Llevamos un par de años que grandes titulares de las noticias de economía y también de las noticias en general nos hablan de la inflación. En efecto, es un tema que incide en el bolsillo de todas las familias. Los precios suben sin cesar y las familias no alcanzan con sus limitados presupuestos a cerrar el final de mes. Algo parecido pasa con muchas pequeñas y medianas empresas, la energía, las materias primas suben, los costes se disparan y muchas se ven en la disyuntiva de absorber parte de las subidas con cargo a beneficios, o bien trasladarlo al consumidor con riesgo de tener importantes caídas de sus ventas. En ambos casos el resultado será el mismo: caída de beneficios y pérdidas. Ello se puede traducir en una desinversión que afecte gravemente a la economía.
Lo que nadie explica con claridad es cual es la causa de esta inflación. Ciertamente la inflación se desató a finales de 2020, después de los confinamientos y los parones de la economía. Ésta, al ponerse en marcha de nuevo tuvo que hacer frente a cuellos de botella en el suministro de muchas materias primas ya que era difícil acompasar un reinicio global de la actividad económica. Esa coyuntura fue digamos el gatillo de salida de la inflación aunque quizás no muy bien la causa profunda.
Después de un tiempo y superada esta coyuntura vemos que la inflación persiste, por lo cual debemos sospechar que las causas de la inflación son otras que la transitoria puesta a punto después del parón de la pandemia. En aquel momento los gobiernos, en especial EEUU y la UE se resistieron fieramente a prescribir la medicina facultativa de esa enfermedad: subir la tasa de intereses y reducir la cantidad de dinero en circulación. Adujeron que la inflación era algo coyuntural y que pasaría dentro de unos meses. La realidad ha sido tozuda y ha demostrado que eso no era así.
Esa actitud que tuvieron esos gobiernos sólo puede deberse a dos motivos: el primero es que sean bastante ineptos y que no tengan mucha idea del funcionamiento de la economía, sin ser capaces de advertir un tsunami cuando ya ha llegado; el segundo es que haya intereses velados que influyen en las decisiones macroeconómicas de los gobiernos. Poderes en la sombra, o no tan en la sombra, que no velan por el bienestar de los ciudadanos sino por seguir amasando cada vez más riqueza a costa de aquellos que cada mañana salen de casa para ganarse dignamente su sustento y el de su familia.
Si consideramos que son decisiones tomadas por los gobiernos de las principales economías del mundo, con capacidad de contratar a los mejores economistas y obtener los informes y previsiones más precisas, creo que debemos descartar que se trate de ineptitud, más bien debemos pensar que las decisiones que toman, de un modo muy consciente, están influidas por poderoso grupos financieros cuyo objetivo no es otro que conservar, y engrosar, su poder.
Una ley básica de la economía, como si dijéramos la ley de la gravedad de Newton en física, es que un bien es más preciado cuanto más escaso es (pensemos en el oro) y viceversa cuanta más cantidad hay de un bien baja el precio de este. Los grandes gobiernos llevan desde 2008 poniendo billetes (dólares, euros etc.) en circulación. Este movimiento se aceleró en 2020 con la crisis del covid. Los gobiernos han hecho frente a los problemas de la pandemia poniendo más dinero en circulación. En lenguaje llano esto se llama pan para hoy y hambre para mañana.
Veamos: si la cantidad de bienes es la misma, pongamos 100 unidades, pero la cantidad de billetes se duplica, pongamos que pasa de 100 a 200, el mercado pronto va a asignar dos billetes en vez de uno por cada unidad de bienes. El precio monetario de cada bien se habrá duplicado. Ello ocurre porque no se ha guardado una relación entre la cantidad de dinero en circulación y la cantidad de bienes reales.
El primer efecto de aumentar los billetes en circulación, créditos fáciles, etc., es de euforia económica, lo que diríamos es el pan para hoy. Es lo que ocurrió en muchos países al finalizar los confinamientos. Pero este efecto de euforia enseguida se desvanece y llega la cruda realidad. Tenemos más billetes pero no más bienes. O quizás hemos descubierto que en realidad tenemos menos bienes. El daño producido en el tejido productivo ha generado una pobreza que los billetes no pueden solucionar. Para decirlo claro: no podemos comernos el dinero.
Los gobiernos se han resistido a dar la medicina apropiada, no sólo porque se trata de medidas impopulares y eso en una democracia nadie está dispuesto a asumir su coste electoral, sino también porque la propia medicina les afectaría a ellos mismos. Muchos países no pueden afrontar una subida de intereses porque los propios gobiernos son los que están más endeudados. El coste de pagar intereses dejaría las arcas de los gobiernos vacías y sin capacidad de maniobra.
Cuando hablamos de deuda pública todo el mundo piensa en los países rezagados y con problemas para devolver sus créditos. Ello se debe a que los medios silencian bien quienes son los mayores deudores del mundo. Si echamos un vistazo al cuadro siguiente, enseguida nos damos cuenta que el tema de la deuda no es un tema periférico sino que está incrustado en el corazón del sistema económico mundial. De ese modo se entiende que los intereses se hayan mantenido tantos años artificialmente bajos y el dinero tan fácil de conseguir. Fomentando con ello burbujas especulativas en mercados bursátiles, inmobiliarios, de materias primas…, alguien se está enriqueciendo con todo esto, y no sólo sin crear riqueza sino quizás más bien a base de destruirla.
Principales estados deudores en 2023[1]
Unidad: millones de Dólares EEUU
1 | EEUU | 29,463,730 |
2 | Japón | 13,053,658 |
3 | China | 10,115,837 |
4 | Francia | 3,329,379 |
5 | Italia | 3,169,955 |
6 | Reino Unido | 3,039,338 |
7 | Alemania | 2,968,690 |
8 | India | 2,379,040 |
9 | Canadá | 2,243,918 |
10 | España | 1,690,788 |
Fuente: worldpopulationreview.com
accedido el 4 de marzo de 2023
Necesitamos gobernantes valientes que nos hablen con sinceridad, que no traten de disfrazar problemas, gobernantes honestos que trabajen por el bien común, gobernantes íntegros que no se dejen sobornar por los poderes financieros, gobernantes fuertes, capaces de resistir el acoso mediático de dichos poderes.
Gobernantes capaces de establecer y comunicar metas claras, metas empresariales, de inversión, metas laborales, educativas, demográficas, de investigación, de tecnología… Gobernantes capaces de entusiasmar a la gente, sin engaños, sin negar que no nos van a regalar nada, y que el progreso se consigue a base de esfuerzo y de trabajo. No con mentiras, guerra, especulación y destrucción.
Ramón SANTACANA
Doctor en ciencias económicas y empresariales
Radicado en Taiwán
Marzo del 2023
[1] https://worldpopulationreview.com/country-rankings/countries-by-national-debt