Los invisibles

Los invisibles

Foto: El Periódico de ycoden daute©

La pandemia sigue dejando consecuencias impredecibles. Gran cantidad de personas enfermas, muchos fallecidos, gente con enfermedades graves y secuelas posteriores al Covid 19, son solo algunas de las evidencias actuales.

Pero la situación que vivimos desde marzo del 2020 está dejando muchos otros efectos que no tienen que ver con lo sanitario, sino con lo social. Muchas empresas debieron cerrar sus puertas de manera definitiva porque el confinamiento y la falta de ayudas estatales concretas hicieron inviable su continuidad, especialmente de pequeños y medianos comerciantes. 

Si se recorren las calles de la ciudad de Buenos Aires, hoy, mayo del 2021, se observan muchos locales comerciales en alquiler, persianas bajas, carteles en vitrinas señalando “liquidación final” o “liquidación por cierre definitivo”. Pero hay otras consecuencias, no tan visibles en los medios, y son las que viven los que están afuera del sistema. Esos que por la pandemia, o por la grave situación económica que vive hace años la República Argentina, están fuera de todo. Están ahí, y parece que nadie los ve. Como si fuesen invisibles.

Caminar las calles del centro de la capital porteña es ver de manera recurrente muchas personas en situación de calle. Colchones viejos, bolsas plásticas, algunos cartones, frazadas remendadas y carritos destartalados de supermercado indican que ahí hay una persona durmiendo a la intemperie, en pleno otoño y a menos de un mes del invierno. Viven en la calle, en la capital de un país rico, pero con gente pobre. Rico porque Argentina tiene alimentos, petróleo, pesca, minería, pero con sus habitantes pobres. Según las últimas estadísticas la mitad de los niños y las niñas de todo el país son pobres. ¿Se entiende bien? Niños pobres, en un país rico.

En la gran ciudad también hay muchos adultos pidiendo limosna, alguna ayuda, vendiendo pañuelos de papel, pero todos con la misma frase “solo es para comer”.

Otros optan por tocar el timbre en los edificios de departamentos, pidiendo alguna colaboración de ropa, especialmente para los chicos. Suelen ser madres acompañadas por sus hijos, con un carrito para colocar allí alguna prenda que sirva para soportar el frío. Porque muchos de esos chicos no van a la escuela, no tienen la comida caliente que necesitan durante el día, y solo están a merced de la donación de algo que puedan recibir. 

En un artículo publicado hace un tiempo en el diario Página 12 se cuentan historias de niños y niñas en situación de calle. Según el diario “La organización Acción PSC (Personas en Situación de Calle) indicó que entre enero y diciembre de 2020 la cantidad de personas que visita aumentó un 85 por ciento”. Podría pensarse que todo es culpa de la pandemia, pero lo cierto es que el país no crece en los últimos 10 años. 

Según “Ciudad sin Techo”, un colectivo social que reúne a gente en «situación de calle y en riesgo de situación de calle» en la zona de la Plaza de los dos Congresos (centro neurálgico de la ciudad) esta situación no es nueva. Hace unos días publicaron en su Facebook esta situación: 

Congreso de la Nación 17:37hs de la tarde. Frente al Congreso mismo, una fila de 49 hombres y 6 mujeres contados minuciosamente, esperan recibir un plato de comida que será entregada por una organización social. La hora de la merienda para muchos es una de las cuatro comidas en la dieta diaria según algunos nutricionistas. Digo para algunos, porque esta dieta no rige para todos y esta fila recién contada es un ejemplo claro. Pareciera un número pequeño el que les compartimos, pero pensemos esta realidad en base a toda una ciudad de Buenos Aires, que alberga mas pobres que ricos. En fin… Para algunos son cuatro comidas para otros sólo una, para algunos la merienda es la comida posible, la alcanzable, la solidaria, la merienda para muchos representa el desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena… ¡Muchos hoy y todos los días comen una vez por día! Y ¿qué políticas públicas se implementan ante una realidad que viene perpetuándose por años, décadas? ¿Qué transformación social que no sea asistencialista se cumple? ¿Cómo logramos que la retina de muchos ojos no duela al ver esta miserable realidad, cómo hacemos para que pasemos de un corazón dolido a un corazón lleno de alegría por ver personas y familias que ya no hagan filas para comer? ¿Cómo hacemos? Que alguien lo explique.

Se reclama comida. Tan solo eso. Tan simple y tan básico como eso. Pero nadie los ve. Nadie se ocupa. Sólo algunos pocos los ayudan. Parece que no existieran, que no estuvieran ahí. 

Y duele. Duele mucho.

Duele porque el país tiene los recursos para todos, pero su distribución no es justa, no es equitativa. Sin embargo, esas personas, con ilusiones acabadas, necesidades no satisfechas, y tristeza en sus rostros, están ahí. Están para evidenciar una situación de injusticia, de desigualdad, de derechos vulnerados. Pocos que tienen mucho, y muchos que no tienen nada. 

Buenos Aires, una ciudad con poder, belleza, rica…, y ciega a estas necesidades. 

Pero están ahí, aunque no los veamos, o no los queramos ver. Parecen invisibles, pero no lo son.


Alfredo FERNÁNDEZ

Periodista
Río Gallegos, Argentina
Junio de 2021

Publicaciones relacionadas

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *