Oportunidad para buscar nuevos modelos económicos

Oportunidad para buscar nuevos modelos económicos

El virus Covid-19 tiene una dimensión clínica que todavía está siendo estudiada y analizada por los especialistas. Si bien las tasas de letalidad no parecen ser extraordinariamente altas, es en su capacidad de contagio y propagación donde la Covid-19 ha demostrado una elevada efectividad y un gran «éxito» como virus.

Seguramente esto se debe a muchos contagiados que presentan períodos de incubación largos sin síntomas aparentes o, incluso, que haya personas que pueden cursar todo el proceso de la enfermedad de manera asintomática, que pueden ir contagiando de forma inconsciente todo su entorno social.

«Debemos aportar nuestro esfuerzo individual y continuado
para discernir qué decisiones personales
pueden favorecer una economía, más justa y sostenible.»

Es por lo que, asesorados por los especialistas, en la mayoría de los países desarrollados los gobernantes han optado por aplicar medidas de confinamiento de la población, con el objetivo de evitar que el número de contagiados creciera muy por encima de la capacidad de atenderlos por parte del sistema sanitario.

Por lo general, y con cierta variabilidad según países, estas medidas han sido efectivas y el volumen de contagiados ha podido contenerse por debajo de los límites de saturación de los sistemas sanitarios (que, además, y gracias al esfuerzo de muchos, han incrementado provisionalmente su capacidad de respuesta).

Mirada económica

Al margen de la angustia, más o menos intensa, con la que se puede vivir el riesgo de contagio, es indudable que si nos centramos en el ámbito puramente económico las medidas de confinamiento y de limitación de la actividad normal de las personas están teniendo y tendrán un impacto muy importante.

Para muchas personas que tienen los ingresos asegurados (entre los que hay que contar a sectores importantes de la población como los funcionarios o jubilados) la afectación económica personal será muy leve o inexistente. Para otros trabajadores, y particularmente los de los sectores más impactados por las medidas restrictivas como restauración, hoteles y comercios, la afectación puede ser más grave, a pesar de las medidas como las de facilitar los Expedientes de Regulación Temporal del Empleo (los ERTO’s) que tienen como objetivo evitar una oleada de despidos y cierre de empresas.

Sin embargo, es en las capas más precarias económicamente de la sociedad donde las medidas de confinamiento pueden acabar teniendo un mayor impacto negativo. Se trata de capas de la población cada vez más amplias, que ya resultaron muy castigadas por la crisis económica que se inició en el 2008, y que apenas han podido levantar cabeza los últimos años de mayor bonanza. Para estas personas llueve sobre mojado. Un importante incremento de las ayudas sociales y la aplicación de la medida que cada vez adquiere más fuerza, la de la renta universal garantizada, pueden intentar paliar esta penuria.

Lo que es evidente es que la mayor parte de las medidas económicas que se adopten tendrán como contrapartida el incremento de la deuda pública. A diferencia de otros países como Alemania u Holanda, en España somos poco conscientes y vigilantes respecto a los niveles de deuda del Estado y de su implicación.

Si en los últimos años de relativa bonanza, las familias y las empresas en general han podido reducir mucho la deuda con la que salían al final de la crisis de 2008 (aplicando medidas de ahorro y contención del gasto), este ejercicio no se ha hecho de forma similar por parte del Estado Español, que no ha llevado a cabo reformas estructurales de la Administración y del gasto público necesarias para dotarlas de mayor eficiencia.

«La educación es quizás el arma más poderosa para
construir sociedades de ciudadanos informados y críticos,
no manipulables por discursos demagógicos.»

Una cultura en la que parece que admita el mensaje de que el dinero público no es de nadie y puede gastarse sin límite y sin que esto afecte a los ciudadanos, seguramente propicia que en España no exigimos a nuestros políticos una gestión esmerada de estos fondos públicos.

Por el contrario, muchas veces los políticos obtienen un rédito electoral considerable de prometer más gasto público sin que tengan que justificar cómo se lo harán para financiar este gasto adicional y asumiendo implícitamente que irá a parar al déficit público.

Por tanto, esta repentina crisis de la Covid-19 coge a España con la necesidad de incrementar una deuda pública ya muy elevada.

Sólo la solidaridad de otros países, que sí han realizado un importante esfuerzo para reducir su deuda pública, puede evitar que España acabe teniendo niveles de endeudamiento que limiten severamente su capacidad de decisión presupuestaria.

