No seamos haters

No seamos haters

«No juzguéis». Esta frase, atribuida a Jesús de Nazaret, tiene una validez que va mucho más allá de los entornos cristianos e incluso de los entornos creyentes. Se entiende «juzgar» como expresar afirmaciones descalificatorias, condenatorias sobre otras personas, convirtiéndonos en jueces sobre su culpabilidad.

La invitación a «no juzgar» es simplemente realista: nadie tiene nunca los datos suficientes sobre los motivos y la conciencia de otro ser humano. Nadie sabe todo sobre otro; y aunque lo supiera, no podría valorar todos los elementos de su conducta. No somos Dios.

¿Por qué viene esto ahora a colación?

Porque en la cultura de las redes sociales, se ha expandido y agravado algo que los seres humanos suelen hacer desde hace milenios: convertirse en jueces de los demás. La viralización de las frases negativas, difamatorias o de las calumnias sobre personas conocidas o desconocidas, causa daños a veces irreversibles sobre los demás; no se puede reparar el buen nombre de alguien a quien se ha calumniado o difamado ante miles o millones de personas. Incluso se ha acuñado la palabra «hater«, «odiador» o persona dedicada a poner calificativos negativos en los perfiles de personajes conocidos o famosos. ¡Y es tan fácil para los lectores compartir y viralizar las críticas!

Y el hábito de hablar mal sobre otros destruye no sólo a quien lo sufre, sino también a los propios «haters«. Los denigra tanto como ellos denigran a otros. Expresan una mirada triste y desencantada sobre el mundo.

Descalificar a las personas no construye la sociedad, no aporta luz sobre los hechos. Simplemente genera crispación, disgrega a las personas y empobrece el discurso social.

Por supuesto hemos de recordar varias cosas:

  • Discernir es una capacidad humana crucial. No podemos ni debemos evitar tener opiniones valorativas sobre todo lo que forma parte de nuestra vida.
  • Por ello se puede y debe tener una opinión; se puede disentir con las de otros, y expresarlo. Incluso podemos sentir rechazo hacia alguien y alejarnos de algunas personas.
  • Pero disentir no supone juzgar ni condenar ni odiar, que es desear el mal del otro. Si se odia, fácilmente se pasa a la palabra que daña o a la acción que destruye.
  • Cuando se habla de “juicio” a alguien, es necesario distinguir entre calumnia y difamación.
    o Calumnia es una acusación falsa, hecha maliciosamente para causar daño.
    o Difamación es desacreditar a alguien, de palabra o por escrito, publicando algo contra su buen nombre, su fama y su honor,          incluso aunque sea verdad.

    Es muy fácil viralizar las críticas

¿Es lo mismo juicio condenatorio que palabra profética?

Jesús mismo fue en ocasiones muy severo -con palabras proféticas- hacia los escribas, fariseos y jefes del pueblo de Dios, que ponían fardos pesados en los hombros de los demás (“Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas…”. Mt23, 23-39) y hacia los mercaderes del Templo (Jn2, 13-22).

Cuando Jesús dice “no juzguéis”, no se refiere a la palabra profética, que él mismo aplica a veces, sino a la expresión condenatoria sobre el prójimo que lo descalifica y excluye, que hace daño. Se refiere al juicio del que se coloca en el lugar de Dios, distorsiona la realidad y muchas veces lo fundamenta en el prejuicio.

Exteriormente, juicio condenatorio y palabra profética se pueden parecer. Pero son distintos en su motivación y en su objetivo.

Motivación:

No todo el que critica es profeta. Los profetas hablan porque antes han escuchado a Dios. Se basan en la experiencia mística. Su punto de partida es la escucha y el silencio; se ha dejado cuestionar por Dios. Puede decir palabras duras, pero su vida es profética (coherente con lo que proclama). La motivación última es el amor de Dios. No habla desde ideologías, ni por intereses personales, resentimientos, envidia ni deseo de dañar. Asimismo, habla desde la humildad, no desde la prepotencia del que se arrog la visión del justo.

Objetivo:

Quien se expresa con palabras proféticas desea inspirar a la reflexión, provocar el cambio. Hacer que la persona pueda abrirse a la verdad de Dios. Sin ingenuidades, se orienta por la esperanza, el deseo de salvación. Las palabras duras, en el caso del juicio condenatorio, encierran a la persona en una situación negativa. En el caso de la profecía, son un llamado amoroso a la conversión. Siempre han de estar justificadas por la necesidad de despertar la conciencia de aquel a quien se dirigen y nunca expresan menosprecio o deseo de humillar al otro.

En síntesis, en este ambiente de redes sociales, en el que podemos realmente participar activamente, es necesario tener conciencia de qué ponemos y qué compartimos.

a. Abandonar la frivolidad y asumir la propia responsabilidad sobre nuestras palabras en todos los ámbitos.
b. Promover activamente el respeto y la crítica constructiva.
c. Valorar seriamente, antes de expresarlas, las críticas negativas que hacemos sobre las personas y las instituciones.
d. Podemos hacer mucho más daño de lo que pensamos, incluso irreversible, cuando de modo frívolo descalificamos o cuando insultamos, actuamos en contra de personas, sobre todo si lo hacemos a través de redes sociales.
e. Esto no quita que podamos disentir y expresar nuestra opinión sobre temas importantes para la convivencia social como son planteamientos políticos, deportivos, económicos, religiosos. ¡De hecho, debemos! Pero siempre intentando entender el contexto, respetando sobre todo a las personas, aunque tengan puntos de vista diferentes.
f. Esto no quita nuestra obligación de denunciar la injusticia, aunque siempre con la cautela y la debida presunción de inocencia.
g. No digamos sobre alguien nada que no podamos decir delante de esa persona.
h. Mejor preguntar que afirmar.
i. Defender públicamente a quien está siendo injustamente atacado, especialmente en las redes sociales.

Y así, más allá de nuestras creencias, contribuiremos a un ambiente de respeto y diálogo en la sociedad de nuestro tiempo.

[Fragmento del iBooklet No Juzgar. https://imission.world]. En ese mismo sitio se puede firmar la adhesión a No Juzgar.

Jordi CUSSÓ PORREDÓN y varios autores
Sacerdote y economista
Santo Domingo, marzo 2022

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