A menudo cuando estamos estresados percibimos la realidad de manera desenfocada y no deja centrarnos en lo que realmente es significativo hacer.
Una cierta cantidad de estrés, el eustrés, es buena porque permite estar activos, hacer cosas… Lo que pasa es que cuando esta potencia es desmesurada nos sentimos abrumados y agotados, y nos preguntamos: «Cuando mi vida se llena de estrés, ¿qué estrategias puedo usar?».
Ofrezco cinco pautas muy prácticas que pueden ser útiles para reducir nuestro estrés:
La primera es la biología: Cuando queremos reducir el estrés debemos tener presente que tenemos un cuerpo que tiene su dinámica, su normativa y debemos cuidarlo para tener menos estrés. Los estudios científicos dicen que dormir un mínimo de siete horas facilita no tener estrés, y las personas que duermen menos tienen una tendencia a no descansar bien y, a menudo, nuestra mente no funciona como debería funcionar. Por eso, hay que vigilar con la dieta física y psicológica, es decir, no mirar la televisión, las telenovelas, un thriller justo antes de dormir, porque lo último que entra en nuestra mente es lo que marca nuestro sueño.
También es importante la respiración, ya que calma la mente y el cuerpo. Cuando respiramos con calma y profundamente, automáticamente nuestra mente se calma. Esta evidencia científica es muy útil enseñarla incluso a los niños.
Otro elemento importante es la naturaleza y lo que se llama «baños de bosque», es decir, tener contacto con la naturaleza, ya que esto equilibra nuestra biología. Además, hacer deporte suave, tener cada día un rato de movimiento, tener una alimentación sana: comer preferentemente fruta, y verdura y mantener relaciones humanas cercanas y gozosas.
La segunda estrategia es reeducar la mente: Para gestionar nuestro estrés es importante gobernar la propia mente. El estrés es una tensión que sentimos dentro nuestro. ¿Cuál es el origen de lo que yo siento? ¿El origen de todos mis sentimientos? ¿De dónde han aparecido? Mientras no sepamos cómo funcionamos por dentro, difícilmente podremos gobernar nuestro interior. Y lo más importante para poder tener una vida significativa es que yo mande dentro de mí. Es decir, gobernar lo que siento, lo que he decidido ser, lo que genera la atmósfera emocional y sentimental. Todo lo que yo siento nace de lo que yo pienso, tiene que ver con mis voces interiores. Si nos hubieran enseñado a ser amigos de nuestras voces, podríamos estar feliz con nuestros pensamientos.
Para reeducar la mente hay que identificar los pensamientos y voces que tenemos, que nos maltratan: que juzgan, comparan… Esto significa que no te aceptas tal y como eres, que no te quieres. Identificarlos y no fusionarnos con ellos, es decir, no luchar contra ellos porque entonces crecen. No hacerles caso. Abrazarlos desde un espacio de calma y reeducarlos para que me hablen diferente. Les das una forma nueva de relacionarte contigo, un nuevo idioma. Sustituir lo que te dicen por cosas que valgan la pena.
La tercera estrategia es parar, respirar y mirar: Es necesario que te detengas un rato y tomar conciencia de ti mismo y mientras respiras te das cuenta de ti y que «yo» estoy mirando, «yo» estoy aquí, ese «yo» que está inmóvil y siempre es idéntico. Cuando nos paramos llegamos a tocar el fondo del ser humano. Esto lo puedes hacer en cualquier momento y lugar, buscar tu fondo y allí hay un espacio de calma que va mucho más allá del estrés.
La cuarta es la higiene emocional: Cada día hacemos una higiene física, pero a lo largo del día también nos cargamos emocionalmente y tenemos que tener un espacio para dejar ir las tensiones. Hay una serie de actividades que dejan ir estas tensiones emocionales con la voz y con el cuerpo. Buscar un entorno seguro y un sistema sencillo como la piscina, bailar, cantar, gritar, pero hay que mover el cuerpo para no tensarse.
La quinta y última estrategia es actuar desde los valores: El primer paso es descubrir los propios valores y una forma bastante razonable de hacerlo es en acción, en cosas que ya hago, no en aquellas que me gustaría hacer. Nosotros vivimos exactamente la cantidad de amor que somos capaces de movilizar, es decir, yo no puedo vivir el amor que tú me tienes, sino el amor que yo te tengo a ti. Y visto desde esta perspectiva, debemos descubrir nuestros valores para actuar desde ellos y nuestra vida se llenará de autoestima porque nos sentiremos valiosos, es decir, la autoestima aparece como una consecuencia natural. Una vez descubiertos los valores, actuar sólo dentro de tu realidad.
Todo este recorrido invita a hacer las cosas sin obligación, lo hacemos porque lo hemos decidido.
Daniel GABARRÓ
Maestro y psicopedagogo
Publicado originalmente en RE catalán núm. 107