La interioridad es la capacidad de conectar con el interior. El interior de uno mismo, y de la realidad en que éste vive y se desarrolla. Los otros y los acontecimientos forman parte de esta realidad vivida desde un mismo.
Hablar de interioridad es preguntarse «desde dónde». El interior señala a la profundidad.
¿Qué es profundo en el ser humano? Profundidad en el ámbito de la existencia resuena con calidad de la experiencia vivida. Calidad referida a tipo y no a consideraciones de calificación. La reflexividad en la experiencia es un nivel de profundidad. Podríamos decir que es el nivel que permite exteriorizar y, por tanto, compartir alguna aproximación a dicha experiencia. Pero la profundidad mayor radica en el mismo origen de la experiencia. Ponerse en contacto con este origen es fruto de la interioridad.
La interioridad es una capacidad propia del ser humano que se moviliza a través de la conciencia. A través de una determinada manera de utilizar la conciencia: hacia adentro. Este recorrido hacia el interior va renovando la mirada y, en último término, la transforma. Transformando así el exterior.
Son varias las etapas de este recorrido, y cuanto más se adentra menos referentes resultan viables. Se empieza a confiar en el movimiento mismo, a pesar de las resistencias, aprendiendo a diferenciar y discernir el movimiento originario de aquellos que son autorreferenciados.
Las diversas tradiciones de sabiduría, junto con sus específicas propuestas de significado, contienen caminos de interioridad que quieren facilitar el encuentro con la esencia de nuestra existencia. Estos caminos coinciden con la necesidad de desprenderse de todo aquello que opaca la expresión genuina de ser, para manifestar y desplegar en el mundo la realidad de lo que somos.
Como han evidenciado estudios de investigación, las personas que se comprometen con una vía de interioridad explícitamente espiritual suelen referir un mayor nivel de autoconocimiento; una mayor aceptación de sí mismos, de los demás y de las circunstancias. Experimentan la relacionalidad de una nueva manera; les mueve el servicio hacia los demás; se sienten más libres interiormente y se amplía su conciencia de unidad.
Han mirado a la cara a sus ‘demonios internos’ en todo este proceso. La interioridad no es un camino de escapismo, sino al contrario, de compromiso y de responsabilidad. De hacerse cargo de todo lo que hay en el interior. Se presente de forma agradable o desagradable. Las capas que opaquen deben bracearse en la búsqueda de lo que permanece inmutable en el fondo del interior. Ser.
Y esto es así para toda persona, ya sea su camino una forma explícita de vía espiritual, o no. Porque todo ser humano se encuentra inmerso en un camino espiritual: la aventura de vivir su vida, de desplegarse en el mundo, de descubrir y así revelar qué es eso de ser humanos. Nosotros escogemos nuestros referentes. Pero no hay copias, no hay dos iguales, la diferenciación es máxima en la conciencia individual, inmersa en una unidad que nos supera y que no nos deja indiferentes, sino que nos lleva a asumir nuestro propio espacio interior para que seamos la diferencia que somos. Una única expresión de la vida, que es una.
¿Cómo se expresa el movimiento de vida en el interior?
A través de una profunda y clara atracción; con lo que nos mueve desde dentro y que lleva gozo su realización. Acceder a este movimiento implica intimidad. Son diversas y variadas las formas de cuidar esta intimidad, este acceso al interior. Promover, facilitar, educar, acompañar las múltiples formas de contactar con el movimiento de vida que late en cada uno para ser expresado en el mundo, se nos presenta como alternativa a tendencias superficializadoras que nos alejan del sentido de nuestra existencia, a la vez tan cotidiana y ordinaria como llena de posibilidades.
En la actualidad, se está dando un interés desde el ámbito de la psicología y de la educación hacia propuestas explícitas de prácticas de interioridad. En este contexto, destacan aquellas que se engloban con el término de ‘mindfulness’. Estas apuntan a hacerse conscientes de los propios pensamientos, sentimientos y sensaciones, sin juicios, permitiendo observarlos tal como se dan en el espacio consciente. Es toda una pedagogía de la atención, para poder dirigir conscientemente el foco atencional. Lo primero que se descubre es que somos poco conscientes de nuestra propia experiencia interior, que ha sido ‘eficazmente’ inhibida, suprimida e incluso sustituida. Extraños en territorio propio y desconocido. Desde aquí quizá se explica mejor que las prácticas de ‘mindfulness’ resulten de ayuda también en procesos clínicos, tanto por molestias físicas como psicológicas. Y desde aquí quizá también se entiende mejor la importancia de llevarlas a las aulas, desde el inicio de nuestra temprana escolarización, para que los más pequeños crezcan conectados con su interior, conscientes de su conciencia, acompañados por adultos conscientes de los límites de su propio conocimiento de la experiencia humana, pero dispuestos a compartir el descubrimiento que siempre será en relación e interacción. Esto implica querer ver, querer sentir y querer asumir el propio espacio interior.
Querer adentrarse en un camino que pone luz a los engaños de inferioridad/superioridad sostenidos y proyectados y que inicia la invitación a recorrer el paisaje de la responsabilidad. Hacerse cargo. De nuevo. De todo lo que hay en el interior de uno mismo y que coincide, en naturaleza, con lo que hay en el interior de todo ser humano. Humildad. Humildad al asumirse como humano. Humano entre humanos. Humanos compartiendo y descubriéndose como tales.
Al final, interioridad es estar atento a lo que el instante requiere. Esto pide estar atento a lo que de verdad siento en mi interior, y cuando la disposición es plenamente abierta y entregada, el interior abraza lo que estoy sintiendo, abraza lo que está sucediendo en el otro, en la situación, en el mundo… tenga el sabor que tenga, se presente como se presente. Asumir que está, porque está en mí. Cuando esto se da, este encuentro libera a la vez que responsabiliza. Interior y exterior han quedado asumidos y unidos en una misma experiencia. Y algo nuevo puede brotar en el mundo.
San Juan de la Cruz, maestro comunicador, nos regaló estos puntos de profunda experiencia en su interioridad:
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- Memoria del Creador.
- Atención a la dimensión interior.
- «Olvido de lo que ha sido creado.
- Permanecer amando al Amado.»
Asun PUCHE ECHEGARAY
Doctora en Psicología
Profesora de la FPCEE Blanquerna, Universitat Ramon Llull
Publicado originalmente en Revista Re Catalán núm. 97 «Interioritat»