Oxígeno para la educación

Oxígeno para la educación

Fotografía: Josep Alegre

Algunos elementos esenciales para la vida son invisibles. Uno de ellos es el oxígeno presente en la atmósfera como un nutriente real que necesitamos continuamente para vivir y respirar. Este gas actúa de forma involuntaria, y si es absorbido por nuestro organismo de forma sistemática: insufla, mantiene y desarrolla, ayudándonos a realizar multitud de funciones. Continuamente inspiramos y expiramos para extraer del aire el gas que alimenta nuestras células. Así, con el trabajo de los pulmones y el contacto con la sangre, se inicia un recorrido que llega a cada célula del organismo, provocando beneficios inmediatos. En definitiva, el oxígeno se convierte en motor de salud, principal purificador y fuente de energía.

Es tan vital el rol del oxígeno, que sin él ninguna función de nuestro organismo podría realizarse, las células se deteriorarían y morirían por la falta de ventilación. Si además de la baja oxigenación, añadimos malos hábitos de comportamiento, una dieta carente de vitaminas, la ingestión de toxinas y desperdicios…, el malestar general por falta de los nutrientes necesarios, será evidente por el debilitamiento de nuestro sistema inmunológico que pierde resistencia y eficacia para protegernos. Para afrontar estos malos augurios necesitamos una dieta que fortalezca nuestro sistema inmune, y, si es el caso, repare el daño celular, limpie las toxinas que resultan perjudiciales a nuestro cuerpo y encuentre mecanismos que nos ayuden a sobrellevar el estrés diario.

Fotografía: Josep Alegre

Vientos desfavorables

La escuela funciona como un ser vivo, y necesita ese oxígeno, nutriente sistemático, purificador invisible, que alimente cada célula provocando beneficios inmediatos. Ante el agotamiento educativo tras un curso intenso y anómalo, con un remate impuesto, inoportuno y sin contar con los que los tienen que aplicarlo, en el que se han añadido muchos cambios organizativos y curriculares, el entorno educativo necesita una reflexión pausada y seria. Ha quedado claro que los puntos de vista del que trabaja directamente, del burócrata que la dirige desde fuera o del que pasaba por allí…, están alejados, olvidando muchas veces quien es el verdadero protagonista. La escuela ha de responder fundamentalmente a aspectos pedagógicos, y en este absoluto despiste, se respiran aires de des empoderamiento, de sobreprotección, de tapar lo desagradable, de justificación incoherente, de crítica a los profesionales que la llevan a la práctica.

En situaciones como esta salen a la luz las carencias y fortalezas, porque los cambios comportan decisiones, preparaciones…, y el personal impotente y arrollado no llega a tiempo para todo lo que se le demanda. En este mundo distraído y descentrado, solo despertando de la anestesia, viendo con otros ojos y sintiendo con otro corazón, atravesaremos la exterioridad para habitar la interioridad donde brotan la responsabilidad, la autonomía, la empatía…, a las que no se llega con la cultura del narcisismo, materialismo, mercantilización y espectáculo tan presentes en nuestros días. En la educación cada uno ha de estar en su lugar con calma, menos escusas y más esperanza, rescatando los vínculos. Sobre el papel todo está claro, es bonito y hasta bueno, pero la realidad distorsionada, el saber generalizado en las cuestiones educativas  que se dictan a los profesionales que aplican la educación…, acrecienta la disfunción.

Fotografía: Josep Alegre

A contracorriente

No es bueno lo que rodea a la escuela impidiéndola crecer: la burocracia de la educación, los cambios más económicos que pedagógicos, la dejación de funciones, la interpretación equivocada de la libertad, las actitudes defensivas y sobreprotectoras que se disfrazan de cuestionamiento o desautorización, las posturas confrontarías sin autocrítica ni reflexión…, plantan semillas de mala educación. En la teoría la educación es un derecho y nadie diría que no es un valor, pero después los hechos no lo confirman y no cuidamos a los profesionales tanto materialmente como en su reconocimiento. Si la buena educación contribuye a una sociedad más justas y equitativa, también los recursos económicos deben reconocerlo. No sirve decir que la educación es muy importante si después se la minusvalora, se opina con ligereza olvidando las necesidades colectivas.

