Meditar, una atalaya interior

Meditar, una atalaya interior

Más al fondo de la marea de pensamientos y emociones que atraviesan nuestra mente, podemos constatar la realidad de la conciencia, esa que nos posibilita y fundamenta la percepción de lo que sucede dentro y fuera de nosotros mismos.

La conciencia es como la linterna que pone su foco sobre aquello a lo que prestamos atención en medio de un conglomerado de estímulos externos e internos; puede iluminar una sonrisa o una expresión de tristeza, puede iluminar la belleza de un paisaje, o el desorden y la suciedad de una estancia. Ese foco de luz que selecciona los objetos o temas que centran nuestra atención, nos permite también observar nuestros propios acontecimientos mentales.

Cuando nos damos cuenta de que estamos pensando en algo, sintiendo algo, es cuando podemos afrontar nuestra realidad interior. Pero el primer paso es simplemente percibir lo que acontece en nuestro interior sin juzgarlo; sin atribuirle el valor de reprobable, bueno, aceptable. Simplemente vemos lo que sucede, creando las condiciones que nos permitirán, a partir de entonces, transformar aquello que pensemos deba ser transformado.

Encontramos una nueva calma interior

Una nueva calma interior

A través de la práctica de la meditación se puede entrenar la mente para calmarla y transformar el modo de percibir los acontecimientos de la vida; su práctica repetida cultiva y desarrolla cualidades humanas fundamentales que favorecen el bien ser y el bienestar global: sosiego interior, mejor conocimiento y gestión de las emociones, etc.

Las investigaciones realizadas en las últimas décadas en laboratorios especializados en neurociencia demuestran que entrenar la mente meditando con regularidad, ayuda a reorganizar el cerebro tanto en su anatomía como en sus funciones.

Son muchas las universidades que investigan sobre los efectos de la meditación a corto y medio plazo y han podido constatar mediante técnicas de neuroimagen que, en el caso de meditadores experimentados con muchas horas de práctica meditativa, la capacidad para conservar alta la atención era mayor que en principiantes, con el consiguiente cambio en los circuitos cerebrales. Además, señalan que las áreas del cerebro en relación con las emociones estaban más activadas y mejor conectadas con la corteza pre-frontal (razonamiento) en las personas más entrenadas. Se concluye que a través del entrenamiento mental se pueden cultivar emociones y sentimientos que favorezcan efectos beneficiosos para la salud.

Estrés, ansiedad, tendencia a la cólera, cuadros depresivos recurrentes, se reducen con el entrenamiento meditativo, que puede realizarse de diversos modos: desde una meditación guiada a una meditación con mantra, la atención plena, qi gong, taichi o el yoga, entre otras.

La meditación conlleva práctica, ya que la tendencia normal del cerebro es a generar mucho diálogo interior, recordando o imaginando, escapando continuamente del presente. Los registros de la actividad cerebral que se observa en los voluntarios que participan en los laboratorios de neuroimagen concluyen que casi la mitad del tiempo que pasamos despiertos hacemos una cosa y nuestra mente está en otra.

Hay que aceptar con naturalidad que la mente divague, por ello durante el tiempo que dedicamos a meditar, cada vez que esto ocurre, lentamente y con amabilidad debemos volver al objeto de la meditación, es decir, el presente. En definitiva, el objetivo es que ayude a reducir el estrés y a sentirse mejor, sin obsesionarse con hacerlo perfecto.

Los requisitos básicos para iniciar la práctica meditativa son: contar con un lugar tranquilo, una posición cómoda, favorecer una respiración relajada y procurar concentrar la atención. Además, la constancia es clave. Puede iniciarse con lapsos cortos, y poco a poco irlos ampliando. Es recomendable dedicar cada día un tiempo para estar en soledad y silencio, atendiendo el modo en que respiramos, observando el cuerpo, o repitiendo un mantra. Paladear el presente.

Al entrenar para traer la atención al presente el cerebro va cambiando, y tras ocho semanas de práctica meditativa estos cambios se objetivables.

Escucharnos, comprendernos

La experiencia meditativa nos enseña a escuchar nuestro cuerpo a través de todas las ventanas sensoriales, que incluyen la propiocepción —capacidad del cerebro de conocer la posición del cuerpo en el espacio a través de la información que llega de músculos y articulaciones—; la interocepción —que ayuda a percibir el estado interno de vísceras y órganos—, además de los cinco sentidos más conocidos.

La falta de atención o la percepción equivocada son el origen de gran parte de los malestares y enfermedades, por ello una atención y escucha atenta a lo que nos sucede internamente nos permitirá restablecer una conexión serena con nuestro cuerpo y con nuestra psique, favoreciendo el bienestar y la salud global.

Remedios ORTIZ
Médico de familia.
Madrid, octubre 2023

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