La vida te empuja

La vida te empuja

Fotografía: Josep Alegre

Tras el impulso materno amanecemos a la vida. Desde ese momento coexistimos alimentados por un flujo dinámico que nos acompañará en la aventura de vivir. Coincidimos, pero necesitamos conectarnos a ese latido compartido de gran impacto para todos. Nuestro cerebro se ilumina al asociarse de manera transparente, integra y confiada. Una sinfonía profunda comienza a tararearse con la interacción y el trato. Con esas conexiones significativas nos sentimos a salvo y dejamos la puerta y la mente abiertas y libres para nuevas posibilidades de acoplamiento. Sentirnos conectados nos da tranquilidad y nos fortalece porque nos sentimos acompañados en nuestra necesidad innata de pertenencia. Con estas vitaminas nos sentimos con fuerzas para salir de zonas cómodas que nos llevan a la apatía y acometer nuevos territorios de aprendizaje que nos ponen a prueba. Es aquí donde empieza el desarrollo creativo personal al afrontar nuevas situaciones aparentemente imposibles. Este romper con lo rutinario te pone en contacto con gente nueva y con experiencias gratificantes. Eliminar la zona de confort te empuja a vivir.

En este nuevo escenario todo está en danza, en movimiento, y nosotros con ello incapaces de imaginar el futuro que viene. Es un co crear empoderante en el juego infinito de la vida donde no hay tiempo, reglas, ganadores o perdedores…, porque lo importante es participar, seguir jugando y viviendo al máximo los juegos finitos parciales. Esta perspectiva nos ensanchada y nos mejora como los seres libres y completos que somos desde el origen. Pero para llegar a esto hay que mirar en perspectiva más allá de la repetición inconsciente de los patrones o programas establecidos que frecuentemente sacrifican nuestras ilusiones y la conexión con la vida que siempre nos vivifica. No podemos perder esa disposición humana común de engrandecimiento y por eso hemos de proveer de savia a todo nuestro ser integral. La vida de cada uno ha empezado por iniciativa de otros, pero llega el momento de pasar de ser activado a ser activador que toma iniciativas. Ser tú quien empuja hace realidad tú ser vital que te enlaza, te comunica, te extiende y te hace genuinamente libre.

Fotografía: Josep Alegre

1.- Encuentros en la realidad

Al abrirse a nuevos paradigmas y horizontes, la escuela toma el relevo de la familia como lugar de encuentro en el camino donde todos estamos en transformación. Una metamorfosis que se centra de manera prioritaria en favorecer que esos espacios y tiempos se llenen de vida, a través de un ambiente cálido que ayude a desplegar el corazón de la institución educativa. Ese es el cimiento solido que ofrece unidad, referencia  y dirección, para un itinerario que hemos de corroborar dirigentes, docentes, alumnos y familias. Esa identidad colectiva descansa en hábitos, actitudes, valores… que se retroalimentan en el día a día con una reflexión personal sobre lo que hay que dejar de hacer, comenzar a hacer o continuar haciendo, según nos disperse o vincule al proyecto común de oportunidades compartidas.

El coexistir diversidad de personas, ideas, anhelos…, comporta ideas entremezcladas que pueden ser motivo de discordia: competitividad y colaboración, desinterés y empeño, conflicto y convivencia… Todo son realidades y oportunidades que hay que tener presentes intentando combinar la individualidad de cada ser (profesorado y alumnado) y la cordialidad que impone la vida en común. Ese es el lugar de encuentro en el que la igualdad de oportunidades ha de concretarse con la máxima satisfacción posible para todos. Logro que se consigue con una formación integral del alumno en contenidos, habilidades, actitudes y valores, y que se concreta en el desarrollo concreto de las distintas actividades. Es un intercambio de vida que sale del interior y es vital porque ha de empujar al crecimiento y la autorrealización, es decir a vivir en plenitud.

El entorno del aula puede convertirse en el trato cotidiano, en una experiencia de encuentro basada en la relación educativa que se desarrolla entre docente y alumno: con el vínculo que se crea en busca de la verdad, las relaciones que se viven de inclusión y respeto de la diversidad, el permanente diálogo, psicológico y vital que se establece… Ese ambiente acogedor en el que se prioriza el ser humano, en el que cada uno (profesores y alumnos) puede aprender, en el que se promueve lo mejor que a cada persona ha de encaminarle a conseguir su propósito en la vida… En ese buscar la verdad juntos iluminado por los valores, se construye la vida de cada uno integrando las diferencias y potenciando lo común que nos transciende en el proyecto educativo que compartimos. Repensar la escuela como lugar de encuentro es una responsabilidad compartida y los diversos actores han de asumir los compromisos que les corresponden en el quehacer educativo, apoyando y acompañando, generando alianzas y modelos compartidos.

