LA ECOLOGIA DE TENER CUIDADO DE UNO MISMO, DE LOS DEMAS SERES Y DEL PLANETA
En el momento que compartimos existencia más de siete mil setecientos millones de seres humanos y miles de billones de seres vivos, océanos y tierras … ¿estamos en una encrucijada en el Planeta? Ya bien entrado el siglo XXI continuamos planteándonos preguntas como humanidad: ¿hacia dónde va el mundo?; ¿en la Tierra hay bastante recursos, aun los humanos, para superar todas las crisis, todos los problemas, conflictos, enfermedades, guerras, violencias?
Como humanidad no podemos rehuir la dualidad y todas las consecuencias que se derivan; el reto que tenemos como fraternidad existencial en la que nos encontramos -siguiendo el punto V de la Carta de la Paz dirigida a la ONU- es transcender esta dualidad en todas sus manifestaciones y ver y vivir la integridad de los ciclos, más allá del día y la noche. Una mentalidad y forma de actuar —personal, colectiva, local y /o global— que se identifica con una parte de la dualidad, la plantea en clave de combate o lucha, donde el impulso por la victoria (generado por el miedo a la derrota) desemboca en dinámicas pendulares que acentúan la dualidad. La rotación de la Tierra permite alternar la vida —de día y de noche— no en clave de combate —o de victoria de una sobre la otra— sino en clave de ciclos: se nos presenta una manera de superar la dualidad y el combate lineal del Kárate, para entrar a la danza circular del arte marcial noviolento del Aikido.
El sabio Arquímedes decía “ … dame un punto de apoyo que, a partir de éste, moveré el mundo…”, usando para este propósito una palanca.
Parece que tenemos grabado en las entrañas algo que nos condiciona gravemente: la percepción de escasez y el miedo que se deriva, como destaca Dhyani Ywahoo. La percepción de escasez parece que nos mueve en la lucha, al ansia de recursos, riquezas, territorios materiales e inmateriales y poder. Como que tenemos miedo de no tener bastante buscamos conseguir lo que creemos necesitar y hacemos lo que haga falta para proveernos de recursos; y esto nos lleva a todo tipo de conflictus (golpes entre diversos); y de los conflictos a las violencias y a las guerras…, hay un paso.
Pero esta percepción de escasez parte de una confusión: confundimos la escasez con la existencia de límites, sea nuestra piel o la piel del planeta. Tanto el Planeta Tierra como los seres somos limitados, pero a la vez abundantes. Hay millones de billones de seres y recursos en la tierra; millones de billones de células en nuestros cuerpos. Las organizaciones humanas como los Estados han ido y continúan cambiando con el tiempo, movidas por el miedo de escasez y el ansia de obtener los “bienes escasos”, condicionando una dinámica de “dominio sobre”, es decir dominio sobre otras personas, colectivos, pueblos, territorios, recursos o ecosistemas. Últimamente se han añadido los territorios virtuales y los espacios inmateriales de las olas y las redes y el espacio, pero movido en esencia por lo mismo, produciéndose violencias y guerras virtuales, dinámicas de control y de dominio sobre el entorno, en el que la humanidad nos encontramos inmersos.
