Se canta con todo el cuerpo

Se canta con todo el cuerpo

Entrevista a Montserrat Español Dotras, soprano

–¿De dónde viene Montserrat Español?

Nací en Barcelona, en el año 1947, en el barrio de la Sagrada Familia. Mis padres, cuando yo nací, eran un matrimonio joven. Soy la mayor de cuatro hermanos. Mi madre se dedicó a la crianza de la familia y mi padre fue electricista y payaso. La vocación artística de mi padre fue mi primer acercamiento a los escenarios. El mundo del arte desde muy pequeña fue para mí importante. Sin embargo, en aquella época no imaginaba que pudiera dedicarme al mundo del canto. Nunca pensé que yo pudiera cantar.

–¿En qué momento descubriste el canto en tu vida?

–Aún joven, cuando trabajaba en una empresa como secretaria, sentía que necesitaba otra cosa y entonces vi que podía dedicarme a alguna actividad artística y pensé en la música. Entonces, había unas clases de solfeo nocturnas. Una profesora me dijo: “tú, ¿por qué no cantas?”. Ella vio que tenía voz apta y me propuso que hiciera una entrevista con la catedrática del Conservatorio de Música de Barcelona Conchita Badia. Tendría unos veintitrés años.

La maestra Conchita me dijo: “cántame alguna canción”. Yo le dije: “no sé qué cantarle”. Y ella me contestó: “alguna cosa sabrás qué cantar”. Entonces me lancé y canté una pieza popular catalana, sin acompañamiento. Me escuchó y me dijo: “bueno, no la conozco, pero ya me sirve para que puedas entrar y tomar clases de canto”.

A partir de allí comencé a conocerla a ella, a conocer su profesionalidad, su estilo no sólo como cantante, sino como mujer, con una profundidad y una libertad de espíritu amplia. Se sentía señora de las cosas que hacía, no quedaba encerrada en lo común profesional. En el escenario, cuando cantaba, al público se lo hacía su amigo. Se entregaba de tal manera que formaba una unidad con los que le oían. Al interpretar, vivía mucho las canciones y esto la hacía muy cercana al público que estaba con ella.

–¡Qué suerte tener esta gran maestra!

–Es cierto, porque ella me hizo reconocer el don de la música y de la interpretación. Conchita Badia de muy joven entró en la Academia Marshall y, en seguida, demostró grandes cualidades, de tal forma que el maestro Enrique Granados la tomó como alumna privilegiada y le fue ayudando a que ella pudiera desarrollar plenamente su carrera. En aquella época conoció a grandes autores que se apoyaron en ella para presentar mundialmente algunas de sus obras, entre ellos Pau Casals.

Estuve con la maestra Conchita Badia sólo dos cursos porque ya era mayor y, al morir, continué con otra gran maestra, Pura Gómez de Ribó, catedrática también. En 1982, después de diez años de estudio, fui Premio extraordinario final de carrera en el Conservatorio. Al acabar esta formación en Barcelona, me fui a Italia a perfeccionar repertorio.

–Profesionalmente, ¿qué vino después?

–Al volver a Barcelona, me di cuenta de que mi manera de ser no iba con el mundo de la ópera y me dediqué a dar conciertos y a la docencia. Tuve oportunidad de cantar en el extranjero, en varios países de Europa y en algunos de Latinoamérica. En China se me ofreció dar clases magistrales de canto.

En mi repertorio interpreté música de Mozart, Haendel, Haydn, Schubert, Schumann, Puccini … También canción popular catalana y clásica española.

–¿Qué es la voz?

–La voz es el instrumento musical que está unido a la persona, surge del propio cuerpo. Porque es el aire que pasa por dentro de la persona y fluye hacia fuera transformado en sonido. En el instrumento de la voz todo influye: un disgusto, una alegría… En el cuerpo hay distintas partes que intervienen en esta función. Por ejemplo, la respiración se ha de aprender a graduar para poder hacer tanto los pianos como los fuertes, pasando por todas las gamas. Los huecos que hay en el propio cuerpo nos sirven para poder ampliar la voz apoyándonos en los distintos resonadores. Gracias a la técnica, la voz hablada puede llegar a tener más profundidad y más altura y se puede oír más a lo lejos.

