¿Desde qué emoción nos relacionamos?

¿Desde qué emoción nos relacionamos?

Las personas somos seres sociales y necesitamos relacionarnos. Las relaciones sociales e interpersonales son uno de los motivos de satisfacción en la vida, cuando son satisfactorias. Pero al mismo tiempo son la principal causa de malestar y de conflicto. De ahí la importancia de gestionar de forma apropiada las relaciones, ya que de ello depende, en gran medida, el bienestar y la felicidad.

Al formularnos la pregunta sobre ¿cómo nos relacionamos?, conviene tener presente que la forma de relacionarnos es una acción, que depende del pensamiento, pero en último término también depende de la emoción.

«Una competencia se caracteriza por ser algo que se aprende.
Nadie nace con competencias. Nadie nace sabiendo escuchar,
hay que aprender y hay que estar en silencio y poner atención.
Valorar que lo que dice el otro es importante.»

A lo largo de la vida, las personas hacemos básicamente: acción (comportamiento), pensamiento y emoción. A veces pensamos ingenuamente que lo que hacemos depende de lo que pensamos y decidimos. Pero en el fondo, lo que pensamos y decidimos dependen de nuestras emociones.

Por ello, la pregunta sobre ¿cómo me relaciono?, se convierte en una pregunta sobre ¿desde qué emoción nos relacionamos?

A continuación comento algunas de las emociones desde las que nos relacionamos con los demás, aunque a menudo no somos conscientes.

El miedo es la respuesta ante un peligro real e inminente. Si nos relacionamos desde el miedo, es porque vemos un peligro en el otro. En estos casos, el comportamiento tiende a ser pasivo. No diré o haré nada que pueda provocar consecuencias negativas para mí. No se trata del comportamiento de respeto basándose en unos principios éticos o morales, sino desde el miedo a ser víctima de las reacciones airadas del otro. Lógicamente, desde el miedo, nuestro comportamiento no puede ser libre para favorecer una relación abierta y satisfactoria.

En la situación opuesta al miedo está la relación que se establece desde la ira. La ira constituye una familia de emociones que incluye la rabia, enojo, cólera, furia, indignación, hostilidad, odio, etc. La ira es la emoción que experimentamos cuando nos sentimos tratados de forma diferente a como consideramos que deberíamos ser tratados. Cuando nos relacionamos desde las emociones de la familia de la ira, el tono de voz tiende a ser más alto; así como desde el miedo tiende a ser más bajo. A veces se pueden decir palabras ofensivas. En la ira nos ponemos en una situación de superioridad; así como en el miedo nos ponemos en una situación de inferioridad. Las relaciones que se establecen desde la ira se caracterizan por el comportamiento agresivo, con tendencia a la ofensa y la violencia.

La tristeza es la emoción que se experimenta ante la pérdida. Puede ser la pérdida de objetos de valor, y sobre todo de personas queridas. Ante la pérdida sentimos la necesidad de conservar lo que nos queda. Por ello, la tristeza predispone a un comportamiento de no malgastar energías innecesariamente. Cuando estamos imbuidos por la tristeza, tendemos a replegarnos en nosotros mismos y reducir al mínimo los esfuerzos. Cuando estamos tristes, preferimos estar solos, o acompañados tan sólo de personas de mucha confianza. En estas situaciones es cuando necesitamos a alguien dispuesto a escucharnos. Sólo esto: que nos escuche. No es necesario que nos consuele, ni que nos solucione el problema, ni que le reste importancia a lo ocurrido. Simplemente necesitamos ser escuchados por alguien que pueda contener y canalizar nuestro dolor. Las penas compartidas, no son tanta pena.

De forma paralela, las alegrías compartidas son más alegría. La alegría es la emoción que se experimenta cuando se producen evidencias de que las cosas van bien, que hacemos progresos, que pueden ser en el ámbito profesional, económico, familiar, de pareja, en relación a los hijos, etc. Las alegrías facilitan relaciones positivas y satisfactorias con los demás. Todo el mundo tiene ganas de compartir momentos de alegría. Pero muchas alegrías pueden ser superficiales y momentáneas.

Es interesante observar que muchas personas consideran que las alegrías más grandes están relacionadas con progresos profesionales o familiares. Después de haber preguntado a cientos de personas cuál es la mayor alegría de su vida, la respuesta más frecuente ha sido «el nacimiento de un hijo» (o una hija). La experiencia del nacimiento de un hijo nos remite a otra emoción. ¿Desde qué emoción nos relacionamos con el recién llegado? Supongo que estaremos de acuerdo que es el amor. Así pasamos de la alegría al amor. Y las alegrías más grandes están relacionadas con el amor.

El amor es la emoción más compleja que existe. Como todas las emociones, el amor constituye una familia de emociones entre ellas están: enamoramiento, atracción, simpatía, empatía, solidaridad, altruismo, compasión, generosidad, etc. ¿Qué es el amor? Esta es la gran pregunta. Los niños saben bien que es el miedo, la rabia, la tristeza y la alegría. Pero no saben expresar qué es el amor. Tampoco lo saben a menudo los adultos.

Una forma de aproximarnos al amor puede ser considerarlo como un sentimiento que nos predispone a un compromiso activo en favor del bienestar de los seres queridos. En esta forma de entender el amor, no sólo hay emoción, sino también acción comprometida para hacer algo en favor del bienestar de los demás. Cuando hablamos de los seres queridos, pueden ser la pareja, los hijos, los padres, la familia, los amigos, compañeros, vecinos, barrio, pueblo, ciudad, país, humanidad, e incluso las mascotas, animales, plantas y otros elementos que nos lleven a una conciencia ecológica que activa un compromiso en favor de la conservación del planeta.

Cuando nos relacionamos desde el amor, estamos dispuestos a hacer todo lo posible por el bienestar de los demás. Estamos dispuestos a escuchar. Conviene tener presente que escuchar es la primera de las competencias sociales, ya que es la que hace posible todas las demás. Una competencia se caracteriza por ser algo que se aprende. Nadie nace con competencias. Nadie nace sabiendo escuchar, hay que aprender y hay que estar en silencio y poner atención. Valorar que lo que dice el otro es importante. Además, hay que observar e identificar desde qué emoción se relaciona con nosotros. Según sea la emoción en que se relacione con nosotros, tendremos que adoptar el comportamiento apropiado para hacer posible una relación favorable y satisfactoria.

La relación apropiada, satisfactoria y productiva con las otras personas, deberíamos procurar que lo sea desde el amor. Desde esta emoción, las relaciones no son posesivas, manipuladoras o destructivas. Sino que son relaciones que se orientan al bienestar del otro, que por extensión contribuye a la convivencia, la paz interior y el bienestar personal y social.

Rafael BISQUERRA
Director
del Postgrado en Educación Emocional y Bienestar de la UB
Publicado originalmente en RE catalán núm. 95

Bibliografía (para saber más)
Bisquerra, R. (2009). Psicopedagogía de las emociones. Madrid: Síntesis.
Bisquerra, R. (2013). Cuestiones sobre bienestar. Madrid: Síntesis.
Bisquerra, R. (2015). Universo de emociones. Valencia: PalauGea.
Bisquerra, R. (2017). Política y emoción. Madrid: Pirámide.
Conangla, M., Bisquerra, R., y Soler, J. (2016). La fuerza de la gravitación emocional. Barcelona: Ediciones B.
Conangla, M., Bisquerra, R., y Soler, J. (2016). La força de la gravitació emocional. Barcelona: UOC.

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