El poder de la desinformación es muy fuerte, destructor y dañino, y da la impresión que en lo personal estamos retrocediendo por los extremismos, las tensiones y la falta de respeto. Urge colocar bien las piezas estando cada parte en el lugar que les corresponde en la búsqueda de cambios reales y efectivos. Un proyecto de escuela no puede moverse en su esencia por opiniones o puntos de vista unidireccionales e interesados que salten los principios del respeto y del apoyo. Como adultos nos toca revisar estos impulsos para ubicarlos mejor y favorecer el crecimiento de nuestros hijos e hijas que están aprendiendo a aprehender. Necesitamos una humanización mayor que guie y de sentido a todo lo demás y para ello hemos de mirar nuestras conexiones.

Fotografía: Josep Alegre

La suave brisa

Necesitamos recuperar el sentido de la escuela con una mayor humanización capaz de impulsar el cambio social. Apremia colocar las piezas en orden de importancia, distinguir lo accesorio de lo primordial, reconocer la especificidad de la escuela que trabaja en un proyecto común en favor de todos los alumnos. Nuestros hijos son de la vida y hemos de prepararlos para volar con seguridad y consistencia y para que crezcan como adultos libres y autónomos. En la base de la transformación ha de situarse un rigor científico y una reflexión docente, y reconocerse las buenas y cada vez mejores maneras de trabajar la educación. El paso de un núcleo familiar cálido y acogedor, a un entorno colectivo, institucional, con normas y reglas, es necesariamente diferente del familiar.

Los profesionales de la educación son los que están en el día a día de la realidad individual y colectiva, y en el latir del colegio y del aula, y al final eso es lo que ha de tenerse en cuenta. Allí ven, escuchan, aprenden…, en un ambiente familiar, acogedor…, que enseña a vivir y descubrir los talentos de cada uno, que mantiene abierto a los conocimientos útiles, al desarrollo de las competencias y habilidades, a la lealtad de un gran corazón que emociona, se emociona, sueña y deja soñar. Utilizan estrategias metodológicas centradas en el alumno, educando a fuego lento y a pie de aula. El estado de calma que se genera beneficia a todos, nos hace más receptivos porque nos respetamos, protegemos y ayudamos, primero emocionalmente y como personas para después pasar a mejorar el currículo. El educador está ahí siempre que se le necesite, acompañando el espacio de creatividad, creando vínculos emocionales…, que potencian el aprendizaje y las capacidades de cada alumno.

Fotografía: Josep Alegre

Abrir ventanas

La saturación normalmente genera bloqueo emocional e intelectual, y por el contrario el bienestar físico y emocional es esencial para el crecimiento. La educación trabaja con personas y por eso potencia los valores necesarios para mejorar el mundo en que vivimos y viviremos. Es un aprendizaje permanente apoyado en la ternura, el cariño y el interés por construir un mundo mejor respaldado en los valores simbólicos de la lengua, el arte, la historia, la ciencia, la tecnología…, pero también en la proximidad, la relacionalidad, la urbanidad, la prudencia… Los conocimientos no nos pertenecen y solo son útiles si se comparten, porque solo es posible evolucionar desde un aprendizaje continuo que también recibimos de los niños, de los compañeros, de las familias… Ver, descubrir, comprender, respetar, confiar y creer, se convierten en acciones imprescindibles que dan vida e impulsan a crecer hacia el infinito.

El educador siempre piensa en el crecimiento del alumno, su tarea no se improvisa ni se especula. Exige una presencia plena, que se ve reforzada con el apoyo de las demandas, que solicita en pro de que sus alumnos puedan volar seguros, consistentes, libres, autónomos y solidarios. Por eso, si queremos educación, tenemos que cuidar a los educadores desde todos los lugares implicados, creando un cordón umbilical invisible que conecte la administración, las familias y la escuela, que acerque posturas y cree confianza y complicidad. La escuela ha de apoyarse más en los recursos humanos y materiales que en la burocracia. Necesitamos recuperar el esfuerzo y el trabajo bien hecho, tener unos educadores bien preparados que crean en el potencial de cada alumno, que confíe en que todos saldrán adelante y sacaran lo mejor de sí mismos.

Defender la educación pasa por defender a los educadores y cuidarlos. Necesitamos cuidarnos entre todos: alumnos, educadores, familias, administración y sociedad, porque el bienestar físico y emocional es imprescindible para aprender. La sociedad tiene que activarse en esa defensa de la educación y de los docentes: empresarios, familias, medios de comunicación… Exigir que se cumpla con el propio deber, valorar, reconocer, hacer saber y destinar los recursos suficientes para la educación (salarios, infraestructuras y servicios). Hemos de decir adiós a las escusas y hacer frente a la misión, parar para reparar, pasar de narradores a protagonistas, buscar las mejores herramientas para vivir en la moderación, en dialogo, en encuentro y corresponsabilidad, y vigorizar entre todos una escuela cooperadora y que nos integra.

