORIA
Periodista
Publicado originalmente en RE catalán núm. 99

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