Nuestra avanzada sociedad digital está pasando por un momento convulso, no sólo a causa de las consecuencias de la pandemia y la actual crisis energética por la guerra en Ucrania, sino también por la polarización de las opiniones en todos los campos. Tanto en el político —con los improperios cruzados entre representantes de distintos partidos— como en el religioso, con los «haters» agresivos contra quien piensa distinto, como en el de la salud, a causa de las vacunas, o el deportivo, que a veces suscita auténticas batallas campales.
Una sociedad tecnificada, sí, avanzada en muchos aspectos, pero donde escasea el elemento básico que humaniza todas las relaciones: la actitud de respeto, que permite la convivencia social entre personas que, por su naturaleza, son y serán siempre distintas.
El avance de las democracias está basado justamente en esta actitud, previa a la amistad y el amor, sustrato de todos los derechos humanos: el respeto de toda persona.
¿Y qué es el respeto?
Es reconocer en el otro su dignidad individual como «otro yo», con sus características propias y su valor en sí mismo. Es reconocer en todo ser humano a un «hermano en la existencia», con la misma dignidad que yo me atribuyo.
El respeto implica tratar a los demás como uno mismo querría ser tratado y reconocido.
Ésta es una condición necesaria para cualquier relación humana digna de tal nombre. Es una clave imprescindible para la gobernabilidad de las sociedades, más o menos avanzadas.
El aprendizaje del respeto se realiza con la «construcción de la alteridad», cuando los niños ya han cimentado su propia identidad individual (en torno a los 3 años) y a partir de ahí empiezan a descubrir de manera más consciente la existencia de «otros». Si se les educa para descubrir a esas personas como «otros yo», con similares necesidades, y a relacionarse con ellas con respeto, podrán ir estableciendo relaciones sanas y a asumir las diferencias individuales como lo que son: naturales.
El respeto, como todos los valores, se enseña únicamente con el ejemplo. Las palabras vienen después. Si alguien no ha sido tratado con respeto, no sabrá cómo se respeta a otros.
Es imprescindible impulsar olas de respeto en nuestra sociedad a través de personas conocidas y famosas que traten respetuosamente a quienes piensan distinto, con políticos que muestren cómo se dialoga con todo tipo de adversarios sin que el desacuerdo lleve al desprecio o la agresividad.
Nos urge una buena dosis de respeto en todos los campos.
Por eso, desde aquí va un buen deseo para este final del año 2022 y las fiestas navideñas: regalar respeto a todas las personas, que son dignas de aprecio por el hecho de que existen realmente.
Diciembre del 2022