La cultura como arma para evitar la guerra

La cultura como arma para evitar la guerra

A medida que la humanidad va avanzando, se va dando cuenta de que la paz es un reto imprescindible pero muy difícil de alcanzar. En una de las entregas al Secretario General de Naciones Unidas del trabajo realizado por la Fundación Carta de la Paz dirigida a la ONU, el secretario de las Naciones Unidas expresaba: “Nuestro mundo ha cambiado enormemente en los últimos siglos, pero no hemos logrado abolir la cultura de la guerra. Necesitamos actuar a un nivel más profundo para evitar los conflictos violentos antes de que éstas emerjan. Necesitamos la Cultura de la Paz”.

«Ciudadanos de todo el mundo contemplamos con cierta indiferencia
las terribles escenas bélicas que nos ofrecen los medios de comunicación.»
Fotografía de Keithjj en Pixabay

Con motivo del II Congreso Internacional Edificar la Paz en el siglo XXI, organizado por la Fundación Carta de la Paz, tuvimos la suerte de conocer al Dr. Carlos Gómez Restrepo, y su equipo de la Universidad de La Salle. Es un hombre que vivió de cerca el dolor de la guerra, por lo que tomó la opción de trabajar por la paz, y siendo rector de la universidad, con todo su equipo, desarrollaron un proyecto de cultura de paz llamado Utopía. Crearon un campus universitario, en una de las zonas rurales donde el conflicto armado había castigado más severamente a la población colombiana. Con este campus han sido capaces de lograr que muchos jóvenes de Colombia salieran de la espiral de la violencia y de la guerra. Generaciones de jóvenes ahora trabajan como buenos profesionales y otros se preparan para de ejercer de líderes sociales, y con su trabajo y dedicación se han convertido en agentes de paz.

Cuando visitamos este campus, nos dimos cuenta de que el sufrimiento de la guerra hace envejecer los rostros, apaga la alegría de vivir, separa a los seres humanos, siembra desconfianza en los corazones y convierte en enemigos a todos aquellos que te rodean. La guerra es el esfuerzo de sobrevivir, de vivir sin el norte de la estima, de vivir en un espacio donde parece que la amistad no sea posible y donde la gente llega un momento que no se atreve a amar porque tiene miedo a perder la persona querida.

La guerra es la expresión máxima de lo que llamamos dolor estúpido, de aquel sufrimiento generado por voluntad de los seres humanos y que si quisiéramos lo podríamos evitar. Es hacer sufrir por hacer sufrir, la situación máxima de desprecio, de confiar en el mal, como si fuera en sí mismo un remedio para resolver una determinada situación. El colmo de todo es utilizar la guerra como herramienta para lograr un bien, como un instrumento para llegar a lograr más justicia y más paz.

También sorprende el voyerismo del resto del mundo, que no sufre la guerra. Ciudadanos de todo el mundo que contemplamos con cierta indiferencia las terribles escenas bélicas que nos ofrecen los medios de comunicación social o los medios audiovisuales que nos distraen con cómics, relatos, películas o videojuegos, donde el argumento principal es el dolor y la muerte infringida a los demás. Eso sí, antes nos han puesto un letrero en la carátula, advirtiendo de la maldad de las imágenes.

Es necesario trabajar para que en nuestras sociedades se cultiven los valores que construyen paz. La palabra cultura viene de cultivo y esto pide remover la tierra, y sacar la semilla del resentimiento y del odio que ha quedado depositada después de años de conflicto. Se necesita sanar los corazones, las mentes, las almas de las personas, de los grupos, entidades, y, después, con paciencia, dedicación, esfuerzo, sembrar semillas de paz.

Sembrar la paz, cultivar la paz, es empezar a entender que sólo desde la cultura de la paz, recogeremos frutos de justicia y libertad. Hombres como el rector de Salle y su equipo, nos hacen ver que hay que poner por delante la herramienta de la educación para ayudar a generaciones enteras a salir del círculo de la violencia. Una tarea larga, costosa y que requiere muchos recursos. Pero utopía, se ha convertido en una esperanza para muchos jóvenes colombianos —y de todo el mundo— que ahora pueden escoger entre ser soldados, guerrilleros, cultivar droga, malviviendo de la muerte y de la violencia, o ser profesionales, que con sus conocimientos y trabajos alcanzan unos frutos que posibilitan la convivencia.

Acciones como este campus universitario nos hacen entender que la paz es posible, que la cultura de la paz no es una utopía, un sin lugar, sino que es una eutopia, es decir, un buen lugar para cultivar la paz y acabar con la guerra.

Diciembre de 2023

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