Fotografía: Josep Alegre

2.- La savia eficiente

La contribución del educador en el proceso de aprendizaje-enseñanza  para la vida se apoya en una relación de confianza y seguridad por ambas partes, que se va consolidando al adoptar una actitud de empatía y flexibilidad. Las habilidades para afrontar la vida real que va aportando tienen un sentido que ayuda a conocer, imaginar y transformar desde la realidad emocional en que viven y desde el vínculo que favorece el desarrollo. El docente ha de ser noble y llano en la interacción con sus alumnos y asumir la responsabilidad de conectar y ser referente en la vida de los alumnos como guías de razonamiento y de creación de su proyecto personal. La comunicación, cooperación y colaboración entre ambos, potenciará las habilidades sociales y ayudará a fijar los aprendizajes dentro de un entorno diverso e incluyente.

Este aprendizaje empieza desde casa educando en la parte emocional, adjudicando responsabilidades y rutinas vitales que pueden asumir, implicándolos en aquello que le haga sentir participe del micro universo de la familia. El niño desde el principio ha de entender que todo este quehacer también es suyo. También los adultos hemos de hacer el esfuerzo de ponernos en el lugar del niño para entenderlo mejor y favorecer aquello que le permita ser libre y feliz. Sólo cuidando y potenciando su talento interior emergerán sus fortalezas personales y se pondrán en movimiento las grandezas importantes que atesora. En ocasiones los mayores repetimos patrones de despreocupación, que generan hijos miedosos, transgresores, déspotas, o de sobreprotección, que dan como resultado hijos despreocupados, indefensos y torpes.

Un educador eficiente en el día a día transmite confianza, genera seguridad, alivia la tristeza, reconoce el esfuerzo… Sus habilidades cognitivas y su capacidad de comunicación verbal y no verbal, su observación sensitiva e inteligente, su talante entusiasta y optimista, su saber estar informado y paciente…, son rasgos facilitadores y refuerzos en la relación educativa. Elogiar sus progresos le ayudará también al alumno a darse cuenta de sus habilidades y hacer frente a los retos y contrariedades que vendrán. Ofrecerle una visión valiosa, grande y sincera de sí mismo le ayudará también a no estar tan pendiente del reconocimiento externo para sentirse bien. El propio educador al abrirse a esa vida y conectarse, descubre un encuentro maravilloso en el que es posible la verdadera educación que nos hace a todos más grandes y mejores.

Fotografía: Josep Alegre

3.- Nuestra mente nos modela

Frecuentemente admitimos limitaciones en nuestra manera de ser que no favorecen nuestros deseos profundos, nos vamos desanimando y nuestra autoestima decrece. Pero esta manifestación, aparentemente superficial, se enraíza en la realidad más profunda de cómo nos vemos y nuestra forma de vivir. El trinomio ser, ver y valorar afectan y determinan nuestra vida material y mental hasta convertirnos en aquello que pensamos. Podemos activar y mantener emociones aflictivas u optimistas que marcaran caminos diferenciados hacia la desesperanza y la frustración o hacia la grandeza que anida en nuestro ser. Tenemos que reinventar nuestra forma de mirarnos y, desde un trabajo consciente, llegar a lo profundo de nuestro ser donde está lo auténticamente importante que gesta el sentido de nuestra vida.

La primera experiencia de nuestro ser es la oscuridad, no es agradable pero es parte de lo que somos. Admitir y responsabilizarse también de esa verdad que envuelve nuestra existencia, aceptar y asumir nuestro lado de sombra, nos sitúa en la mejor disposición posible para experimentar el ser. De lo contrario esa negrura saldrá de la manera más inoportuna e indeseada que puedas pensar y la proyectarás en los demás, viendo en ellos lo que tú rechazas y eres en realidad. No tengas miedo a la luz que ilumina todo tu ser y que te une a la bondad, verdad y belleza que coexisten contigo. Elige la alegría, el compartir, el valorar, la calma, la verdad, la confianza, la conexión… y libérate de tus miedos, de la necesidad de ganar, tener razón, sentirse superior, poseer sin límite… Tú eres mucho más que tus resultados.

Cada nueva vida invita a retomar y hacer crecer las creencias y valores que mueven la nuestra. El ser humanos conscientes comienza en la atención de nuestro motor interior para así poder invitar a hacer lo propio a los hijos o alumnos. Posicionarse en la vida es una manera de extender y fortalecer nuestra humanidad desde dentro y para todos. De lo contrario iremos perdiendo nuestra originalidad, nuestro compromiso en la vida y nuestro ser en un universo de universos. Nuestra relación con la vida nace en nosotros, se guarda en nosotros y se proyecta desde nosotros en un proceso que ha de ser de crecimiento y de fiesta. Es necesario estar atentos para fortalecer las bases, ser nosotros mismos, afianzar  y empujar entre todos, esa vida que te empuja a vivir.

Josep ALEGRE
Profesor, filólogo y educador socio-cultural
Barcelona, España
Mayo de 2024

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