¿Qué principios y qué economía mueven principalmente el mundo?: la lucha y la competencia para obtener más y más, con una mentalidad arraigada en la dualidad —cada vez más polarizada a diferentes niveles y dimensiones— de victoria y derrota. Es la ofuscación de la hybris que define Karl Jung en su construcción del “mito del héroe”. Con esta dinámica, ¿hacia dónde nos dirigimos?. No podemos practicar el mito de la “tabula rasa”, como plantea Stephen Toulmin, y empezar de cero, como si la humanidad no hubiera vivido y experimentado nada. Pero lo que sí podemos hacer es cambiar el “punto de apoyo” para mover el mundo hacia otro horizonte, hacia un nuevo paradigma. A pesar de que, como analiza Yuval Noah, la humanidad ha conseguido hacer adelantos impresionantes para mitigar el hambre, la pobreza, enfermedades infecciosas y epidemias y a pesar de que las guerras se han visto reducidas cuantitativamente y que todo esto no se ve como tragedias inevitables, también lo es que todo esto y nuevos fenómenos siguen segando millones de vidas humanas y otros seres vivos; también sigue siendo cierto que podemos destruir 15 veces el planeta con las bombas atómicas que tenemos construidas y preparadas para activar en un instante; que varías decenas de millones de seres humanos tienen que migrar a otras zonas de la tierra a causa de las guerras, de las inclemencias climáticas y de causas económicas y de pobreza; que varias decenas de millones de ser humanos resultan esclavizados por empresas multinacionales (algunas de ellas multinacionales militares o de seguridad privada o de explotación de recursos naturales por todas partes) más poderosas que países enteros; que los diferentes sistemas políticos y económicos ensanchan las desigualdades e injusticias —a partir del motor de la “fuerza del trabajo”, que irá expulsando a más personas a partir de la inteligencia artificial y los robots— entre una minoría elitista engullidora de todo sin aparente límite y una gran mayoría progresivamente empobrecida, cada vez más excluida, vaciando de la existencia de una “clase media” generalizada que facilitara condiciones equitativas; que grupos de crímenes organizados siguen sometiendo y causando dolor y violencia a personas (drogas, armamento, trata de personas, contrabando especies naturales, etc.).
Sí, podemos cambiar el punto de apoyo y colocar en el centro los principios, la ética, la filosofía, la educación, la tecnología, la ciencia, la técnica y la economía centrada en el ecosistema de los cuidados, a partir de la abundancia limitada y la confianza: un nuevo punto de apoyo para mover el viejo planeta Tierra/Agua. Hay muchas personas, colectivos, organizaciones, empresas y otros sistemas que ya lo están haciendo. Necesitamos pensar, proyectar, sentir y llevar a la práctica este nuevo punto de apoyo a nivel glocal. Un ecosistema centrado en los cuidados de las personas —a nivel biológico, mental, emocional y espiritual—, de los microsistemas de las familias —desde los niños y adolescentes pasando por los jóvenes, adultos y ancianos— a los macrosistemas de las comunidades y los pueblos. Necesitamos invertir recursos humanos y materiales e inmateriales muy preparados científicamente, técnica y ética para desmontar las bombas atómicas, cazas, tanques y armamento “inteligente”; necesitaremos lo mismo para desmontar estructuras industriales que malogran gravemente el ecosistema biológico del planeta; necesitaremos lo mismo para generar la distribución equitativa de alimentos y viviendas para todo el mundo; necesitaremos lo mismo para generar recursos de salud integral para las personas, con espacios curativos, residenciales y medicamentos según las necesidades de edad y de región en las que se encuentren; necesitaremos lo mismo para transformar positivamente los naturales conflictos que se producen entre personas, sistemas y pueblos, generando nuevas soluciones a problemas, disputas, conflictos e incluso las violencias que se puedan producir; necesitaremos lo mismo para aportar nuevas soluciones al clima y los ecosistemas, unos servicios donde “la fuerza del trabajo” no sea el motor que todo lo mueve, generando soluciones creativas según las etapas de la vida, según los territorios locales y regionales donde se encuentren, generando medias jornadas sucesivas, salarios para existir, nuevos instrumentos de intercambio, nuevos modelos socio-económicos centrados en el ecosistema de los cuidados, a partir de una conciencia glocal.
Necesitamos elevar la conciencia colectiva planetaria y actuar en consecuencia, aun a contracorriente como los salmones; quizás, un ecosistema de los cuidados a todos niveles como punto de apoyo moverá el mundo en una orientación equitativa que anhelamos y que nos proponemos como humanidad. Necesitamos que sea un propósito de la humanidad entera, no solo de la suma de individuos conscientes. Ojalá nos propongamos -individual y colectivamente- cambiar el punto de apoyo en cuidados de unos a los otros para mover el mundo hacia un bienestar y bienser personal, familiar y planetario, más integrado, pacífico y evolucionado.
Jordi PALOU-LOVERDOS
Director de la Fundación Carta de la Pau dirigida a la ONU
Abogado acreditado a la Corte Penal Internacional, mediador en conflictos y facilitador de diálogos
Autor del libro Como el salmón dentro del agua: un viaje alucinante por las aguas de la vida
Barcelona, España
Diciembre de 2021