La caseidad, algo de toda la vida

La caseidad, algo de toda la vida

Fotografía: María Bori

Hay un lugar en la vida que es íntimo, de uno, propio y comunitario al mismo tiempo, que reconocemos y nos identifica personalmente. Es aquel lugar donde moramos, donde nos sentimos más nosotros mismos que en ningún otro lugar. Es la casa. Esta afirmación que inicialmente pudiera parecer que se refiriera a nuestro propio cuerpo, la hacemos sobre la casa. Nuestro cuerpo es también espacio habitable de nuestra interioridad. También Hugo Mujica presenta esta semejanza entre dos realidades de tanta relevancia para el ser humano, como son el cuerpo y el espacio en que se habita, estableciendo la casa como un lugar de vida, un lugar donde podemos encontrarnos. Dice así:

“Lo más cercano, lo idéntico a mí, es mi cuerpo y, curiosamente, es vivido, experimentado, ambigua y doblemente: soy mi cuerpo, y a la vez, tengo un cuerpo”.

“Algo semejante a esta experiencia es la casa que habitamos, dentro de la cual, y gracias a la cual, somos”

Fotografía: Claudia Tzanis

Al parafrasear lo anterior, podemos deducir que, al tener casa donde recogerme puedo ser casa donde acoger al otro, haciendo vida la idea que expresa el poeta: “La casa es algo así como la geografía de nuestra extensión”, de lo que se puede desprender que el ser humano tiene la capacidad de “ser casa para otro ser humano”, lo que, asimismo, nos remite a la capacidad de la mujer de ser nuestra primera casa.

Nuestro cuerpo está en el origen de nuestra existencia —de cada uno de nosotros—, así como la casa lo está en el origen de la conciencia del ser hombre, en el proceso que el ser humano hizo hacia el sedentarismo, al asentarse y, progresivamente, concebir el espacio donde vivía, como un espacio habitable y convivencial, en ese tránsito que algunos han nombrado “de la guarida al hogar ”.

La casa, el techo, el cobijo, se han ido conformando en algo que nos es connatural de tal manera que, si alguien no tiene casa, siente que va perdiendo su dignidad de ser “ser humano”. De ahí que tantas organizaciones, gubernamentales o no gubernamentales, trabajen por los niños “sin hogar”, por los hombres y mujeres “sin techo” o por los refugiados, con eslóganes que contienen palabras referidas a los espacios habitables, como por ejemplo el de “casa nostra, casa vostra ” («nuestra casa, vuestra casa») o algunos de los referidos.

Fotografía: Coloración Pyxabay

La capacidad del ser humano de acoger la vulnerabilidad de otro ser humano, generando ámbitos de acogida desde la habitabilidad y la convivencia, es lo que los hombres y mujeres, desde que tienen conciencia de serlo, han ido procurando a lo largo de la historia. La finalidad última del desarrollo de esta capacidad es propiciar el mayor desarrollo personal y comunitario —la sabiduría de vivir—, para experimentar el amor y el gozo de existir en cada circunstancia de la vida.

A esta capacidad algunos la nombramos con el neologismo «caseidad», acuñado por el Dr. Alfredo Rubio de Castarlenas.

María BORI SOUCHEIRON
Educadora – Directora de Gestión Educativa COANIQUEM
Santiago (Chile)
Diciembre de 2017

 

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