Documentar la realidad

Documentar la realidad

Retrato hipotético de Cristóbal Colón, imagen de muchos documentales (la Murtra, Badalona). Foto: Javier Bustamante

 

La realidad nos está hablando todo el tiempo de sí misma. En este sentido nos aporta documentación rica sobre la vida. Desde los detalles aparentemente más simples, hasta los procesos más complejos y maravillosos. El ser humano, desde que comenzó a nombrar la realidad, se ha dedicado a documentarla. El hecho de hablar de ella, asignarle palabras para describirla y representarla en su interior, dar explicación a los fenómenos naturales, ha producido infinidad de documentos materiales e inmateriales.

En el proceso de evolución de la documentación de la vida se pasó de la simple pronunciación sonora de ésta a su representación en imágenes. Nos queda herencia en pinturas rupestres, petroglifos, códices, la invención de la escritura, la reproducción de textos y grabados… La historia es larga y rica, mostrando cómo el ser humano necesita plasmar qué piensa y qué siente ante la realidad. Y darle a esto un soporte material que perdure en el tiempo y que transmita un mensaje que se difunda.

A fines del siglo XIX, con la invención del cine, comenzó el germen de lo que hoy conocemos como cine documental. En aquel entonces no existía banda sonora, pero la evolución de este arte se encargó de poner voz a las imágenes. Con justicia, puede considerarse a Louis Lumière como el pionero del cine documental.

En la historia del cine, lo que conocemos como cine ficción ha cobrado gran relieve, entre otras cosas porque implica un negocio y porque presenta el plus de la actuación. Es el símil de la novela, donde la imaginación y la creación literaria no tiene límites. Pero bien se dice que la realidad siempre supera la ficción. Y el cine documental no es el hermano menor del cine de ficción, simplemente son dos géneros distintos que comparten el mismo soporte audiovisual. Además de prestarse un sinnúmero de recursos.

En el cine documental son básicos varios aspectos

La historia que se retrata parte de algún acontecimiento o aspecto real. Puede ser la vida una persona o grupo de personas, un pueblo. Tratarse de un acontecimiento puntual que deja huella. Una tradición, una fiesta, una práctica habitual. Un hecho lamentable al que se quiere dar voz y trascendencia… El abanico es tan amplio como la misma realidad.

Obviamente, el soporte audiovisual del documental. Esto implica todo el trabajo creativo y la puesta en escena del oficio. Su producción, con todos los momentos que conlleva, desde la semilla que origina el tema, pasando por la recolección de imágenes y sonido a través de entrevistas, horas de filmación que ilustren el tema y aporten material de recurso, hasta llegar al momento de la edición final. Generalmente y aunque no lo parezca, casi todos los documentales, al menos los de cierta duración, implican años.

El trabajo posterior a la creación también es arduo. Implica la difusión del documental. Lograr que acceda a los circuitos donde se muestran este tipo de género, tanto nacionales como internacionales. De esta manera la obra cumple con su doble misión: documentar la realidad y difundirla.

Otro aspecto básico es la financiación. Al tratarse de un cine “no comercial”, es sumamente difícil sufragar una creación de este tipo. En alguna ocasión puede tratarse de una obra de encargo, pero generalmente no es así. Muchos documentales, por no decir la mayoría, nacen de iniciativas particulares. Del encuentro de la persona con una realidad que merece no quedar en el olvido. O sea, que hay mucho de altruismo y de gratuidad. Y otro tanto de denuncia y solidaridad. Por lo mismo, implica mucho de dedicar horas “por amor al arte” por parte de los creadores y productores. Y también de buscar ayudas privadas, institucionales y hasta de familiares y amigos para poder salir adelante. Pero sí se puede y se puede con mucha calidad. Cada vez más se aprecian documentales que realizan milagros con muy poco.

Por último, un aspecto vital: el documentalizador (por llamarlo de alguna manera). La persona o grupo de personas que realizan el documental, con toda su humanidad como herramienta creativa. La visión de quien realiza el documental es la que acaba delimitando el enfoque sobre la realidad que se comparte. Acerca el zoom y el micro hacia aquellos detalles que serán la esencia del documental, las perlas que se engarcen en el hilo argumental. Aquí cabe resaltar que el componente emocional es inseparable de todo documental. Esto no quiere decir que se pierda objetividad en el planteamiento, sino que es vital la parte humanizadora. Toda creación documental transmite emociones, ya sean de felicidad y apego total a lo que se muestra o de rechazo e indignación. Y este aspecto pasa totalmente por la sensibilidad del creador o creadores y su implicación con la realidad que documentan.

 

Javier BUSTAMANTE ENRIQUEZ
Poeta
Ciudad de México, México
Fabrero de 2024

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