Fotografía: Josep Alegre

Respirar en profundidad

La educación es una tarea incierta que genera inseguridad. Oxigenar nuestra escuela pasa por vivir y dejar vivir, por realizar una autocrítica y reflexión, por nutrirse de aquello que puede mejorar la educación, siendo parte de un mundo mejor desde mi pequeña parcela. Cuidar la educación pasa por hacer saber que se la valora reconociéndola, defendiéndola y desmontando bulos, preservando las cosas que funcionan, exigiendo a los gobernantes que cumpla con su deber ante ella, utilizando las redes sociales o las organizaciones para valorar la tarea de los maestros, confiando en la escuela que decide por criterios pedagógicos, reforzando sus decisiones que son las mejores posibles y las más meditadas, continuando desde las familias la formación del aula…. Ser consciente de lo que no sé, vivir esta experiencia de carencia, nos abre al deseo de aprender y potenciar una buena educación que nos favorece a todos.

Lo primero son las personas y después las metodologías, competencias, innovación… Los cambios frecuentemente son de todo menos de recursos y las mejoras sin recursos no pueden tirar adelante. Crear las mejores condiciones para una educación personalizada y de calidad pasa por la reducción de ratios y el aumento de recursos humanos y materiales, para que maestros y alumnos puedan ser su mejor versión. El profesor de hoy trabaja a través de un tema las habilidades a desarrollar en cada alumno según los ocho tipos de inteligencia (lógico-matemática, lingüística, espacial, musical, kinestésico-corporal, intrapersonal, interpersonal y naturalista) y en un trabajo cooperativo. La información es el punto de partida, motivo de aplicación de las capacidades que tiene cada alumno y que queremos ayudarle a desarrollar. Lo que se estudia sirve para llegar a las habilidades que se quieren desplegar. Las distintas técnicas y dinámicas, sirven para potenciar el desarrollo de las competencias de los alumnos desde los distintos tipos de inteligencias.

Fotografía: Josep Alegre

Energía vital

El profesor busca constantemente. Selecciona, clasifica los materiales para promover distintas actividades que suponen un reto constante y de superación, también para el profesor. Pensando en el alumno, prepara unidades didácticas desde un punto de vista globalizado. Al final del proceso se realiza la coevaluación y autoevaluación para que los alumnos; siendo protagonistas, se den cuenta de los errores y puedan corregir los suyos. Además completa todo el proyecto con propuestas motivadoras del entorno en centros de investigación, museos, auditorios, universidades, teatros, empresas…, en los que se realiza la aplicación directa. El profesor está continuamente trabajando en equipo. El proyecto de aprendizaje es de centro. Los métodos y técnicas, surgen del ideario de la escuela. El profesor aprende al mismo tiempo que enseña, acompaña y ayuda a los alumnos. El rol de cada uno de los participantes en equipo de profesionales de la escuela, va saliendo según las necesidades. Se basa en el reparto de tareas atendiendo a las habilidades de cada uno de sus componentes.  Es en esencia un trabajo integrador e inclusivo que aprovecha las habilidades de cada uno.

Educar es una pasión plena de vocación y motivación en la que se quiere, incluso aunque no tenga retorno. El profesorado de hoy en día trabaja mayoritariamente a la manera del siglo XXI y merece los recursos, todo el respeto, consideración y credibilidad de la sociedad y sus gobernantes, porque están dotando de sentido a la ciudadanía del futuro, sin buscar el ansia de poder, el ánimo de lucro, la rentabilidad económica…., que mueven muchas de las actividades en la sociedad actual. Merece el apoyo total en su profesión y en la presencia diaria al lado de los alumnos, precisamente porque la escuela impulsa valores constructivos esenciales, que no suelen coincidir con los ofrecidos en la sociedad actual. Porque educar es una pasión que invita a caminar, sembrando, creyendo, construyendo, iluminando, dando amor, dibujando sonrisas, regalando motivos de alegría, hablando de paz, transmitiendo alivio, creciendo, gritando, descubriendo soles que alumbran, mirando con esperanza…, aprovechando hasta la última gota del oxígeno invisible que impulsa nuestra vida.

 Josep ALEGRE
Profesor, filólogo y educador socio-cultural
Barcelona, España
Agosto de 2022

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