En Santiago, Chile, a días de entrar al otoño, seguimos con temperaturas de mas de 30 grados. Las noches son frescas y mas largas. El sol sale a las 7:34hrs y se pone a las 20:13hrs. La humedad es de un 59%, y la brisa a medio día fue de 8 kms por hora. Los datos me los proporciona meteored.cl y con solo una ojeada al móvil me siento muy informada.
Pronto cambiaremos la hora, los portales de noticias y avisos ya van dando fechas del cambio de hora, y así será oficial la entrada al invierno, se ha fijado por oficio con artículo de ley 8.777 y empezará a contar del primer sábado del mes de abril de 2021 y se extenderá hasta las 00.00hrs del primer sábado del mes de septiembre de 2021, donde los relojes se atrasarán en 60 minutos. El 3 de abril ya tengo lista mi alarma Google para cambiar el único reloj manual que hay en casa, para todos los demás, ya se encargan las aplicaciones de los respectivos computadores, tablet, TV, etc.
El 3 de marzo Chile conmemoró 365 días de cuarentena nacional. 20.833 chilenos perdieron la vida por el covi19. A nivel mundial la cifra oficial es de 3 millones de fallecidos, aproximadamente. Las cifras de desempleo, el estancamiento económico, y las nuevas formas de relacionarnos… están siendo noticias en desarrollo que nos tiene con cierta parálisis, no solo social, por el distanciamiento y las normas sanitarias, sino una parálisis frenética. Ya me explicaré más, es que cada día todo cambia y cambiara aún más.
Llamo “paralizante frenesí” a la dicotomía que se da entre el encierro físico, por las exigencias sanitarias, frente al frenético anhelo de salir y estar en todas partes y con todo el mundo. Sumado al consumo online de productos junto a la oferta de contenidos, de información nos llenan las horas del día a pura conexión; llenos de ruido y presencias ausentes por querer estar al tanto de todo y de todos. Todo esto matizado con chispazos de realidad verdaderas bofetadas, por ejemplo, el desamparo social y sanitario que viven muchos hermanos en todo el mundo.
Veamos algunas ofertas que muchas páginas web invitan a hacer, por ejemplo, “cosas que hacer desde casa en pandemia”: ver una obra de teatro en streaming, practicar deporte, cocinar con recetas de chefs con estrella Michelin, recorrer los mejores museos de la ciudad de forma virtual, jugar online, yoga, baile. Pedir online, comprar todo, ¡y muchas ideas más!
Si nos vamos a la oferta de estudios, capacitaciones, charlas. Talleres, cursos, webinars, etc. con temáticas ricas y variadas, desde cómo cocina hasta física cuántica o coaching. O también las ofertas de: “aprenda un oficio nuevo”. Hemos apreciado como la oferta se dispara exponencialmente en relación con años no pandémicos. Años no pandémicos… aun me cuesta escribir con normalidad esta nueva realidad.
Una amiga me describió con detalles, su día, sabe que es para este artículo y aunque no le hace mucha gracia, ya verán ustedes porque, accedió, pero anónimamente y cómo ella misma dice: “no es nada fácil reconocer que no sé estar”
Es una afortunada, tiene trabajo y se levanta antes de las 7:34 hora chilena. Corre a la ducha gracias a la estruendosa alarma de su celular, que está programado para seguir con las noticias “alegrando” su mañana. Mientras pone un café su computador ya esta listo y dispuesto para las mas de 10 hrs de conexión continúa, bueno, salvo los momentos de comer y varios.
No sabe bien cuando en este año extraño fue que ya no puede desconectar, siente el cansancio y ha leído en internet que se llama síndrome de Burnout, o del trabajador quemado. El concepto “síndrome de burnout” o “síndrome del trabajador quemado” comenzó a acuñarse en la década de los ’70 en Estados Unidos para referirse a las personas que cada día perdían energía, se desmotivaban y comenzaba a faltarle el interés al trabajo, pudiendo llegar incluso a la ansiedad y la depresión. Uno de los principales impulsores de esta corriente fue Herbert Freudenberger en 1974, médico psiquiatra de Nueva York. El “burnout” es “como una sensación de fracaso y una existencia agotada o gastada que resulta de una sobrecarga por exigencias de energías, recursos personales o fuerza espiritual del trabajador”, manifestaba por esos años.
“Los 10 primeros años de estudio de este síndrome se daba principalmente en los rubros donde se atiende a personas, como salud, pero después el concepto se extendió y ya superó el ámbito de las profesiones que atienden a usuarios directos. Porque también está el cliente interno”, me explica, y sigue: «El trabajador que sufre de este síndrome por lo general lo confunde con estrés, cansancio o agotamiento físico; sin embargo, éstos sólo pueden ser los síntomas de que está pasando por una etapa de “burnout”. Por lo general los síntomas son: fatiga, pérdida de autoestima, negativismo, bajo rendimiento laboral, estados depresivos, desconcentración, irritabilidad, falta de realización personal y profesional.»
Es decir, lo tiene claro y, tras un largo suspiro, termina la frase explicativa y llenas de citas de páginas web y a la velocidad del rayo con un largo NO SÉ PARAR.
No siempre fue así, ni ella, ni yo, ni nadie. Este momento nos tiene a todos descontrolados, es cierto. La miro, tras mis empañados antejos por la mascarilla, ¡cuánta falta nos hace unos días de desconexión! Blackout, apagón total.
Sus hijos pasan volando con patines por el pasillo del departamento, gritando ¡papá desenchúfate! El lunes entran a clases, y ellos han decidido que los niños seguirán pegados a sus pantallas, sin ir a clases presenciales. La radio suena fuerte, y así ha sonado todo el día me dice bajito, así sabe que las cifras de colegios contagiados aumentaron. Mira una y otra vez la pantalla del celular. Espera noticias de sus familiares.
Los dejo, esos minutos de verlos ha sido entrañable, le grito: escribiré de tu “paralizante frenesí”; me dice que suena a nombre de perfume, que bueno ya, y que la deje de molestar. Me pide que otro día le explique eso de saber estar sin ruidos, sin conexión, sentada en el sofá, sin atender, pero atendiendo el arte de saber estar en “modo unplugged”, desenchufada que se le olvido.
“Mas de 65 millones de personas que se han recuperado”, le voy diciendo a modo de adiós y le explico que es una buena noticia… ya no me escucha, sé que está frente al computador o en la cocina, colgando del móvil, incluso la creo capaz de estar en todo a la vez. Sonrío y pienso: fueron 5 minutos, pero supimos estar. ¿Tú sabes estar?
Claudia TZANIS
Periodista
Santiago de Chile
Marzo de 2021