La percepción en general -y la percepción del tiempo en particular- varía en función de múltiples sujetos, objetos y contextos a considerar. Ello es así tanto en situaciones de estabilidad, situaciones de transición, situaciones de crisis, como de situaciones de violencia, guerra, paz o harmonía, sea que el motor de dichas situaciones se encuentre en el interior o en el exterior de las personas, los colectivos y/o los territorios. ¿Cambia la percepción de las personas y/o los pueblos en situaciones de violencia, guerra o paz? ¿Pueden modificarse las percepciones existentes? ¿Cómo y en qué sentido? Estas y algunas otras preguntas nos aparecen en un momento histórico en el que parece que el tiempo se acelera.
Para mejor comprensión de lo que nos planteamos podrían servirnos las investigaciones que se han realizado en materia de percepción sobre conductores de vehículos de circulación viaria y lo que se ha venido en denominar el “efecto túnel”. La percepción de un peatón, de un ciclista, un motorista o un automovilista sobre el terreno no depende únicamente del vehículo que se utiliza, sean o no los mismos individuos a considerar sino también –y sobre todo- la velocidad que ese mismo individuo imprima en el vehículo en cuestión y otras velocidades de vehículos circundantes. Así un automovilista que conduzca a 65 km/h ve reducido su campo de visión hasta los 70 grados y, en cambio, el mismo automovilista conduciendo el mismo vehículo a 130 km/h su campo de visión se reduce a 30 grados de visión, equivalente a la sensación de transitar por un túnel. Aunque el contexto es el mismo la visión queda seriamente reducida y todo lo que se halla fuera del campo de visión de dicho túnel no está presente de forma consciente en la percepción y experiencia conductiva. Ello aún se agrava más si se produce de noche. La sensación de túnel aún se acentúa más.
En los proyectos individuales y colectivos, como en la vida, vamos circulando dirigiéndonos a nuestros objetivos, en diferentes contextos, con diferentes vehículos e instrumentos y los individuos y las comunidades van transformándose en dicha circulación. Podríamos decir, que al igual que en la circulación, nuestra percepción del tiempo queda afectada en situaciones de violencia, de guerra o de crisis traumática de forma análoga al “efecto túnel”. La percepción sobre el tiempo y la velocidad de los acontecimientos internos y externos sufre alteraciones respecto al ritmo normal o habitual.
En una discusión acalorada con otra persona todos hemos experimentado una aceleración en la respiración -que además se vuelve más entrecortada y superficial- una aceleración del ritmo cardíaco, que propulsa con más fuerza la sangre al circuito sanguíneo, entre muchas otras sensaciones y estímulos que se envían al cerebro. A su vez la cantidad y calidad de contenidos e información que se producen en la discusión se van viendo afectados por el efecto túnel lineal que, en muchas ocasiones, acaba siendo confrontativo. Se añade que la percepción del tiempo se acelera como un rayo y en un breve lapso de tiempo se pasa de la discusión verbal a la violencia y, en definitiva, a la guerra.
La percepción no deja de ser una de las manifestaciones de la actividad mental: influyen en nuestra percepción las condiciones de nuestro cuerpo –genéticas incluidas- y nuestro ser –más allá del cuerpo que vemos-, los estímulos producidos desde el seno materno hasta nuestro presente, las experiencias satisfactorias y frustrantes, los aprendizajes corporales, mentales, emocionales y espirituales, todo aquello almacenado en nuestra memoria consciente e inconsciente; Jung y otros autores nos hablan también de la existencia de “mentes colectivas” –asociadas a comunidades o pueblos- en los que se acumulan las experiencias de los ancestros, los progresos y creaciones socialmente útiles, las experiencias de guerras pasadas y/o presentes, los resentimientos históricos contra determinados colectivos o pueblos, las interconexiones sociales evolutivas, entre muchos otros.
Por ello la mente –individual y/o colectiva- no deja de tener un carácter instrumental. Y como todo instrumento potente, puede utilizarse para crear o para destruir; y como todo instrumento sensible puede der objeto de influencia generadora o degeneradora y puede ser objeto de alteración, incluyendo la velocidad –o su correspondiente aceleración o deceleración.
Al igual que podemos provocar en nuestras mentes individuales y colectivas el efecto túnel podemos también invitar a nuestras mentes a alterar circularmente nuestra percepción–y la de otros- en lo que podemos denominar el “efecto burbuja”, que todos hemos experimentado de alguna forma alguna vez.
Siguiendo el ejemplo de la discusión acalorada: si en vez de acompasar nuestras palabras, respiraciones, tonos y gritos a los del interlocutor respiramos pausadamente y respondemos disminuyendo la cadencia de las palabras, atemperando el tono de nuestra voz y manifestando inclusividad en la información que se comparte estaremos creando una burbuja envolvente que alterará el tiempo, la velocidad y el tono de la discusión, permitiendo no sólo evitar entrar en un túnel de visión sino, al contrario ampliar el campo de visión y encontrar nuevos conectores no percibidos inicialmente.
Podemos ilustrarlo también en el ámbito colectivo: años después de las masacres y genocidios de Rwanda me propusieron facilitar un proceso de diálogo entre personas pertenecientes a las etnias hutu, tutsi y twa. Como es imaginable el peso de la tragedia en la mente colectiva de este pueblo era y es tremendo. La percepción colectiva de vorágine era acentuada y era incierto cómo podría desarrollarse un verdadero diálogo entre personas que habían sufrido episodios trágicos de esta envergadura: les propuse empezar el diálogo sin hablar. Nos situamos en un plano de igualdad para aprender y experimentar de un área de conocimiento que no fuera ni la europea ni la africana. Invité a un maestro de aikido de aquí con un alumno aventajado africano, quienes nos introdujeron en este arte marcial no-violento japonés. Tras hacer ejercicios de ataque y defensa, mirarnos a los ojos, cogernos, caernos y ayudarnos a levantar nos situamos en un tiempo y un especio diferentes, una burbuja alteradora del tiempo que permitió realizar un diálogo fructífero, diálogo muchas veces complejo, pero que se desarrolló impregnado de un ritmo y una calidad transformadora.
Jordi PALOU-LOVERDOS
Consultor nacional e internacional en resolución pacífica de conflictos
Director de la Fundación Carta de la Paz dirigida a la ONU.
Barcelona
Septiembre de 2018