Todo ser humano necesita comunicarse con los demás para sobrevivir y para tener calidad de vida, incluso ahora, en la sociedad más visual de la historia humana. El confinamiento nos ha empujado a usar tecnologías digitales que antes ni siquiera hubiéramos imaginado, con tal de poder intercambiar vivencias, pensamientos, historias, con personas más o menos cercanas.
Pues bien, ha nacido una red social para conversar en audio sobre temas diversos.
ClubHouse es esa red social. ¡Cómo si no hubiera ya suficientes, hasta demasiadas! Pero ClubHouse no está centrada en imágenes o vídeos, y por lo tanto es ajena a la primacía de la imagen y el dominio de los ojos. Es un espacio auditivo, donde se dan miles de conversaciones. Aún se entra por invitación, y las personas abren espacios para hablar, cantar, escucharse mutuamente. Sin la primacía de la cámara. ¿Adiós cultura de la imagen, hola cultura oral? Seguramente convivirán las dos, como lo hacen desde el inicio de los tiempos. Pero ClubHouse es un punto a favor del oído, la voz, los silencios.
¿Cómo funciona?
Alguien debe invitarte. Una vez dentro y creado tu perfil –te piden que pongas tu nombre auténtico- puedes acceder a salas en los idiomas que decidas, sobre temas de tu interés que has definido al inicio. Te encuentras opciones de salas separadas, donde personas más o menos expertas están intercambiando impresiones sobre un tema específico. Tú puedes entrar en cualquiera de ellas y sólo escuchar, o aportar también.
Hay una “etiqueta” bastante clara: se entra sin ruido y puedes salir sin ruido; hay que pedir la palabra y los moderadores de la conversación te suben a “speaker” para que puedas participar. Se van sucediendo los distintos puntos de vista, y las personas se siguen unas a otras cuando descubren valores comunes o puntos de interés. Los moderadores pueden silenciar a alguien si genera ruido o agrede.
Conversaciones más o menos informales, con una gran naturalidad, con personajes de mucho interés, que exploran esos espacios para intercambiar y aportar de manera sorprendentemente espontánea.
Creo que esta iniciativa atrae porque rescata ese elemento tan fundamental de la vida humana que es el rato de conversación sosegada. ¡Ya que no podemos reunirnos, al menos escuchémonos! Con orden, y aunque seamos desconocidos. Los moderadores suelen animar a los participantes a tomar la palabra, y de momento no he visto a nadie que monopolice gravemente las conversaciones. Quizá incluso sirva como pedagogía de la conversación civilizada, que tanta falta nos hace…
¿Hacia dónde evolucionará? ¿Será un trampolín para los más osados, que congregarán a millones de seguidores? ¿Se convertirá en una palestra para escuchar a políticos o personalidades en boga? ¿Se convertirá como Instagram en un escaparate comercial de largo alcance? Es difícil saberlo. Esta red se encuentra en sus albores, y es de prever que va a tener una gran expansión; ¡la voz es un extraordinario medio de comunicación!, que además está al alcance de todos.
Prometedora: porque rescata la cultura oral, es espontánea y nos permite ampliar nuestro círculo de diálogo hacia personas que pueden estar en cualquier lugar del mundo. Escuchar otras voces nos hace sentir que no estamos solos. Podemos aprender cosas nuevas, abrirnos a temas desconocidos, comentar nuestras aficiones, y quién sabe si establecer relaciones duraderas con personas afines…
Riesgosa: porque puede ser adictiva, como todas las redes sociales, robarnos el silencio, y si sólo buscamos confirmarnos en nuestras convicciones, encerrarnos en círculos auto-referenciales. También puede suceder que nos alejemos de los cercanos y nos volquemos en los lejanos, en un desbalance del tiempo de nuestro día.
En todo caso se confirma la importancia de la comunicación para los seres humanos, siempre “peregrinos de amistad”, y curiosos sobre nuestro entorno, en búsqueda de esa cercanía de otros con quienes compartir escucha y compañía.
Leticia SOBERÓN MAINERO
Psicóloga y doctora en comunicación
Madrid, febrero 2021