Muchas son las voces que claman por un nuevo modelo económico que de sentido a nuestras vidas. En este sentido están apareciendo interesantes propuestas que de forma parcial y con enfoques más o menos teóricos (economía del bien común, economía circular, etc.), aportan ideas o soluciones que pueden ser el germen que cambie el actual modelo económico y social.
Sin embargo, quizás deberíamos primero definir y consensuar los criterios sobre los que, posteriormente, podamos construir dichos modelos. Sin ningún interés de sentar cátedra, pero con el ánimo de aportar humildemente unas pautas de reflexión, me pregunto: ¿Cuáles podrían ser las bases sobre las que construir una economía con sentido?
En primer lugar, cuando hablamos de construir una economía con sentido, me refiero a construir algo entusiasmante. Que entusiasme a los que la piensan, a los que la practican y a los que la disfrutan. Para mí la tierra fértil sobre la que se deberían asentar estos nuevos criterios es el entusiasmo. Difícilmente se puede cambiar algo, se puede construir algo, o se puede reinventar, si no existe entusiasmo.
Siguiendo con el ejercicio teórico de pensar en cuáles podrían ser los ingredientes que hacen de la economía una ciencia capaz de entusiasmar, he destacado 7 aspectos:
- Después de cualquier crisis, el primer paso para reconstruir nuevamente con entusiasmo es despertar de nuestro interior la resiliencia. Por lo tanto, es necesario formar a las nuevas generaciones, que han estado acostumbradas a vivir bajo el paraguas del confort y la seguridad, a ser más resilientes y a sacar de dentro de ellos lo mejor que tienen para poder afrontar las situaciones adversas, con un carácter constructivo y con visión de futuro.
- Para construir una nueva economía, hay que abandonar o repensar las ideas preconcebidas; y por lo tanto es necesario generar un entorno que favorezca la creatividad. La complejidad del entorno hace las cosas más inciertas e inseguras. En este nuevo entorno, es necesario potenciar y reconocer el talento de las personas, habrá que trabajar de forma colaborativa, habrá que construir de forma compartida. Entramos en una etapa que se caracterizará por su nivel de creatividad, sentirse partícipe de un proceso creativo es siempre estimulante, a la vez que motiva y contagia el entusiasmo.
- La incertidumbre y la complejidad nos arrastran y nos obligan a actuar muchas veces de forma compulsiva; y todo ello no hace más que aumentar nuestros temores. Es necesario que perdamos el miedo y aprendamos a imaginar nuevas metas sin angustia, debemos vivir la incertidumbre como un elemento de nuestra cotidianidad.
Vivimos en una sociedad esclava de lo que debería ser, nos sentimos arrastrados a vivir lo que debería ser, en lugar de aceptar lo que realmente es. Debemos hacer pedagogía para aprender a asumir las imperfecciones y los fracasos para vivir más felizmente. Sólo aceptando la realidad tal como es, seremos capaces de entusiasmarnos con ella. Sin dejar de luchar por mejorarla…
- Para que una economía entusiasme, debemos ser capaces de repensar una economía reconciliada con el medio ambiente. Donde el crecimiento no se convierta en una meta en sí misma, sino que sea el resultado de un camino que debe tener en cuenta, dentro de la definición de todas las estrategias, la sostenibilidad de nuestro planeta.
- En este sentido creo que debemos recuperar una virtud que es la virtud de la austeridad. Ser austero implica saber contenerse. Quiere decir que, aunque tú quieras algo y puedas tenerlo por qué tienes medios y recursos para comprarlo, no lo haces por qué crees que no es el momento de hacerlo, porque que no es necesario o porque éticamente no corresponde hacerlo en ese momento. Hemos desarrollado y potenciado entre todos, una cultura de la inmediatez (ahora lo quiero, ahora lo tengo -sin pasar por el tamiz de la reflexión-). Pero conseguir las cosas de forma inmediata, hace que la satisfacción sea también inmediata y sus efectos tengan una corta duración.
- Otro aspecto a destacar en nuestro entorno actual, es la mala calidad de las relaciones humanas. El equilibrio emocional de los individuos tiene que ganar protagonismo frente a lo estrictamente material. En una sociedad en la que prevalece la velocidad, la sobrecarga de información, el exceso de imágenes y un montón de relaciones reales y virtuales a las que no podemos dar respuesta, es necesario poner orden en nuestra vida diaria.
Es necesario aprender a filtrar, saber elegir la información que queremos; poner orden supone también mejorar la calidad de nuestras relaciones. Pero lo realmente importante es encontrar espacios para practicar la reflexión y la contemplación. Sin reflexión no es posible desarrollar espíritu crítico, planificar adecuadamente, ni tampoco es fácil priorizar lo que realmente es importante en nuestra vida.
- Por último, sería conveniente rescatar la importancia que tiene asumir la responsabilidad individual, por encima de la responsabilidad colectiva. El desarrollo enfermizo y, a veces irracional, de nuestra sociedad del bienestar nos ha llevado a que los individuos reclamen al Estado la solución a todos sus problemas individuales. Se ha producido un proceso de infantilización que ha ido dejando de lado la importancia que tiene para el individuo asumir su propia responsabilidad.
Nos hemos ido alejando de hacer un saludable ejercicio de autocrítica y, sin este ejercicio, los ciudadanos nos apartamos cada vez más de nuestra adultez. Diluir la responsabilidad individual en el pantano de la responsabilidad colectiva nos ha llevado a diluir el sentimiento de culpabilidad y devaluar valores tan importantes como el mérito y el esfuerzo. Sería necesario reforzar nuestras carencias, trabajar nuestra fragilidad y aprender a asumir nuestros fracasos.
Si hacemos un esfuerzo para integrar todos estos elementos en nuestra vida diaria, seguramente podremos reforzar nuestra propia identidad con unos valores que nos entusiasmen como individuos, a la vez que nos posibiliten entusiasmar a los que nos rodean; y todo ello, para construir juntos un modelo social y económico que aporte un mayor sentido a nuestras vidas y que sea más coherente con la realidad en la que vivimos.
David MARTÍNEZ GARCÍA
Economista
Barcelona (España)
Marzo de 2018