Mentalidad de pobre

Mentalidad de pobre

En estos días estoy revisando algunos textos de San Francisco y Santa Clara y no deja de admirarme la lucidez y la generosidad de ambos personajes. Su vida y sus palabras son un canto constante a vivir la pobreza más extrema, a llegar a ser pobres en todo. Ellos hacen una opción radical por los más pobres, porque intuyen que ser pobre y vivir en la pobreza es la realidad más real del ser humano.

«Ser pobres es una llamada a vivir el amor por el amor,
a relacionarse con todas las criaturas existentes
sin creerse ser su amo y señor.»

Ellos creían que la mejor manera de ayudar a los pobres no era darles cosas, sino hacerse pobres como ellos. Solo así podían dar un verdadero testimonio de que querían estar a su lado y ayudarlos. Francisco y Clara nos dirían que hemos de entusiasmarnos en ser pobres y hemos de estar tan entusiasmados que si un día pudiésemos dejar de ser pobres, no querríamos renunciar a vivir un don tan grande como el de la pobreza. Me interpela mucho leer estas palabras y aún más querer vivirlas. Seguramente, como todas las cosas importantes de la vida, pide un proceso, hemos de llegar de una manera progresiva. Como se dice en castellano: ‘sin prisas pero sin pausas’. Pero es necesario que, poco a poco, vayamos obteniendo estos grados de entrega y radicalidad que nos proponen estos dos santos de Asís.

Seguramente, lo que primero tendremos que hacer será cambiar nuestra mentalidad, es decir, dejar de tener mentalidad de ricos para empezar a tener mentalidad de pobres. Y pienso que tener mentalidad de pobres puede significar:

  1. No hemos de ver la pobreza como un mal, sino como un don de Dios, como algo necesario para llegar a ser más sencillos, auténticos, justos, hermanos, en definitiva, dignos seguidores del Jesús más pobre y humilde.
  2. Quizás, hoy día, tendremos que substituir la llamada a la pobreza por una llamada a vivir con alegría la contingencia humana y, por tanto, por una vocación a la simplicidad, a sentirnos contentos de formar parte del pueblo llano, a vivir la virtud de la humildad y de la ultimidad, renunciando a tener poder en cualquiera de sus facetas. Ser pobres es una llamada a vivir el amor por el amor, a relacionarse con todas las criaturas existentes sin creerse ser su amo y señor. Es vivir sin ser posesivo, renunciado con alegría a los otros y a las cosas que me rodean. Renunciar a poseer personas y cosas y, antes que todo, renunciar a poseerme a mí mismo.
  3. Una mentalidad de pobre nos hará descubrir que hay mil recursos para vivir la vida con más sencillez. Sabremos hacerlo con la ropa con la que nos vestimos, con las comidas que hacemos, con las casas donde vivimos y con todas las cosas que usamos más cotidianamente. Hay tantas y tantas cosas que si las vivimos desde la simplicidad, nos ayudaremos a nosotros mismos y a las personas que nos rodean a perder el miedo a ser pobre y vivir instalados en la pobreza.
  4. Una mentalidad de pobre nos hará caer en la cuenta que los más pobres no tienen armarios, ni archivadores, ni mucho espacio para poder guardar las cosas. Por lo tanto, todo lo que tienen han de llevarlo encima. No pueden cargar cosas inútiles, artificiales y muchas veces repetidas. Una mentalidad de pobre nos hará descubrir que las cosas importantes se guardan en el corazón y que éste tiene una cabida infinita. La pobreza, además, nos hará discernir y valorar todo aquello que realmente tenemos, dándonos cuenta de lo que es fundamental y de las cosas que son accidentales e incluso innecesarias.
  5. Una mentalidad de pobre te hace valorar por encima de todo la amistad, la belleza, la creación entera. Te da capacidad de apreciar la casa de todos, que es el universo que Dios nos ha regalado y que se manifiesta en el hermano sol, la hermana luna, la hermana agua, las hermanas plantas o el hermano lobo. La pobreza impide que nos dejemos cegar por las cosas artificiales y por los reflejos de las cosas secundarias, porque nuestros ojos saben apreciar las cosas naturales y agradecer todo lo que nos ha sido dado.
  6. Una mentalidad de pobre nos ayuda a ser más solidarios entre nosotros, a permanecer más unidos si queremos hacer frente a los acontecimientos y situaciones que nos toca vivir. Y cuando abrimos los ojos al exterior, cuando salimos hacia afuera, nos hace más sensibles a trabajar contra la injusticia y la falta de paz. La pobreza nos ayuda a sentir y gozar de la providencia de Dios y ésta siempre es una fuente de inmensa alegría.

Muchas cosas podrían añadirse a lo dicho hasta ahora. Pero es necesario empezar a hacer un cambio de mentalidad y no hay duda que San Francisco y Santa Clara son un buen ejemplo para toda la Iglesia. Ellos, que tuvieron que luchar para que nadie les quitara el don de la pobreza, nos ayuden a conseguirla.

Jordi CUSSÓ PORREDÓN
Economista y sacerdote
Barcelona (España)
Artículo del libro Recull publicado en 2005

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