Preparar las vacaciones

Preparar las vacaciones

Llega el verano en el hemisferio norte, tiempo de vacaciones, de descanso… palabras que nos suenan como mágicas, y, sobre todo, son muy deseadas. Acostumbrados a un ritmo acelerado, la posibilidad de detenerse unos días y cambiar de actividades nos reanima y nos devuelve la sonrisa. Olvidar inquietudes, trabajos, reuniones y vivir otras realidades, es algo que nos fascina y anima. Después, en la realidad, las cosas nunca son como uno las imagina, pero su vivencia nos ayuda a volver a lo cotidiano con otro ánimo y predisposición.

En una mesa redonda a la que asistí, uno de los ponentes decía que una de las raíces de nuestro agotamiento personal y de nuestro malestar general, es que no tenemos tiempo para estar solos, para gozar del silencio. Sentirnos invadidos en todos los espacios y en todo momento por los demás es causa de muchos conflictos personales e interpersonales.

En México a este estado de vida le llaman “estar engentados”, es decir, llenos de gente por todas partes y a todas horas. Y, por mucho que amemos a las personas con las que vivimos, no por eso podemos prescindir de nuestros espacios de intimidad, de encontrarnos con nosotros mismos. Y si no disponemos de este tiempo para ese encuentro, tampoco sabremos vivir la presencia del transcendente en nuestra vida.

Cada vez tengo más la sensación de que ese ámbito de soledad y silencio personal es fundamental para crecer en paz. Es el lugar para construir nuestro ser de forma armónica y gozosa. La ausencia de este ámbito nos hace vivir con sensación de ahogo, como si nos faltara el aire para respirar o el agua cuando tenemos mucha sed. Y sin darnos cuenta nos genera una especie de resentimiento, consciente o no, contra aquellas personas, que, con su presencia, nos ahogan y nos privan de algo vital para nuestra vida. Debemos aprender y enseñar a la gente, ya desde pequeños, en casa y en las escuelas, a respetar este tiempo de soledad y silencio. Actualmente nos educan para estar en sociedad y si alguna vez tenemos la posibilidad de estar en silencio, nos llenamos de ruidos diversos que nos impiden escuchar nuestro interior.

Y cuando estamos solos nos rodeamos de objetos que hacen que nos sintamos acompañados. En este sentido, podemos decir que internet ha conectado nuestra soledad con otros, que entran en nuestra vida a través de la pantalla, llenando nuestra intimidad de palabras, imágenes, música, luminosidad y tantos ruidos.

Quién sabe si esta podría ser una de las causas por las que tantas parejas fracasan cuando van a vivir juntos, o que las relaciones entre padres e hijos sean tan difíciles y complejas. En definitiva, que la convivencia entre los seres humanos sea tan costosa.

Deberíamos preguntar a las comunidades de religiosos y religiosas cómo viven ellos estas situaciones y si las sufren, cómo las solucionan. Sin embargo, estoy convencido de que el éxito de una buena convivencia radica en conseguir, que quienes las forman, puedan tener ratos de estar solos, de reflexionar, pensar y orar. Es una forma natural de cargar energías, para poder ir a los espacios de convivencia con gozo y entusiasmo.

Soledad y silencio
Regalémonos tiempo de soledad y silencio

Además, mi experiencia me dice que, si no tenemos tiempo de pensar, orar, nuestra vida se acelera vertiginosamente y acabamos yendo tan rápido que no tenemos tiempo para nada. Y nos perdemos en medio del mundanal ruido de tal modo, que no podemos escuchar las voces de los demás ni sabremos distinguir lo que quieren decirnos. Sin poder escucharnos nuestra actuación resulta ineficaz, porque no entendemos lo que los demás quieren decirnos. Y en medio de este tumulto pasamos a ser un ruido más dentro de la infinidad de ruidos de nuestra sociedad. ¿Cómo podremos oír y distinguir la voz de Dios en medio de esta confusión y este ruido?

Ahora viene el tiempo de vacaciones, y puede ser un buen momento para buscar espacios de soledad y silencio. Cuando pensamos en las cosas que haremos estos días, vale la pena que contemplemos la posibilidad de que todos, mayores y pequeños, tengamos nuestros ratos de intimidad. De escuchar nuestro interior, el palpitar de nuestro corazón, las cosas que llevamos dentro y nos duelen, y aquellas que nos dan paz y alegría. En definitiva, que saboreemos lo que somos, lo que tenemos. Y en este saborear la vida, descubriremos la presencia de Dios que nos acompaña y tantas cosas que guardamos en el corazón y que no tenemos tiempo de saborear. En ellas están muchas palabras de afecto y también malentendidos, que desde el silencio adquieren otro prisma y otro color.

En estas vacaciones, entre otras muchas cosas, regalémonos tiempo de soledad y silencio, y regalemos a nuestros seres queridos estos mismos espacios. Se convertirán en tiempo de descanso y de fortalecer nuestra vida.

¡Buenas vacaciones!

Jordi CUSSÓ PORREDÓN
Sacerdote y economista
Barcelona, julio de 2023

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