El otro día en un encuentro de trabajo, alguien nos cantó una canción que ninguno de los que estábamos allí recordábamos, quizás porque permaneció inédita mucho tiempo, o, quien sabe, si porque lo que dice en su letra fue vigente en su momento de creación, hacía los 70 y podía molestar ponerlo en evidencia y de otra forma también lo es hoy.
Cíclope es una canción de Cecilia, una cantautora que murió de accidente de tráfico en 1976 trucando lo que se intuía una gran carrera, aunque también sin poder continuar preguntándose cosas de la sociedad que le tocó vivir en sus cortos 27 años de vida que de manera muy tierna y melódica nos ponía enfrente.
Un cíclope es un ser de la mitología griega que tiene sólo un ojo en el centro de la frente, al parecer con un solo ojo la visión es plana, así que como dice la canción de Cecilia, “miro el mundo por tu ojo…” ella nos habla de la televisión de aquel momento, igual no tan distinta a los medios de comunicación de hoy, que nos dan la visión que ellos tienen o quieren, sin que podamos contrastarla.
“Miro por tu ojo
Y me parece que el despojo no es tal despojo
Que la riqueza no es tan rica
Ni la miseria tan mísera
Ni la vida tan efímera
Será quizás que mis verdades son mentiras.”
Actualmente además de los medios de comunicación tenemos toda la tecnología que nos ofrece información de manera inmediata, constantemente,… de manera global, quizás con una mirada ya no tan cíclope, aunque debemos plantearnos si no vivimos desbordados por la misma y a la vez “estas verdades de tanto peso son tan vanas”, al igual que entonces
“veo la guerra desde la cama,
el hambre sentada en mi mesa…”
Y nos acostumbramos a todo lo que vemos, oímos,… pero no tocamos.
Al menos en aquella letra tras un relato de todo lo que se recibe del medio, parece haber una reflexión sobre ¿qué es lo real? ¿En qué creo? y… ¿en qué quiero creer?
Seguramente si escuchamos toda la información que recibimos y toda la tomamos con la intensidad que merece, no podríamos continuar con nuestro día a día, ya que son muchas las noticias que nos llegan del dolor de nuestros contemporáneos, del poco cuido que tenemos de los bienes comunes, por no hablar de que significa “común” en un mundo como el nuestro.
Como nos indica el punto III de la Carta de la Paz, ¿por qué no ser amigos y así poder trabajar juntos para construir globalmente un mundo más solidario y gratificante para nuestros hijos y nosotros mismos? Lo primero que debemos hacer es conocer este mundo, al menos nuestro entorno con nuestros propios sentidos, cuestionándonos lo que nos dicen, nos envían, … acercándonos a la vida, a la realidad, … al otro que tengo cerca.
Porque si no me interpela lo que tengo cerca y puedo tocar, ¿cómo pretendo moverme por aquello que sucede a miles de kilómetros de mí?
Esther BORREGO LINARES
Trabajadora social
Barcelona
Octubre de 2019