Tengamos en cuenta que el dinero que se destina a pagar intereses y devolver la deuda no se puede destinar a otras partidas como, por ejemplo, la promoción de la investigación y el desarrollo tecnológico.

En este sentido, es necesario reconocer el mérito de los responsables políticos alemanes que, a pesar de tener que asumir un desgaste significativo entre su electorado, están liderando una vez más una respuesta enérgica en aras de una construcción europea que presenta muchas fragilidades.

Al margen de estos efectos económicos ligados a la política económica, muchas personas han otorgado a la Covid-19 una lectura más trascendente y tienen la sensación de que una nueva economía, o una nueva forma de hacer las cosas, puede emerger de esta crisis sanitaria.

Así, se habla de que la pandemia provocará cambios profundos en las relaciones sociales, en la forma de trabajar, de hacer turismo, de aplicar un urbanismo más racional, etc.

Algunas de estas voces pueden tener más sentido y la Covid-19 puede acelerar tendencias que ya estaban, una de las más evidentes es, por ejemplo, una aplicación más amplia del teletrabajo.

En otros análisis podemos ver la sombra de quien está interesado en promocionar sus propios intereses y así, el que vende zapatos, interpreta que la gente andará más a partir de ahora por las razones que sea.

Otros análisis son simplemente absurdos como afirmar que, justamente a partir de ahora, la tecnología tendrá un papel más protagonista en nuestras vidas y nuestra economía. Como si desde el siglo XVIII no fuese el avance de la ciencia y la tecnología el gran motor que mueve, aceleradamente, nuestras vidas y nuestra capacidad de crear riqueza. Ésta ciertamente no es la novedad que nos trae la pandemia.

Impacto psicológico

Lo que sí es cierto, es que las medidas de confinamiento han generado en todos nosotros un impacto psicológico intenso, dado que hemos vivido escenarios irreales y asumido rutinas muy distintas de las que estábamos acostumbrados. Y quizás este factor propicia que pensemos que si nuestra cotidianidad ha cambiado tan radicalmente en tan poco tiempo, también el mundo puede cambiar radicalmente como por arte de magia.

«La construcción de un futuro mejor y de una nueva economía
no depende de este nuevo virus, sino que está,
y siempre ha estado, en nuestras manos.»

Sin embargo, es algo ingenuo pensar que el virus nos traerá una «nueva» economía que sea respetuosa con el medio ambiente y en la que todas las personas tengan cubiertas sus necesidades materiales.

En primer lugar, porque la definición de los equilibrios necesarios para esta nueva economía no son evidentes y existen muchas sensibilidades legítimas que deben ser armonizadas.

En segundo lugar, porque los nuevos equilibrios surgen de la lucha entre los que querrán defender sus intereses y el retorno a la situación previa, y los que querrán aprovechar el momento actual para impulsar una nueva situación. Sin embargo, este conflicto social no es parte de una nueva normalidad, sino que se trata de la normalidad de siempre.

Este conflicto cuenta con grandes poderes que al final dependen de lo que hacemos y aceptamos todos los ciudadanos, de nuestras preferencias como consumidores, de nuestra exigencia al elegir políticos capaces y honestos, y de nuestras decisiones cotidianas que demasiadas veces contribuyen a crear situaciones que después rechazamos como injustas.

El poder de la educación

La educación es quizás el arma más poderosa para construir sociedades de ciudadanos informados y críticos, no manipulables por discursos demagógicos, que de manera persistente exijan a sus dirigentes eficacia y honestidad, que sean capaces de detectar y rechazar la parcialidad en los medios de comunicación, que sean tolerantes con la diversidad y que actúen con valentía y determinación en la construcción de instituciones democráticas inmunes a la corrupción en todas sus formas.

Seguramente pecaríamos de ingenuidad si pensamos que este camino es fácil y rápido. Pero lo que no debemos pecar es de desesperanza y debemos aportar nuestro esfuerzo individual y continuado para discernir qué decisiones personales pueden favorecer una economía, más justa y sostenible.

Nada cambiará mágicamente por el efecto del virus. La construcción de un futuro mejor y de una nueva economía no depende de este nuevo virus, sino que está, y siempre ha estado, en nuestras manos.

Joan JIMÉNEZ
Economista
Publicado originalmente en RE catalán núm. 103

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