El impresionismo y la pintura japonesa

El impresionismo y la pintura japonesa

El impresionismo representa un gran cambio en la historia del arte. Es una fuerte sacudida a la pintura clásica. El principal exponente es el grupo de “los rechazados” que no pueden optar a la exposición anual del Palacio de la Industria de París, construido por Napoleón III que solo admitía cuadros clásicos. Fue en el año 1863 que fueron rechazados, según dicen, más de 2.500 obras que provocaron una estruendosa queja de quienes no aceptaron sus obras. Fue Napoleón quién posibilitó que expusieran sus obras en el estudio del fotógrafo Nadar en el año 1874. Una pintura era de Claude Monet (1840-1926) titulada Impresión: sol naciente. Este grupo de rechazados publicó durante un tiempo una revista sobre el impresionismo.

La fotografía en blanco y negro iniciaba una crisis especialmente para los pintores que se dedicaban al retrato, y otra crisis en paralelo era la que acuciaba a la cultura académica clásica. Muchos pintores despreciaban frecuentar las academias por las exigencias de trabajo tradicionales que les obligaban a pasar por los distintos oficios: preparar los colores para el maestro, dibujo al carbón para ejercitar el claro oscuro, aprender las perspectivas en los cuadros, etc. Los jóvenes aspirantes no participaban activamente de las tertulias de los maestros, muy frecuentes a partir del atardecer, cuando la luz del día amainaba. Simultáneamente nacía una pintura “alocada” que se centraba más en la luz y el color para expresar muchas realidades de distinta manera: simplificaban, idealizaban los temas y obviaban los pequeños detalles para entrar en un estallido de colores.

Recientemente pude visitar en Barcelona una colección de acuarelas y óleos del pintor inglés Turner (1775-1851), la mayoría de ellas sorprendentes, llenas de emoción y otras puramente abstractas; no faltaron algunos cuadros costumbristas que podrían ser englobados en cualquier escuela clásica, como la holandesa. La simplificación de los trazos, tanto en las acuarelas como en los óleos, y las manchas de pintura muy pensadas ofrecían un emocionante aspecto. Con ello, no quiero decir que Turner fuera considerado impresionista, pero si puedo cualificar que algunos lienzos y acuarelas eran propias de un precursor del impresionismo. El gran mérito que se debe conceder al impresionismo es punto de arranque de una nueva pintura que cada vez más abstrae la realidad, abre paso al cubismo, al fauvismo, a las formas picassianas o al más puro abstracto, entre otras. Podemos afirmar que sin esta ruptura pictórica seguramente hubiera tardado mucho en conseguirse las más diversas formas de arte pictórico que tenemos actualmente.

En la mitad del siglo XIX aparecieron muchos artistas que intuían una nueva pintura más suelta y más simple de formas. Por ejemplo, en el Norte de Italia había grupos de pintores, bastantes bohemios, que se reunían en grupos para pintar con un nuevo estilo; podemos recordar los Macchiaioli, eran las manchas de color intencionadas que incluso estaban unidas por trazos simples. Me atrevo en este relato sobre el impresionismo a recordar unos antecedentes pictóricos en la lejanía de tiempos, como pueden ser las pinturas rupestres, o la simplicidad del románico, o también algunas pinturas y apuntes de Goya.

Una novedad que ofrecen los impresionistas es que muchos de ellos se dedicaron a pintar au plein air en la calle, en el campo, en las orillas del mar y en distintos ambientes al aire libre. Otra realidad es la que ofrecía, por ejemplo, Monet que pintó más de treinta cuadros de la fachada de la Catedral de Rouen para sacar partido de la luz y del color. ¡Con cuanta maestría plasmó la luz del atardecer o del amanecer! Estos pintores aprovecharon las ventajas que les ofrecían los tubos de pintura al óleo que fabricaron primero la casa Winston de Inglaterra y otras que iban apareciendo, o las cajas de pintura que a menudo las utilizaban como soporte para las telas, o el sencillo invento del caballete de madera. En aquel tiempo ya funcionaba el tren que seguía paralelamente el río Sena. Muchos pintores se desplazaban en este novedoso invento para crear sus obras. También se conservan fotos que utilizaban para hacer los esbozos de figuras humanas. Recordemos las bailarinas de Degas. Ciertamente sería difícil conseguir un posado de una bailarina sosteniendo su cuerpo en la punta de los dedos del pie. En aquellos momentos la ciudad de París estaba creciendo de manera asombrosa reconstruyendo sus grandes avenidas y edificios a causa de la postguerra. En los alrededores aprovechando que algunos edificios no habían caído bajo la fuerza de la piqueta se reunían por ejemplo en el Moulin de la Galette o en Montmartre.

La variedad de fuentes de inspiración fue magnífica ya que cualquier motivo les daba pie a realizar una obra maestra. ¿Quién no recuerda una silla de Van Gogh, o un cielo estrellado?

En París había una tienda llamada La puerta de China donde se podían encontrar porcelanas, estampas, vestidos, abanicos de China y de Japón. Se cuenta que el pintor y escritor Hokusai (1760-1849) había repartido muchas estampas y grabados de buen tamaño. En el año 1856, el pintor Félix Bracquemond cuando desembaló unas porcelanas que había solicitado al Japón se dio cuenta que se trataba de unas páginas de un libro de Hokusai. No le faltó tiempo para mostrar estas páginas a sus amigos artistas impresionistas. Monet hizo un retrato al óleo de su esposa Camila vestida con un kimono, pero es muy significativa la espectacular decoración que Monet hizo en su finca de Giberny cerca del río Sena y a pocos kilómetros de París. Allí estableció el último estudio, donde vivió una larga crisis emocional después de haber perdido la visión y haberla recuperado tras la operación de cataratas. Poco tiempo pudo gozar de sus nenúfares, plantas de agua y del puente típico japonés que imitaba las pinturas de Hokusai. Hoy se puede visitar su estudio que con verdadera emoción invita a entrar en un remanso de belleza y de paz. También la pintora Mary Cassatt hizo dos cuadros inspirada en los envoltorios que regaló el pintor japonés Hokusai: El peinado y El aseo.
Los impresionistas no tuvieron reparos en inspirarse donde fuera, incluso en grabados, en esculturas, en imágenes, en carteles, en ambientes de circo, pero siempre consiguieron imprimir vivacidad, luz y belleza.

Josep M. FORCADA CASANOVA
Pintor
Barcelona (España)
Septiembre de 2022

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