En línea con la sección Pliego monográfico de la presente edición de la revista RE referente a «saborear la vida» me lleva a la curiosa expresión sefardí «Dulce lo vivas», paralela a la de «Buen provecho» con la cual deseamos a los comensales, que los alimentos que ingieren les sienten bien. Pero, en el caso de mencionar la anterior locución, se desea más que una buena digestión, el disfrute de la vida que va más allá; es saborear la existencia, la de uno mismo y la de los que constituyen el círculo familiar y amical.
«Dulce…» no se refiere al dato gustoso (que también) sino que atiende al beneplácito discurso del vivir. Sin embargo, alude también al placentero sabor en la boca. Así, no es de extrañar que la repostería sefardí sea cada vez más conocida y degustada en occidente (no olvidemos el mundo de los turrones y mantecados navideños). Esta pastelería es dulce y mágica como el pueblo que la creó. Este ha sabido combinar desde el siglo XV sus raíces españolas con las diferentes tradiciones culinarias de los países de acogida.
Ana Bensadón (*) ha rescatado esta expresión de Dulce lo vivas, siendo experta conocedora de la cocina sefardí. Ha sabido adentrarse en nuestro mundo occidental introduciendo esta repostería, incluso de la mano del famoso chef Juan Mari Arzak y de Benito Garzón, quienes realizan ambos prólogos en el libro que lleva este título.
Encuentro muy sugerente para este número de la revista RE, esta expresión de «Saborear la vida» en la misma línea de saborear los alimentos. «Paladear» es un añadido sublime a la ingesta de víveres. No se trata solamente —que también— de encontrar un gusto apetitoso, sino que además se trata de deleitarse por este sentido del gusto que estimula la función nutritiva, necesaria del organismo humano. Son sabores y aromas que conllevan un sentido emocional, pues recuerdan vivamente momentos especiales que transportan a otros tiempos y situaciones.
A menudo usamos expresiones que se refieren al sentido del gusto que marcan momentos agradables o tristes, como cuando decimos que una situación nos dejó mal sabor de boca. Igual que mencionamos respondiendo que «A nadie le amarga un dulce» al ofrecernos un momento agradable, un viaje o …
Este poético título del libro Dulce lo vivas evoca una de las culturas más dignas de admiración, como es la sefardí; una cocina en la que se mezclan deliciosamente los perfumes de Oriente y los sabores de Occidente. Asimismo, podemos recordar la cita sefardí: «palabra dulce abre puerta de fierro». Y en esta ocasión, es en la novela Los sabores perdidos de Raquel Martos (**), quien nos menciona que «en un plato de comida caben la alegría, el disfrute, la melancolía y el erotismo: en los sabores cabe la vida misma».
Recuerdo vivencias siendo yo niño, en los años 50 del siglo pasado, los maestros nos enseñaban los «cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto», señalando respectivamente a los ojos, orejas, nariz, lengua y manos, dando una palmada. Percibíamos la posible lejanía de la mirada; ya más cercano, el sonido; más próximo, el aroma; paladear, el sabor y ya, a palpar, el tacto. Todos los sentidos del cuerpo humano nos acercaban a la realidad de uno mismo y, a la vez, nos aproximaban al encuentro con los demás.
Este “saborear la vida” que se nos propone en los artículos del Pliego monográfico de esta edición de la revista RE, nos encauza a lo sublime, más allá de paladear un sabor: de tal manera que “sabor” y “saber” forman un tándem donde cabe la sabiduría.
En la religión cristiana se ofrece saborear la palabra de Dios contenida en la Biblia, expresada con la sal para el bautismo, para hallar el sabor de la “palabra de la Biblia”. Contemplando el final de la Biblia, hay un texto en el libro sagrado en el que un personaje ejemplariza la ingesta de las palabras divinas escritas en el santo rollo y en él, encuentra un apetecible gusto de miel. En este libro de Apocalipsis 10,9 dice textualmente: «Yo fui a pedirle al ángel que me diera el pequeño rollo. Él me dijo: Cógelo y cómetelo. Te amargará las entrañas, pero en la boca lo encontrarás dulce como la miel.»
José Luis SOCÍAS BRUGUERA
Barcelona
Julio de 2022
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(*) Ana Bensadón, “Dulce lo vivas” La repostería sefardí. Ediciones Martínez Roca, 2006. Grupo Planeta.
(**) Raquel Martos, “Los sabores perdidos” Una novela con las recetas de Gabriela Tassile. Penguin Random House Grupo Editorial SAU, 2019.