La identidad de un grupo humano, desde una pareja, una familia amplia, un pueblo o un país, se está conformando continuamente. Y no es sólo la sumatoria de las identidades de cada uno de sus miembros. O la memoria colectiva y las instituciones que han heredado y perpetúan. Es mucho más: es una interacción donde siempre se tiende al equilibrio a pesar de ir transitando por desequilibrios. Viene a mi mente la imagen de un árbol que va torciendo sus ramas para repartir el peso en todas direcciones, a la vez que va buscando obtener la luz y la humedad que las hojas captan. Hay un desequilibrio que equilibra a todo el conjunto. Algo así como una armonía polifónica.
Un proverbio chino dice: “El árbol torcido vive su vida, mientras el árbol recto es convertido en tablas”. La flexibilidad conduce a la supervivencia. Y en materia de convivencia humana, la Historia nos enseña que la capacidad de adaptarse a los cambios hace crecer a los pueblos.
Esta amplia introducción nos conduce a la reflexión que desde hace tiempo hacemos en esta sección de Historia. Si van siguiendo el hilo de las anteriores entregas, podrán ver que vamos haciendo el ejercicio de trasladar la esencia de unas historias didácticas a la interpretación de la Historia como manera de acercarnos a la realidad. Tomamos como base el libro 22 historias clínicas –progresivas– de realismo existencial (Edimurtra: Barcelona, 1985). Un texto del médico y humanista catalán Alfredo Rubio de Castarlenas (Barcelona, 1919-1996). En este libro él va desgranando, a través del comentario de historias verídicas, su visión de la vida a la que denominó “realismo existencial”. Aunque pudiéramos entenderla como una filosofía, es más bien un posicionamiento vital.
Pues en el presente comentario nos adentramos en la historia 19. Es la historia de Gemma y Dionisio, dos adultos de 30 años que han superado recién la juventud y comparten cómo han pasado de ser dos entes egocéntricos, por decirlo de alguna manera, dos personas cuyo centro de gravedad había sido cada uno, a ser dos personas que pueden concebir un centro compartido enriquecido por lo que cada uno es.
La historia se desenvuelve en el transcurso de una cena en casa de la pareja y cuyo invitado es Alfredo Rubio, el autor. En esta cena le comparten al invitado cómo se han visto enriquecidos al conocerse y cómo se enfrentan a sus diferencias. En palabras de Gemma: “lo hermoso, como señala Dionisio, es ir unos hacia otros fundiendo nuestras respectivas coordenadas y hacer de nuestro centro uno cada vez mayor, para sentirnos menos solos en este universo tan grande y sin límites. Para que sea un ámbito dialogante. Una plaza de humana y cálida compañía…”. Para ellos, cada persona tiene razón en sus puntos de vista. Todos tenemos conciencia y obramos de acuerdo con ella, lo cual no quiere decir que sea limitada o caiga en errores. Lo importante es valorar que cada quien decide de acuerdo a los datos que tiene a mano. Las desavenencias surgen cuando desconocemos los datos de la otra persona o actuamos pensando que los nuestros son los únicos y valederos para todos.
Cuando se tiene la capacidad de compartir los datos con las demás personas en cuanto a un asunto en común, se despliega todo un abanico de posibilidades que iluminan mejor la realidad. Y, por consiguiente, las decisiones benefician de la mejor manera a todas las personas implicadas.
Pero, en nuestro ejercicio de trasladar estas valiosas evidencias que arrojan las historias del libro, ¿qué tiene que ver con la Historia lo que nos comparten Gemma y Dionisio? Mucho, ya que Alfredo Rubio tituló a esta historia “Participación”. La Historia que aprendemos en los libros y en todo tipo de documentos audiovisuales, la Historia que nos enseñan nuestros padres y abuelos, la Historia que respiramos en los monumentos y en las estructuras sociales que nos organizan como pueblos, se ha escrito y se escribe día a día de manera participada.
Es cierto que muchos libros están firmados por un historiador que se ha dado a la tarea de compilar hechos del pasado. Pero ese texto no es su historia, no es su biografía. Es la Historia compartida de un colectivo. En ella han participado personas que han convivido, que han sido co-protagonistas de acontecimientos dignos de ser contados.
Cada vez más, los y las investigadoras toman en cuenta el mayor número de fuentes de todo tipo para tramar su relato. Mientras más datos que parten de puntos de vista diferente, muchas veces antagónicos, mejor, ya que el mismo hecho cobra un volumen más completo y más complejo. Como la vida misma.
Gemma y Dionisio vienen a proponer, con su historia, que es importante comprender la identidad de cada uno para poder aportar un punto de vista con voz propia. Pero es más importante la manera de articular los diferentes puntos de vista, con las implicaciones de cada uno, para abordar la realidad de una manera más enriquecida. La Historia es una polifonía, donde lo que dice cada voz acaba sintonizando con el resto si hacemos el ejercicio de escucharla dentro del conjunto.
Javier BUSTAMANTE ENRIQUEZ
Psicólogo social
Ciudad de México, México
Agosto de 2023