Avanzar en medio de la precariedad

Avanzar en medio de la precariedad

En este artículo, Josep M. Forcada hace una reflexión a raíz de la crisis global provocada por la pandemia del Covid-19.
Después de analizar brevemente los males que ha causado a la economía y, en consecuencia, a tantas personas que han perdido sus puestos de trabajo, propone unas vías de solución que pasan por una visión más humanizadora de toda la actividad económica que beneficie a todos, con una visión ética y estética que busque el bien y la dignidad de toda persona.

Es evidente que se ha producido en muchos países una grave y repentina crisis global especialmente en aquellos en que funciona una democracia. Cuando hablamos de crisis nos referimos a diferentes formas de entenderla. Se puede pensar que se trata de un momento de intenso desbarajuste en una realidad, ya sea intelectual o social; en medicina se considera que una enfermedad hace crisis en el momento que empieza a dar una vuelta para sanar al enfermo, y el Papa Francisco, en uno de los discursos iniciales de su pontificado, definía la crisis como un zarandeo, es decir, una sacudida.

«Es propio de la ética velar por una igualdad en dignidad,
que abarca la humanidad entera, que por el solo hecho de existir
se merece esta dignidad abrazada por la libertad.»

Estas consideraciones iniciales sirven para enmarcar lo que nos espera vivir, especialmente con respecto a la economía en estos años que tenemos por delante. Muchas actividades, realidades, proyectos… se ponen en interrogante. La pandemia del Covid-19 ha contribuido a sacudir la situación económica y ha sido el desencadenante que comenzó con una parada espectacular para defenderse del Covid-19. Una parada forzada que ha afectado a muchos sectores y ha producido verdaderos destrozos de puestos de trabajo, de convivencia o de pobreza, difíciles de recuperar.

No se puede negar que la situación económica de muchos países ya arrastraba dificultades. Las bolsas de pobreza iban creciendo y en este momento se han disparado, afectando principalmente la clase media y no digamos a tantas personas que se encuentran en un paro forzado y tantos pobres de solemnidad, como decíamos antes, que se les ayudaba con la llamada beneficencia que hacía la buena gente y muchas instituciones, especialmente las de tipo religioso. Es muy duro el momento en que tanta gente necesita encontrar trabajo y no lo hay, y saben que se entra en una espiral de pobreza difícil de salir a corto plazo.

Nueva solidaridad

La solidaridad ha funcionado bastante bien durante este periodo de reclusión en las casas y de paro general. Se prevé que se está llegando a un techo que necesita que se resuelvan laboralmente muchas dificultades, ya sea en el ámbito socioeconómico y también en el político-económico. Es hora de que la sociedad sea capaz de crear riqueza, es decir, puestos de trabajo, sabiendo que es una necesidad nada fácil de resolver. Los economistas hasta no hace mucho tiempo, cuando se les hablaba de salir de la crisis decían que era necesario crear puestos de trabajo, pero a continuación, ante la pregunta: «¿dónde hay estos puestos de trabajo?», hoy callan porque es una realidad  lejana. Es flagrante la división que se ha producido en dos amplios grupos cuando pensamos en el sector de personas que no les afecta: funcionarios, pensionistas, rentistas, militares propietarios de inmuebles, de fincas, personas con fondos de ahorro, etc. no les preocupa directamente, pero moralmente quizá sí.

Replantear el bien común

Es hora de replantear el bien común por encima de las ganancias, a menudo desmesuradas, y restaurar el mundo empresarial, científico, cultural, ecológico, de la enseñanza, del comercio, de la hotelería, de la salud, el tecnológico, el mundo digital, los avances en la robótica, y ya no digamos, entre otros, el de la ciencia médica que está haciendo unos pasos gigantescos, especialmente en la nanotecnología biológica y las aplicaciones científicas en el mundo de la cirugía, etc. Por lo tanto, se abre un gran abanico de actividades en el que el progreso pide una reflexión científica profunda. Hemos de abrir nuevos caminos, para incrementar la tecnología científica y para dar un salto espectacular en la aplicación de estas novedades que representarán unos avances magníficos en bien de la persona. También será fundamental potenciar la dimensión humana para reaprender a convivir y relacionarse de otra manera a partir de la utilización de medios digitales que abarcan desde la telefonía móvil con videollamadas hasta videoconferencias que ya se han utilizado fuertemente durante el confinamiento.

Esta nueva pobreza abarca mucha gente que se replantea cómo crear nuevos puestos de trabajo y nuevas formas de generar ingresos para subsistir, tanto las personas individuales como las familias. Esta realidad afecta a un numeroso grupo de trabajadores, propietarios de pequeñas, medianas y grandes empresas y también multinacionales, y otras empresas subsidiarias que incluso influyen en los grandes gastos. Muchas de estas firmas comerciales han vivido el drama de cerrar puertas y sin esperanza de poder abrirlas a corto o medio plazo. Cuántas personas que por dignidad o por prudencia dejarán, bien seguro, un ritmo de vida alto y lo ajustarán para esconder la opulencia. Es necesario tener buenas ideas, pero cuando es hora de hacer una ideología debe medirse mucho para no caer en formas de presión que, a menudo, benefician solo a unos cuantos.

