Transformando el dolor

Transformando el dolor

Hace poco más de un mes, el 17 de agosto, en Barcelona vivimos una de las experiencias más dolorosas que como ciudad recordamos en los últimos años. En una de las calles más transitadas y visitadas del mundo, las Ramblas, una furgoneta se lanzaba por el central peatonal de dicha vía arrasando con todo lo que tenía delante.

Barcelona aquella tarde, a las 17h se sumía en un profundo dolor, ante el cual la principal e inmediata reacción era el silencio exterior e interior, seguramente la única posible.

Caminar por las Ramblas al día siguiente y los sucesivos, fue sorprendente, el primer silencio de respeto, lleno de dolor fue transformándose en un espontáneo y sincero homenaje a las víctimas de un acto sin sentido. Durante días, una calle de bullicio cotidiano pasó a ser el recorrido natural de una procesión de compasión.

La conocida calle del centro se llenó de signos que fueron convirtiendo el escenario del dolor y del miedo en un mosaico de belleza gracias a las muestras de miles de ciudadanos del mundo que quisieron mostrar su conmoción por lo sucedido.

Como en tantas ocasiones, la respuesta colectiva nos permitió recuperar la normalidad en un tiempo mucho menor de lo previsto, y con ello permitirnos vivir de nuevo con confianza.

Si entendemos solidaridad como “una experiencia de unidad, es el sentimiento de estar unido a los otros por un vínculo invisible” como indica Francesc Torralba, podemos ver la importancia que el hecho de dejar un mensaje escrito con tiza en las baldosas de la Ramblas, en un post-it o en un pedazo de cartón, tenía tanto sentido para la persona que lo escribía como para aquellos que ya no podían leerlo, a la vez que era un nuevo signo de esperanza para todos los que tuvimos la oportunidad de leerlos.

Resonando las palabras de José Tolentino en su libro Pequeña Teología de la lentitud, al hablarnos del perdón, “Muchas veces aprovechamos el dolor para instalarnos. Preferimos hurgar en la herida, comernos cada día el pan seco de la propia maldad, que tener sed de belleza, deseo de otra cosa”.  En esta ocasión supimos responder a la sed de belleza.

Seguramente la historia no pondrá el acento en la reacción popular ante la barbarie pero los que la vivimos siempre recordaremos que, sí, aquella tarde el dolor fue el protagonista; pero también que a partir de aquella noche volvió a serlo la belleza en una de las calles más transitadas del mundo y todo ello gracias a la enorme compasión y solidaridad de cada una de las personas que quisieron compartir su sentir con el mundo de la mejor manera que pudieron, lo que abrió un horizonte de esperanza.

Esther BORREGO LINARES
Trabajadora Social
Barcelona, España
Octubre de 2017

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