Referéndums y consultas

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Referéndums y consultas: consideraciones sobre la decisión del Brexit

Escribo estas líneas a pocos días del 12 de abril, fecha en que se considera que quedará cerrado el proceso del Brexit, haya o no negociación aprobada por el parlamento británico. Los periódicos coinciden en señalar una gran incertidumbre y desorientación que alcanza incluso a la propia primer ministro, máxima autoridad en la que recae la gestión del asunto.

Las personas interesadas en el devenir de los grandes asuntos de nuestra época, poco a poco nos hemos ido distanciando de los avatares del proceso del Brexit. La saga que empezó hace tres años se ha ido complicando con giros y vuelcos que ya sólo los especialistas y los apasionados del tema pueden seguir.

Siempre recuerdo lo que tras el inesperado resultado del referéndum dijo un conocido mío con actividad profesional en Londres: “no hay que preocuparse, dentro de diez años harán otro referéndum y volverán a entrar en la UE”. Desde entonces confieso que he estado pendiente de ver si se hablaba de hacer un segundo referéndum, y efectivamente el tema salió y cada vez con más fuerza, con sus defensores y detractores. Los primeros cada vez son más. Los detractores fueron los que desde un principio lideraron la situación.

Teresa May, que se dice servidora de la voluntad popular, desde un primer momento se negó en redondo a la idea de un segundo referéndum diciendo que sería antidemocrático y que había que respetar la voz del pueblo. Dichas declaraciones siempre me han dejado perplejo por los motivos que a continuación expongo.

Al poco del referéndum, influyentes líderes de la campaña pro-Brexit dimitieron y se vio claro que habían presentado unos balances económicos del Brexit con muchas falsedades y que el Reino Unido iba a recibir muchos menos beneficios de los que se habían afirmado. O sea que los votantes habían ejercido sus derechos basándose en informaciones falsas y engañosas.

En segundo lugar, los ciudadanos votaron ideas abstractas carentes de concreción. Es evidente que no va a representar lo mismo un Brexit con unos acuerdos o con otros, o todavía más, un Brexit duro sin ningún acuerdo concretado, tal como ahora en estos días se teme. Por lo tanto, para decidir un tema concreto se escogió el camino de la consulta popular vinculante, una vez realizada la consulta y dada la luz verde para iniciar un determinado camino, sería natural esperar que una vez andado ese camino y alcanzado unos preacuerdos, estos preacuerdos fueran también sometidos a consulta popular. Una especie de segunda vuelta en la que los ciudadanos, después de la experiencia de la primera vuelta y alcanzada ya la concreción de lo que dicha decisión va a resultar pudieran pues dar su última palabra.

Ese proceso tendría características más cercanas a como actuamos los seres humanos. Por ejemplo, las parejas antes de unirse o de separarse pasan, o deberían pasar, por procesos de tanteo, de acercamiento, de noviazgo, antes de tomar decisiones que luego, una vez tomadas tendrán consecuencias que será difíciles o dolorosas de cambiar.

Los legisladores deberían tener en cuenta este componente procesual en la toma de decisiones complejas en el ser humano e incorporar cláusulas apropiadas en la legislación sobre consultas. Aunque las consultas representaran un proceso más largo y diseminado en el tiempo, podría afinar mejor en la toma de decisiones, cosa que es en definitiva de lo que se trata.

Ramón SANTACANA
Profesor universitario y artista visual
Taiwán
Abril de 2019

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