«Placer: lo que queda por conocer.»
Feliu Formosa
Estamos en el siglo XXI. Los retos de todo tipo se multiplican a nuestro alrededor. Los hay muy estimulantes. Otros son tan rutinarios que nos abruman. Nos falta tiempo para llegar a cumplir, satisfactoriamente, con las obligaciones cotidianas y guardar una cantidad razonable, para ocio.
También hemos de buscar, donde sea, para estar al día de las nuevas tecnologías que ya nos son imprescindibles y nos permiten aprender muchas cosas, comunicarnos, seguir formaciones a distancia … En fin, a sentirnos, tal vez, parte activa, integrante de nuestro tiempo y de las circunstancias que contribuyen a forjar nuestra identidad.
Pero… sí, claro, hay un pero, incluso más de uno. De vez en cuando en medio de tantos estímulos, aunque sean buscados y aporten satisfacciones, podemos sentir una fatiga profunda que nos rodea. Es como la niebla que nos hace difícil disfrutar de la paz interior que nos permite cuidar y conocer a fondo el mismo mundo interno. Allí guardamos nuestra historia que nos ha hecho como somos. ¡Hay que hacerle caso y pasear de vez en cuando para aprender a amar esta historia y reconocerla para comprender el gran valor que tiene el trayecto vital que nos ha conducido hasta aquí y ahora!
Podemos pensar: «No quiero mirar atrás, encontraré recuerdos de momentos difíciles que ya han pasado». Cierto, pero también encontraremos experiencia, superación de conflictos, aprendizajes importantes, alegrías, tristezas, y sobre todo comprensión de lo que todo esto representa de positivo.
Este camino no lo hemos hecho solos. Desde el primer respiro, el primer llanto, la primera experiencia de contacto con el mundo, hemos tenido compañía y hemos convivido con el amor, con estímulos de los que por el solo contacto hemos recibido aprendizajes ricos en la diversidad. ¡Somos como somos, por todo eso!
Crecemos y, mientras tanto, aprendemos a utilizar «el equipaje» personal del que disponemos. Por el camino seguimos aprendiendo y mejorando o estropeando este precioso tesoro. En esta peregrinación hacia el crecimiento y el conocimiento, vamos haciendo descubrimientos como, por ejemplo, las exigencias que llegan de los diferentes escenarios por los que transitamos. En algún momento aparece la desagradable certeza de que en el equipaje hay espacio, también para las dudas y las carencias.
¡No somos perfectos ni lo seremos nunca! Ni tampoco es necesario. Perfección significa sin ningún defecto, sin ningún error, tener seguridad absoluta.
Una figura geométrica puede ser perfecta, porque tiene las medidas exactas, y como no se mueve sigue siempre así, sólo la destrucción la puede hacer ser imperfecta. Las personas somos dinámicas, física y emocionalmente, por lo tanto, no podemos ser perfectas como una figura, pero podemos y sabemos encontrar un buen equilibrio, tanto en las emociones como en los conocimientos y en las capacidades intelectuales y físicas.
Esto lo podemos conseguir si nos queremos conocer de verdad, si no hacemos trampas, si aprendemos a escuchar y a escucharnos, si no nos da miedo tomar un riesgo para lograr un objetivo, si trabajamos para comprender nuestro entorno, personas, circunstancias y retos. También si aprendemos a aceptar los fracasos y podemos convertirlos en estímulos para nuevos retos. Rivalizar no es una actitud positiva, competir lealmente es un estímulo compartido. Amar hace buena pareja con ser amado. Tener amigos de los de verdad suele ser una experiencia correspondida. Utilizar el razonamiento es una experiencia imprescindible para comprender y acoger las diferencias sobre la diversidad de criterios con los que necesariamente ¡tendremos que convivir!
Podría seguir aportando reflexiones en esta línea, pero la intención es ofrecer un marco de reflexión útil para poder concluir con que estamos de acuerdo en que la perfección es imposible, pero sí lo es la búsqueda con éxito del equilibrio personal. Es aquí donde debemos verter todas nuestras energías.
Avancemos pues en la búsqueda del placer: ¡lo que queda por conocer!
María MARTÍNEZ VENDRELL
Psicóloga clínica
Publicado originalmente en Revista Re Catalán núm. 92 «Humans, tanmateix imperfectes»