“Dormir, dormir hasta caer rendido”, esta frase la leí escrita con letras de molde en la pared de la habitación de un Colegio Mayor hace unos años. Me dijo el estudiante que la original la había tomado de un escudo medieval: “Luchar, luchar hasta caer rendido”.
El exceso de trabajo, el activismo, en muchas ocasiones viene unido con el mal hábito de recortar horas de sueño. Por otro lado, dormir muchas horas se asocia con personas desocupadas, desmotivadas, sin responsabilidades importantes, o bien con los bebés y niños pequeños. Es bien cierto que la vida laboral, en muchas ocasiones, obliga a horarios nocturnos que alteran el ritmo del sueño y provocan patologías difíciles de corregir.
Pensemos ¿cuántas veces no hemos dormido lo suficiente por hacer cosas buenas y necesarias? Y en ocasiones incluso usando sustancias estimulantes para seguir despiertos: café, tabaco, drogas. El resultado es que, a la larga, el activismo se torna en cansancio que nos impide realizar las tareas con lucidez y eficacia.
Cuando no escuchamos el lenguaje de nuestro cuerpo, que nos informa de necesidades básicas y necesarias, como por ejemplo comer, defecar o dormir, se genera un desajuste debido a la alteración de los ritmos normales de esas actividades fisiológicas. Esto conlleva por ejemplo trastornos de hipoglucemia cuando evitamos tomar alimento, el estreñimiento si reprimimos de modo prolongado el deseo de defecar, o el insomnio cuando continuamente recortamos horas al sueño.
Por tanto, es muy recomendable dedicar tiempos a lo largo del día para escuchar nuestro cuerpo, atender las señales que nos envía y vencer la tendencia a no dormir o maldormir. Evitar que se nos acumule un “pantano de sueño” que pesa, lastra y quita la clarividencia de pensamiento y decisiones.
Un amigo, médico y formador de personas, Alfredo Rubio de Castarlenas, repetía a menudo que era muy recomendable, por ejemplo una vez al mes, “vaciar el pantano de sueño” acumulado, pero no durmiendo hasta bien entrado el día, sino acostándose más temprano. Si comparamos el día con el ciclo vital de una persona, el despertarse a una hora fija es como nacer: no elegimos el momento, pero conviene decir “sí” a la vida que está por venir ese día. En cambio el dormirse, el acostarse, es como morir: hay una hora límite para ello (no se puede vivir más de 100 años) aunque puede uno morirse antes o después, depende en parte de sus decisiones y estilo de vida.
No se puede andar con sueño durante el día. Es decisión nuestra no tener sueño, sencillamente dormir todo lo necesario; además es barato.
Rescatemos las horas debidas de sueño, que según los expertos deberían ser ocho horas para las personas adultas.
Un propósito en este nuevo año puede consistir en habituarse a ir cerrando actividades para poder descansar a partir de las once de la noche, y así despertar a las siete de la mañana, tras ocho horas de sueño.
Este bien dormir será energía para el entusiasmo, la creatividad y la alegría de vivir.
Remedios ORTIZ
Médico de familia
Madrid
Enero de 2018