Hay un dato previo a nuestra existencia: el mundo en el cual nacemos. Y es que la naturaleza se presenta bella a nuestra primera comprensión. Ella se ha venido preparando a través de millones de años para hacer posible nuestra existencia y para acogernos con su belleza sobreabundante.
Es belleza, aunque ninguno de nosotros hubiera existido para contemplarla.
Las personas humanas siendo el producto más elaborado de la naturaleza somos, precisamente por ello, bellos también. En la medida en que expresamos que es bello existir, somos más armónicos y consecuentes con toda la tierra que manifiesta de mil maneras su belleza y su perfección. Así vamos planificando el universo: lo exaltamos y nos regocijamos con él.
¡Vale la pena existir, aunque tan solo fuera para contemplar la hermosura de una rosa, que no haber existido jamás! Una gran alegría nos desborda al reflexionar sobre esto.
Cuando una persona está contenta de existir no solo lo está para sí misma recreándose al contemplarse, sino que los demás vienen a realizar y completar la belleza de la naturaleza y de sí mismo.
Si estamos contentos de existir, el trato inicial y constante que vamos dando a los amigos de siempre, a la familia, a los recientemente conocidos, o incluso a los que no son tan amigos, tiene que ser un trato bello y así disfrutaremos intensamente de cada momento.
Estar contentos de existir es siempre “amistear” preparando nuestro ámbito con un trato embellecido por la limpieza, la decoración, los detalles, el buen gusto incluso en el vestir, pero también, y sobre todo, preparándonos con la sonrisa, la acogida, el respeto, la confianza, la benevolencia, la libertad, el cariño, la amistad y el amor. Esto es la vida en su esplendor.
Si hay alegría de existir, la convivencia siempre es bella y es verdadera y buena, ¡es una fiesta!
José Ernesto PARRA
Publicado en RE 28-29