Nueva visión político-económica

El problema está en que la política se enfrenta al reto primordial de entrar en la promoción de la economía y del bienestar de los ciudadanos por encima de ciertas ideologías. Las opciones hasta ahora son diversas. Una es la perspectiva marxista, sea radical totalitaria o endulzada que pasa por un totalitarismo que promueven ciertos gobiernos. Otra vía es la capitalista, que tampoco satisface hoy, porque propicia los altos desniveles económicos en manos de pocos y por el miedo a crear grandes diferencias de salarios, a menudo muy descompensados. Quizás hay que pensar en una nueva visión de la economía, contando con que el gran capital está en manos no solo de unos empresarios, sino que está en manos de lobbies, bloques de naciones o de algunos países que han hecho una clara opción de aprovechar el momento actual para controlar la economía mundial. Se puede pensar en China, Estados Unidos o en menor escala el Mercado Común, todos estos hoy se disputan los primeros puestos de la economía mundial. También hay otros países dispuestos a entrar en esta lucha económica como la India o los Países Árabes. Los países pobres, o mejor dicho, los que actualmente se han empobrecido más a partir de la pandemia necesitan la solidaridad de compartir para producir riqueza.

«Es muy duro el momento en que tanta gente necesita
encontrar trabajo y no lo hay, y saben que se entra
en una espiral de pobreza difícil de salir a corto plazo.»

Nos preguntamos: ¿serán capaces de ser solidarios? Muchos países se ven ahogados y sienten la desesperanza para poder salir de este callejón con pocas salidas y esto provoca una fuerte incertidumbre económica principalmente porque sus arcas están agotadas. La solución de ponerse en manos del capital de entes extranjeros, de países como China o Estados Unidos, les solucionará problemas temporalmente pero dejará un endeudamiento fuerte. El clamor que sentimos de algunos expertos en economía es: ¿hay que producir más?, ¿hay que trabajar más?, ¿se han de inventar nuevos negocios?, etc. Pero, ¿cómo?, ¿con qué dinero?, ¿con qué ayudas internacionales? Por ejemplo, en nuestro país, ¿cómo haremos volver el turismo? ¿Se fiarán las empresas que no tienen la preparación para trabajar con más robots, para trabajar online o para hacer el trabajo con menos personal? ¿Es también la ocasión de avanzar ante tantos descubrimientos científicos que quizás en estos momentos estaban parados y que es hora de que se hagan realidad práctica? Esta precariedad ya la conocimos en la crisis del año 2008 y salimos de ella, pero ahora se ha multiplicado de una manera exponencial.

Estética y ética

Es hora de repensar actitudes político-económicas que sean respetuosas con la iniciativa privada, pero desde una dimensión colaborativa y con una transversalidad eficaz. Se necesita una nueva Ética y una nueva Estética. La política debe estar al servicio de la persona para conseguir el bienestar de los ciudadanos. Esta es la estética: la del bienser y la del bienestar. Esta es la belleza más grande que puede conseguir la persona que no se cierra en sí misma. Por otra parte, la ética como camino de los bienes y el bienestar, pide renunciar a la obsesión de superar los otros contrincantes en beneficio propio. Esta socialización o solidaridad se convierte en un instrumento para afrontar un nuevo régimen de actuación. Hoy ya no se habla tanto de la «lucha de clases», pero es cierto que hay muchas luchas por motivos raciales, étnicos o de género, de preferencias políticas o regionales que a menudo llevan a desterrar muchas posibilidades para reconstruir una novísima economía encaminada a superar la precariedad. Verdaderamente, los esfuerzos políticos orientados a que lleguen a los ciudadanos unos mínimos para subsistir ayudan, sin embargo, hay mucho que hacer.

En cuanto a la estética se reclama a la conciencia ciudadana recuperar los valores humanos y humanizadores de la sociedad. Entristece oír propuestas de progreso que destierran la cultura, el arte, la belleza, las artes plásticas, el teatro, la novela, el cine, la filosofía, la espiritualidad … por tildarlos «de imprácticos» o no rentables.

La ética clama contra las ganancias abusivas y la corrupción que se escapan de la justicia, pero también, referente al trato y la consideración a las personas, debe promover la igualdad en dignidad que merece toda persona viviente, desde que nace hasta que muere y terminar con enfrentamientos, a menudo estériles. Es propio de la ética velar por una igualdad en dignidad, que abarca la humanidad entera, que por el solo hecho de existir se merece esta dignidad abrazada por la libertad.

Josep M. FORCADA CASANOVAS
Médico y sacerdote
Barcelona (España)
Artículo publicado originalmente en la revista digital RE nº 104, edición en catalán

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