–¿Cómo se cuida la voz y cómo se cuida la cantante?

–La voz se ha de cuidar pensando que no le conviene ningún tipo de estragos. La persona ha de tener consciencia de que es toda ella su instrumento. Hay que cuidarse de los resfriados, los dolores de garganta… En general, las cosas que atañen al cuerpo afectan. Dormir bien, comer sensatamente, tener una estabilidad emocional. Uno puede disfrutar, pero con una cierta coherencia, incluso hemos de tener presente que cuando hablamos en un lugar donde hay mucho ruido esto perjudica a la voz.

Volviendo a Conchita Badia, era una mujer con una voz prodigiosa. Pues ella se cuidaba, pero como era una persona muy libre si iba, por ejemplo, a un pueblo y le pedían que cantara, aunque no tuviera acompañamiento lo hacía. Si veía una persona que estaba triste no le importaba cantarle sin mas, porque era muy sensible a las personas. Veía una persona preocupada, con dificultades y le surgía cantarle una canción a mitad de la calle o por teléfono. Sus amigos se acuerdan de esto de una forma muy particular. Era una manera de compartir su don. Si ella veía que era para algo que valiera la pena o hiciera falta, ella cantaba y con mucha entrega.

Voy a contar una anécdota que yo viví. Le pidieron a Conchita que grabara un disco y así lo hizo. El fotógrafo quería hacerle una fotografía con ella al piano y vino al conservatorio mientras estábamos en clase. Ella le dijo: “mira, hijo mío”, porque era muy cariñosa, “usted piense que si pone en la portada a una señora de mi edad y con el aspecto que tengo, ¿cree que van a comprar el disco? Tenemos que buscar una imagen que atraiga. Yo le voy a hacer una demostración de cómo se van a pensar que canta una mujer a mi edad y viéndome a mí”.  Entonces hizo una parodia de una mujer mayor cantando tan increíble, tan bien hecha, que las alumnas que estábamos ahí nos quedamos de piedra porque tenía un don y un domino de la voz y de la escena. Y después le dijo: “ahora se la canto como yo la he cantado en el disco”. No tenía nada que ver esta interpretación con la parodia y el fotógrafo y nosotras nos volvimos a quedar de piedra. Caray, Conchita qué dominio y qué técnica para hacer lo mismo de una manera y de la otra, increíble. Este disco debió ser de su última época. Cantaba muy bien, dominaba mucho la interpretación. Fue una gran intérprete que valoraba altamente la vocalización. Decía que las piezas cantadas se han de poder entender.

–¿Es sanador el canto?

–Sí, definitivamente, porque a nivel físico al cantar la respiraciones ayudan muchísimo al cuerpo. Cuando respiras y llevas el aire hasta el fondo del vientre, ayudas al diafragma a que salga el sonido y así trabaja una parte del cuerpo que es importante. Cuando haces pasar el aire detrás de las nariz y lo llevas al cerebro y haces que entre dentro de los agujerillos de la cabeza, esta ventilación también sana mucho, como si ventilaras el cerebro.

La otra parte importante es la psicológica: el cantar te transmite un bienestar. “Quien canta su mal espanta”. Tú notas un bienestar emocional al cantar. Las personas que van a las corales lo dicen: “cuando vengo aquí salgo como nuevo, ya ni me acuerdo de los problemas”. Es un rato que te dedicas una actividad que te satisface y te renueva.

–En este momento de tu vida, ¿qué es para ti el canto?

–Es una manera de elevar el espíritu. Oír cantar es muy importante para mí. Disfruto mucho con la música.

Concepción Badía de Agustí, conocida como Conchita Badía o Conxita Badia, fue una soprano y pianista española. A lo largo de su vida artística, tuvo tres maestros: Enrique Granados, Pau Casals y Manuel de Falla. Fue considerada una de las mejores intérpretes de canciones del siglo xx.​

 

 

 

 

ÁMBITO DE ARTE
Universitas Albertiana

Barcelona, España
Abril de 2022

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