Una mirada desde la Ecología Emocional
«Hemos de aprender a asumir lo que no podemos evitar. Nuestra vida está compuesta, como la armonía del mundo, de cosas contrarias, también de distintos tonos: suaves, duros, agudos y sordos, graves y planos. ¿Qué lograría comunicar un músico que sólo tomara algunos de ellos? Es necesario que sepa utilizarlos todos y mezclarlos» Montaigne. Ensayos
Además de todos los escenarios que ya sabemos que afectan a la salud de las personas, permitidme que insista en cuatro temas que me parece deberíamos de afrontar para dar mejores respuestas. Aunque no tengan que ver con microbios, empiezan a convertirse en pandemias emocionales globales.
1. La soledad
Que no sólo se da en las personas mayores debido a la prolongación de la vida. Tenemos niños y adolescentes que la padecen, y cada vez más familias unipersonales. Nos falta la red del “nosotros”, sabernos y sentirnos unos a otros.
2. Las enfermedades mentales
Porque la adaptación a una sociedad enferma significa enfermarse uno también. Hay que crear entornos sociales más aptos para una vida humana diversa.
3. Las adicciones derivadas de las nuevas tecnologías
El problema no son las bioneurotecnologías, sino el mal uso y el abuso que hacemos de ellas. Eso provoca el absentismo emocional (gente centrada en sí misma y aislada de lo que pasa a su alrededor y en el mundo). Hay que actuar urgentemente.
4. El compromiso gaseoso
Cada vez cuesta más que la gente se comprometa en un proyecto a medio o a largo plazo. No digamos si se trata de algo gratuito y solidario. Eso hace que todo se vuelva cada vez más incierto. Sin compromiso, aflora la inseguridad, los miedos, la ansiedad. La solidaridad se dificulta.
Todos estos retos conllevan sufrimiento y desequilibrio emocional en las personas, también en la sociedad. Las respuestas que estamos dando son respuestas reactivas, es decir, actuamos cuando ya ha estallado el problema, cuando es clave dar respuestas preventivas, que aunque no sean rápidas, son las más efectivas. En todos los retos expuestos, la mejor respuesta preventiva es la de educar, para que las nuevas generaciones conozcan mejor sus capacidades, habilidades, competencias y potencialidades, y aprendan a ponerlas en juego en las situaciones críticas que deberán encarar.
Eso significa una educación emocionalmente ecológica y ética, que trabaje no sólo el aspecto afectivo, sino también la dimensión ética y la cognitiva, facilitando un trabajo de equipo entre razón, emoción y acción. También quiere decir fomentar la responsabilidad personal en el cuidado de nuestra salud global, y especialmente emocional.
No debemos esperar que las iniciativas de salud emocional y mental vengan sólo de los gobiernos, ni dejar de cuidarnos pensando que cuando surja la enfermedad “ya nos cuidarán”. Por el contrario, en los nuevos tiempos que vivimos queda en evidencia, cada vez más, la necesidad de crear una red solidaria de apoyo mutuo que nos permita transitar la incerteza, confiando en que no estaremos solos, sea cual sea el escenario que nos toque vivir.
Salud emocional
«Los sentimientos que nos hacen mal, son los absurdos: el ansia de cosas imposibles precisamente porque son imposibles, la añoranza de lo que nunca existió, el deseo de lo que podía haber sido, la pena de no ser otro, la insatisfacción de la existencia del mundo. Todas estas tonalidades medias de la conciencia del alma crean en nosotros un paisaje adolorido, una eterna puesta de sol de lo que somos. Sentirnos se convierte en un campo desierto al oscurecer, tristes cañas al pie de un río sin bajeles, anocheciendo entre las orillas lejanas.» (Fernando Pessoa: Libro del desasosiego).
Cuando no vivimos centrados en el presente y cargamos con la mochila del pasado o el futuro, entramos en desequilibrio. Estos son filtros que hacen que fijemos la atención en lo que no podemos cambiar, y nos llevan a dedicarles tiempo y energías: ilusamente querríamos retroceder en el tiempo, cambiar lo que pasó, cambiar a una persona o anticipar lo que vendrá. A veces también nos alimentamos de sueños de futuro. Aunque soñar es bueno para el alma, deja de serlo cuando nos perdemos el presente y nos limitamos a desear algo sin trabajar para que se realice.
