La contemplación: herramienta de cambio

La contemplación: herramienta de cambio

Los filósofos y los científicos se preguntan de dónde ha surgido la idea de Dios: si esa idea es causada por Él, es decir, si Dios es el origen de esa idea, o nos la hemos fabricado nosotros sin ninguna dependencia de Él. En el segundo caso, Dios depende de nuestras elucubraciones. Por eso cada vez es más importante conocer la relación que pueda haber entre la Realidad de Dios y la idea que tenemos de Él los mortales

Siempre que nos atrevemos a decir “Dios” estamos expresando una idea, y tenemos el riesgo de hacer un ídolo. Ídolo no es solamente una escultura de dios, también lo puede ser cualquier concepto que le aplicamos. Algunos agnósticos sinceros pueden estar más cerca del verdadero Dios, que muchos teólogos que creen haberlo atrapado en sus conceptos.

Ser contemplativo significa saber mirar la realidad existente para conocer a fondo las cosas que en ella se manifiestan. Podríamos decir que es dar un abrazo a la creación y ser capaz de admirarse con ella. Ya decíamos antes que Dios, por definición es indefinible y nunca podremos meterlo en conceptos. Esto no nos exime de intentar aproximarnos al misterio de Dios una y otra vez. Sabemos que Dios está fuera del espacio y del tiempo, pero se manifiesta en las cosas que están en el espacio y en el tiempo. Todo es más de lo que creemos, y contemplar demanda percibir a Dios que se oculta en la más absoluta contingencia.

Todos los creyentes estamos llamados a ser contemplativos de la vedad, de lo que realmente existe. Sin embargo, la contemplación es una actividad que hemos dejado en manos de unos religiosos, o de unos monjes, a quienes llamamos de vida contemplativa. Al resto, nos toca vivir el día a día, puesto que ellos ya rezan o meditan por nosotros.

A veces decimos: esta persona es muy contemplativa, pero cabe preguntarse qué es lo que realmente contempla: ¿la realidad, o lo que él primero ha proyectado en una supuesta pared y luego se queda contemplando con satisfacción?

Esta persona no contempla, sino que se mira a sí misma y se retroalimenta de sus convicciones. Debemos aprender a mirar las cosas como realmente son, en lugar de construir unos mundos ideales, adaptados a nuestros gustos o ideales, como si nuestras ideas o proyectos fueran lo mejor que existe en este mundo. El contemplativo es el que contempla la realidad, lo que existe, y se deja interpelar por ella.

Dios no es un invento, ni una imagen que yo he creado.

Por lo tanto, en la contemplación hay toda una tarea de conversión, de ir quitando todas aquellas chispas de idolatrías que se nos pegan en nuestro ser y nos desvirtúan la realidad y nos dan una imagen equivocada de Dios, de las cosas y de las personas que nos rodean. Dios no es un invento, ni una imagen que yo he creado. Pero tenemos que ir purificando las ideas que nosotros nos hacemos de Dios y abrir los ojos a la realidad verdadera. Es lo que hizo Jesús de Nazaret y tantos otros hombres y mujeres de Dios, mejorar y precisar cual es el verdadero rostro de Dios.

Contemplar, tiempo de mirar, escuchar, percibir sin prisas el interior y exterior de nuestra vida, para ir descubriendo el rostro real de Dios, y una vez lo vamos encontrando, encarnarlo en nuestra vida, para que responda de manera consecuente con ese rostro. Son las obras del día a día las que dan razón de nuestra contemplación.

Jordi CUSSÓ PORREDÓN
Sacerdote y economista
Barcelona, julio 2021

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