Muy seguro que hemos podido asistir a algún acontecimiento deportivo, social o político, en el cual antes de iniciarse, se ha solicitado al público un minuto de silencio. Este homenaje suele ser una expresión de duelo realizado habitualmente con un mutismo generalizado, con un rezo o una reflexión, y algunas veces, con un canto o una música evocativa a lo que se celebra.
En algunas ocasiones a algunos les cuesta mantener esta mudez, acostumbrados como estamos a la necesidad de comentarios; da la impresión de que muchas personas se inquietan ante esta afonía.
Últimamente fue muy expresivo que, acompañando este silencio se hiciera un gesto como el que realizaron algunos deportistas como reivindicación antirracista, con una rodilla en el suelo adhiriéndose a la condolencia por la muerte de George Floyd, por la policía. En ocasiones este minuto se realiza con otros gestos como ponerse de pie, bajar la cabeza o poner la mano en el pecho y se puede concluir el momento con un aplauso general.
Tiene un motivo o intención este minuto de silencio, no solamente se trata de estar callado; sino más bien tener presente el hecho o las personas o las víctimas que se recuerdan, interiorizando su memoria.
No sólo hay minutos de silencio por duelos o causas negativas.
Hay sugerentes imágenes domésticas que muestran un tiempo de silencio, por ejemplo, con la celebración del “Día de Acción de Gracias” de los americanos, sentados alrededor de la mesa, con sus manjares bien dispuestos y en una pose de recogimiento y oración. Aunque este “Día” tiene raíces históricas en las tradiciones religiosas, también se ha celebrado durante más de un siglo, como una fiesta cultural.
Podemos preguntarnos qué hace la mayoría de las personas durante este tiempo de silencio: ¿un rezo, un recuerdo, un contar los segundos, …?
¿Qué se debe o puede hacer en este minuto de silencio? ¿Qué es lo más propio?
Ante situaciones dolorosas, será apropiada una reflexión dándose cuenta del porqué se solicita este tiempo.
En celebraciones o encuentros festivos, lo pertinente será el unirse a los que participan, sintiéndose en concordia con un mismo objetivo, con un acto de agradecimiento. ¿Qué hemos de agradecer? ¿A quién agradecer?
Sin palabras, se puede agradecer la propia vida. Agradecer la historia concreta del propio país y de los progenitores que fueron causa para la existencia. También, un reconocimiento interior a las circunstancias que han posibilitado un encuentro; y a la vez un agradecimiento a los que han organizado el evento.
Todo este agradecimiento debe de ser un trampolín para la aceptación de la realidad que nos rodea y para la esperanza de mejorar las relaciones con los que comparten nuestra vida.
Vete a saber si al inicio de cualquier reunión o encuentro, se hace un momento de silencio, reconociendo la presencia de los convocados; con una buena disposición en armonía con los demás esta reunión, seguro tendrá una gran posibilidad de buena afinidad y comprensión. Revisar la propia actitud.
Agosto de 2021