La conversación de discernimiento está teñida de respeto. Por parte de quien escucha, porque su papel es acoger, comprender y ayudar a que sea la persona misma quien tome sus decisiones. Por parte de quien habla, porque no puede controlar la reacción del que le acompaña; debe aceptar los límites de esa persona en la comprensión de lo que se le está contando. En la mutua escucha se supera el modelo, tan extendido, del intercambio de monólogos más o menos lúcidos o emocionales.
Operaciones de la conversación de discernimiento
Existen algunas operaciones básicas que se realizan cuando las personas intentan afrontar juntas situaciones complejas y definir dónde están, qué deben hacer y cómo hacerlo.
- Se plantean preguntas acertadas para avanzar en alguna dirección
- Evalúan, desde su jerarquía de valores, la situación de partida, aquel punto de donde se arranca para la fase siguiente,
- Se proponen objetivos a alcanzar, acciones de cambio, soluciones
- Analizan pros y contras de los anteriores, integrando los posibles efectos en sí mismos y en quienes le rodean.
- Comparan las propuestas según criterios de valor
- Priorizan las soluciones elegidas, ordenándolas por urgencia o pertinencia…
- Preven la factibilidad de escenarios futuros si se siguen esas posibles soluciones
- Aceptan o rechazan -al menos en principio- una propuesta concreta, una acción, un paso a dar
Armonizando la razón, las intuiciones, los deseos, el corazón
En todas esas operaciones, entran en juego no sólo argumentos racionales, sino también intuiciones, deseos, emociones, sentimientos. En el ser humano todo está conectado. No hay ningún proceso en el que actuemos sólo con la razón o sólo con el corazón o las emociones. Somos un «todo» integrado, aunque según el tema y situación pueden predominar más los aspectos objetivos o los de nuestro mundo interior. No es buena estrategia centrar a la persona únicamente en las «razones», pero tampoco dejar que se centre sólo en sí misma y sus emociones. La mayoría de nuestas decisiones afectan a otros, con lo cual hay que incorporar en todo lo posible los distintos aspectos que componen el problema. Evidentemente sus propios sentimientos son un factor importante que no debe olvidarse.
Es labor de la persona que acompaña a otra en el discernimiento, el ayudarle a integrar los elementos más básicos de la realidad (los hechos que ya están allí) con el universo emocional del acompañado, pues ese aspecto es clave de la realización de cualquier posible cambio. Es muy fácil, cuando la persona debe tomar decisiones, que emerjan temores y hasta parálisis, o bien que confunda sus propios deseos con la realidad. El acompañante en el discernimiento debe intentar que el acompañado logre distanciarse al menos un poco de sus propios deseos, para poder mirar la situación con mayor nitidez.
Los límites del acompañamiento
La conversación de discernimiento tiene por objeto lograr que la persona decida lo mejor para ella y para los demás en lo posible, con la máxima serenidad y libertad, asumiendo que nadie tiene control total sobre las consecuencias de sus decisiones. Sabiendo que siempre podrán salir bienes, incluso de decisiones que puedan considerarse erróneas. Por lo tanto, tranquilidad y humildad en el momento de deliberar y de acompañar.
Asimismo nadie es totalmente objetivo -el acompañante tampoco-. No sería deseable ni se puede pretender «exportar» la propia visión de las cosas a la otra persona. Cada uno mira la realidad desde un ángulo y eso es propio de la condición humana. Además la responsabilidad sobre su vida, es del acompañado. Nadie puede ni debe decidir por él o ella; e intentar influirle es hacerle un flaco favor a su desarrollo futuro. El exquisito respeto de la libertad del otro es condición indispensable para que esta conversación se desarrolle de manera serena, cálida y útil para la persona que está tomando decisiones.
Dicho esto, la conversación de discernimiento es una de las más valiosas ayudas que se pueden dar y recibir. Es algo que sale natural entre las personas amigas, y cuanto más profundamente aceptemos la libertad de los demás, mejores acompañantes seremos en ese arte de ayudar a discernir.
Leticia SOBERÓN MAINERO
Psicóloga y Doctora en comunicación
Madrid, Octubre 2019