De alguna forma lo que estamos viviendo, tanto a nivel individual como a escala planetaria, nos invita a conectar con nuestros orígenes como especie. También a proyectarnos para una sobrevivencia de más calidad en el futuro. Me explico: numeros@s investigador@s han puesto de manifiesto que el Homo Sapiens nacimos como especie hace unos 200.000 años en el Valle del Rift Africano y no fue hasta hace más de 60.000 años que nuestros antepasados, impulsados sobre todo por cambios en las condiciones externas y climáticas, iniciamos un éxodo que, partiendo de nuestro primer hogar, pasando por la Península Arábiga hacia Eurasia nos permitió, en varias dispersiones, expandirnos como humanidad, habitar todos los continentes y hacer del planeta entero nuestra casa.
Como señala Lewis Dartnell, sólo una especie sobre quince especies de homínidos diferentes, sobrevivimos a este “viaje hacia afuera” (que es lo que etimológicamente significa Éxodo). Al parecer, nuestra sobrevivencia más allá de los Neandertales o Denisovanos que vivían en Eurasia, no tiene que ver con la violencia contra esas otras especies sino, más bien, con que disponíamos de capacidades lingüísticas superiores, habilidades superiores para la creación y utilización de utensilios más eficaces, recursos para la coordinación social e innovación mucho mejores, una mejor adaptabilidad a las constantes fluctuaciones climáticas del Rift Africano (seco/húmedo y frio/calor), así como una utilización de la inteligencia integral -más allá de los instintos- experimentando constantes evoluciones en grupos sociales con comportamiento cooperativo. Dartnell concluye, integrando conocimiento de much@s investigador@s, que donde estamos y lo que somos es el resultado, en buena medida, de nuestro entorno.
¿Cuál es nuestro entorno inmediato y extenso este año? Aunque lo estamos viviendo en propia piel seguramente necesitaremos aún muchos silencios y palabras para tomar conciencia de lo que estamos experimentando a diferentes niveles. La pandemia -con alrededor de 57 millones de personas infectadas, y casi 1 millón y medio de víctimas mortales reconocidas, y millones de familias directa e indirectamente afectadas en todo el globo; ha puesto en evidencia muchos aspectos, tanto a nivel individual, como familiar, como de barrio, de país y de planeta, profundizando las desigualdades, vulnerabilidades e injusticias preexistentes.
Como he señalado en escritos anteriores la enfermedad representa una pérdida de equilibrio, un protegerse en casa o en el hospital postrados en posición horizontal, perdiendo la verticalidad conquistada por nuestro antecesor Homo Erectus. Y la obligada horizontalidad representa una oportunidad y reto para recomponernos, para aplicar re-medios que permitan reequilibrarnos a todos los niveles y generar nuevas energías y aprendizajes que nos permitan volver a una nueva posición vertical que nos permita avanzar en un nuevo equilibrio dinámico. Ello es así, tanto a nivel individual como a nivel planetario. Los expertos sanitarios de diferentes lugares del planeta nos señalan que aun teniendo en cuenta la enorme cantidad de contagios por Covid19, la inmensa cantidad de víctimas mortales y enfermos con importantes secuelas en todo el Globo (y cómo ha afectado todo ello a sus familias, entornos sociales y laborales y sistemas económicos), el virus es de elevado contagio, pero con baja letalidad. Y éstos nos advierten y cuestionan si estamos preparados como humanidad para una pandemia por un virus a la vez intensamente contagioso y altamente letal. Como humanidad y a nivel planetario nunca antes habíamos experimentado lo que vivimos, ni un reto de futuro a todos los niveles.
Quizás es la primera oportunidad planetaria de invertir el viaje que un día iniciamos hace 60.000 años y como el salmón, nadar a contracorriente en dirección a nuestros orígenes, al río que nos vio a nacer. Nuevamente me explico: el entorno cambiante que nos impelió a un éxodo que nos permitió sobrevivir extendiéndonos; quizás nos impele actualmente a un ínodo, es decir, a una migración hacia adentro, una migración interior, tanto individual como planetaria. Quizás es una invitación -forzada- a la adaptación hacia adentro, hacia la re-agrupación, la re-concentración, la re-unión, mediante re-medios individuales y planetarios. Si seguimos igual, si no nos adaptamos, nuevos tsunamis, terremotos, magmas, tempestades, virus y pandemias nos empujaran nuevamente a la horizontalidad.
¿Qué rutas de migración hacia adentro podemos (debemos?) explorar? A nivel individual, algunas vías se dirigen a una alimentación más pura y ecológica (minimizando productos artificiales), con contacto con la naturaleza (como vías de medicatio -nuevo medio- para el cuerpo físico y mental), contemplación de lo bello; con silencio y música (como vías de meditatio -nuevo medio- para el ser); y con palabra comunicada de forma noviolenta, tanto de ideas, emociones y sentimientos, que permitan superar resentimientos y evolucionar como personas (como vías de mediatio -nuevo medio- para las relaciones sociales a todos los niveles).
Y migración interior a nivel planetario, una agrupación y reconcentración de recursos destinados a ofrecer alimentación y agua a los 7.500.000 de habitantes, destinados a educación (no sólo enseñanza) a niñ@s, jóvenes y adult@s, destinados a una distribución de recursos de forma equitativa y cooperativa, combinando la coordinación local y global, un redireccionamiento de los recursos destinados a la producción de armamento -como instrumentos poco eficaces para la sobrevivencia de la humanidad- hacia inversiones prioritarias eco-sociales equitativas (en el año 2019 el gasto militar mundial creció hasta los 1.917 billones de dólares, según datos del Stockholm International Peace Research); explorando iniciativas de inversión público-privada de recursos a nivel local y regional que reviertan la obsesión por el provecho ciegamente cuantitativo, combinado con la reconcentración y aumento de poder ejecutivo a nivel global, tanto de organismos existentes como la Organización Mundial de la Salud o de organismos necesarios como una Organización Ecológica Mundial, o la reconcentración equitativa de recursos con capacidades ejecutivas de la ONU sobre todos los países, en particular en relación al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que incluyen reestructuración y nuevas estructuras sociales, sanitarias, económicas y ecológicas a nivel global.
¿Qué hacemos en este nuevo Rift global en el que nos encontramos? … O seguimos igual (con sus posibles consecuencias ya apuntadas), o exploramos nuevas vías y territorios individuales y planetarios hacia adentro, que nos permitan evolucionar como seres, como especie y como planeta.
Jordi PALOU-LOVERDOS
Director de la Fundación Carta de la Paz dirigida a la ONU
Mediador y consultor en resolución pacífica de conflictos
Barcelona (España)
Diciembre de 2022