Tanto en un caso como en el otro, perdemos mucha energía y podemos terminar rodeados de paisajes emocionales doloridos y tristes. Vivir en el presente, no para el presente, con atención plena y sentido, es clave para una buena salud emocional. Otro aspecto: la salud emocional no se logra si dejamos de cuidar los otros cuerpos que también nos constituyen: cuerpo físico, cuerpo psíquico, cuerpo relacional y cuerpo espiritual. Todos ellos están estrechamente relacionados y se afectan mutuamente. La salud emocional se consigue a base de abrirnos a nosotros mismos, a los demás y al entorno, buscando el equilibrio entre estos tres aspectos que deberían alimentarse a la vez.
Porque somos sistemas abiertos de energía, seres espirituales que necesitamos intercambiar no solamente ideas y conceptos, sino también sentimientos, emociones y vivencias. Debemos dar salida a lo que llevamos dentro, pasar a la acción y aprender a confiar en la vida. Es importante que nos permitamos abrirnos, fluir, darnos generosamente a los demás.
La salud según Ecología Emocional y el Dr. Jordi Gol
Desde el modelo Ecología Emocional hemos tomado la definición de salud que acuñó el Dr. Jordi Gol. Démonos cuenta de que es una definición muy actual y que abarca de una forma muy clara los elementos que debemos cultivar para cuidar la salud emocional.
Dice así: «Salud es una forma de vida autónoma, solidaria y gozosa». Estos tres rasgos corresponden a tres de los ejes necesarios para convertirnos en personas CAPA2 (Creativas, amorosas, pacíficas, autónomas). Para estar sanos hemos de trabajar la autonomía personal, que no quiere decir ni individualismo ni egoísmo. Quiere decir aprender a crecer con la vida, ganando territorios tanto a nivel intelectual como emocional, relacional, físico y funcional. La persona emocionalmente sana es alguien, a pesar de la incertidumbre del vivir, es capaz de continuar avanzando; a pesar del miedo, no permite que éste dirija su vida y trabaja por construir confianza.
Para estar sanos hemos de vivir solidariamente. Eso quiere decir cultivar los vínculos y hacer presente el amor en nuestra vida. Y hacerlo presente quiere decir actuar en la dirección que nos marca la bondad, quiere decir interesarnos activamente por los otros, quiere decir ser solidarios.
La solidaridad es la mejor práctica de la generosidad. Solidaridad no sólo en cuanto a compartir los recursos de modo equitativo, sino también solidaridad acompañando en momentos de sufrimiento y finitud. Eso implica activar nuestra capacidad de empatía, de ternura y de compasión. Para estar sanos hemos de hacer presente el gozo y la alegría en nuestra vida. La alegría y toda su familia emocional llevan el mensaje de que vivimos de acuerdo con nuestro ser y sentido de vida, conectados con nuestra creatividad y desplegando nuestras capacidades latentes. Una persona alegre está emocionalmente sana. Y la alegría es un sentimiento que surge cuando tomamos conciencia del don que supone la vida. De esta íntima alegría surge la gratitud. Nos quedaría fuera de la definición del doctor Jordi Gol el practicar la cultura de la paz. Así y todo, si se practican los tres caminos mencionados anteriormente, seguro que ya se está cultivando la paz en la propia vida, y además, generando paz allí donde va. La paz, como todo clima emocional, es la consecuencia de como uno gestiona sus territorios interiores y exteriores, a qué tipos de energías emocionales se conecta y cómo les da salida, cómo cuida sus vínculos.
Que no se oxide nuestro corazón
«Si adoptamos la perspectiva creativa y proactiva, sabremos y haremos lo que debemos hacer.» Marylin Ferguson
Estamos invadidos de máquinas. Apretamos un botón y tenemos el mundo a nuestro alcance, pero seguimos más tristes y solos que nunca, y no se calma la sed de nuestro corazón. Procuremos que no se oxide como hierros sin destino. Procuremos que no se endurezca el trabajo o el egoísmo, la soledad o el odio. Procuremos que siga palpitando siempre, junto a otro corazón. La vida es como ir en bicicleta, uno se cae cuando deja de pedalear. Si la función hace el órgano, dicen en medicina, el buen cuidado de nuestra salud psicoafectiva será posible si aprendemos a entender el valor de nuestras emociones y sentimientos, y a darles salida pasando a la acción amorosa, generosa y solidaria hacia nosotros mismos, los demás y el mundo.
Maria Mercé CONANGLA
Psicóloga y fundadora de Ecología Emocional
Barcelona, junio 2022
(Artículo publicado en RE Català núm. 110, Abril 2022).