Estos días recordaba cómo vivíamos las fiestas de Navidad, Año Nuevo y Reyes Magos durante la época en que compartí mi vida con personas que vivían acogidas en un piso entrañable en el barrio gótico de Barcelona.
Eran unos días muy difíciles para ellos, ya que la mayoría no tenía buenos recuerdos de estas fechas, por relaciones muy complejas en las familias de origen o por lo que posteriormente habían vivido y sus consecuencias.
Eran unos días muy entrañables para nosotras y en los que intentando recuperar el sentido profundo que tienen y buscando detalles que consiguieran crear nuevos recuerdos para quienes no los tenían, el esfuerzo de todas las personas que participaban en las actividades era muy grande, y a la vez imprescindible para que todo se diera de la mejor forma posible y conseguir que aquellas fiestas fueran muy especiales.
Celebramos cada día y cada fiesta durante los años que compartimos de manera distinta pero cada una dejó un buen recuerdo en la gran mayoría de nosotros.
Y una fiesta que requería especial atención y disponibilidad por parte de todos era la de los Reyes Magos, sí, quizás porque el recuerdo que yo tengo de ese día es tan especial que quería que ellos pudieran tenerlo igual o mejor, a pesar de no haberlo vivido en la infancia.
Todo empezaba cuando poníamos el buzón que vendría a recoger un día concreto el paje de sus majestades, sí, porque venía unos días antes de Navidad para tener tiempo de prepararlo todo. El buzón que recibíamos estaba preparado para recibir cartas con mensajes privados de unas personas poco dadas a la escritura y menos a abrir sus corazones, pero todos sabemos que sus Majestades no quieren recibir listas de la compra sino cartas en las que les compartimos alguna cosa personal, … así que eso sucedía, esos hombres hechos y derechos con unas vidas muy duras, dedicaban un rato a escribir una carta en la que volcaban emoción, ilusión, deseo, pero sobre todo ternura, mucha ternura.
Después cuando el paje recogía el buzón, se iniciaba un tiempo de espera, sí ese en que sabes que algo va a suceder y que será bueno, aunque nada parezca indicar que sea posible, sin embargo, lo es y acababa sucediendo.
El día 5 por la noche después de ver llegar a los Reyes, que lo hacían pasando por delante de la casa, caminábamos todos juntos hacia el lugar donde nos habían indicado que llegarían los pajes a entregar aquello que habían podido conseguir y siempre estaba todo lo que en aquellos mensajes habíamos podido desear y expresar.
Cada día 5 por la noche y el 6 por la mañana de aquellos 8 años reviví tanta emoción de cada año, aún hoy la siento, la alegría de ver que es posible que si cada una ponemos nuestra parte es posible y los Reyes pasan y con ellos nos llega la mirada inocente de ver que alguien sigue una estrella, lee una carta, compra un regalo, lo recicla, lo envuelve y … nos llega.
Son muchas las personas que para este día trabaja para que en cada familia se pueda vivir este día con la ilusión que la vivíamos, algunos visitaran las casas por la noche para hacer entrega del juguete recogido, otros estarán envolviendo lo que algunos habrán llevado al lugar indicado, otros han respondido a una carta para que las personas que no tienen a nadie aquel día reciban su regalo, … infinidad de formas en que el engranaje de la solidaridad en este día funciona de manera más especial.
Ese día continúa siendo tan mágico como lo fue cuando unos magos llegaran a un portal a visitar a un bebé y lo hicieran de distintos lugares siguiendo una estrella que les pareció distinta y les guio hasta alguien muy especial, tanto como lo somos cada una de nosotras por el hecho de existir, de estar vivos aquí y ahora.
Esther BORREGO
Trabajadora Social
Barcelona (España)
Enero del 2022