La República de Haití y la República Dominicana comparten la isla de Santo Domingo en el centro de El Caribe. La primera nació como Estado en 1804 luego de una guerra terrible contra Francia, la segunda logró su independencia en 1844 contra el dominio haitiano. En el caso dominicano la pérdida de su soberanía en 1861, por la anexión española, la llevó a enfrentar militarmente a la potencia ibérica, con ayuda de Haití, y lograr la restauración de su independencia en 1865.
Entre 1844 y 1856 gobernantes haitianos intentaron recuperar la parte este de la isla sin éxito. Luego de ese periodo no hubo otra expedición militar haitiana hacia la República Dominicana. Los dominicanos padecieron la ocupación española de 1861 al 1865 y las invasiones de Estados Unidos entre 1916 al 1924 y entre el 1965 al 1966.
La matanza ordenada por Trujillo en 1937 contra la población negra en la frontera norte, haitianos y dominicanos, es el hecho más terrible que ha marcado la historia reciente entre ambos lados de la frontera. Cuatro años después Trujillo desató una intensa campaña de antihaitianismo fruto de que el presidente de Haití, Elie Lescot, se negó a enviarle trabajadores haitianos a los campos de caña del dictador. Esa propaganda antihaitiana se mantuvo entre los sectores más radicales de su régimen y cuando es ajusticiado el tirano en 1961 los sectores militares y la extrema derecha dominicana mantuvieron en su discurso el rechazo a los haitianos.
Tres días antes del golpe de Estado contra Juan Bosch, en septiembre de 1963, ocurrió un incidente en que lucía que el ejército haitiano atacaba una población dominicana en la frontera. Pocas horas después se develó que un opositor a Duvalier, a la sazón dictador de Haití, llamado León Cantave, con la ayuda del ejercito dominicano y el respaldo de los Estados Unidos, pero ocultándolo al presidente Bosch, había atacado desde territorio dominicano a una población haitiana y la respuesta del ejército haitiano alcanzaba al pueblo dominicano de Dajabón. Una vez Bosch descubre el hecho pide respuestas a sus militares y ordena llevar el caso a la OEA, pero el golpe de Estado impidió que eso ocurriera.
Al iniciar la década de los 60 del siglo pasado el PBI de Haití y República eran semejantes, pero desde entonces el progreso económico de la sociedad dominicana se incrementó a tales niveles que un economista dominicano demostró hace pocos años que para la sociedad dominicana era más fácil alcanzar el nivel de la sociedad estadounidense que a la haitiana lograr llegar al desarrollo dominicano.
Durante todo el siglo XX la solicitud del Estado Dominicano y empresarios para importar mano de obra haitiana para el negocio de la caña se mantuvo, salvo el periodo de Lescot, y cuando el azúcar eclosionó en los años 80 del siglo pasado, los migrantes haitianos pasaron a la construcción, la actividad agrícola en fincas dominicanas, el comercio y hasta la industria hotelera. Actualmente la mano de obra haitiana representa más del 50% en algunas de las actividades económicas mencionadas.
Haití es el segundo socio comercial de la República Dominicana, representando más del 90% de beneficio para el lado dominicano del intercambio entre ambas naciones. La frontera, articulada en los mercados binacionales, representa millones de dólares anuales para beneficio de la población de ambos lados de esa zona.
La regularización y naturalización de los migrantes está bloqueada en parte por la decisión del Tribunal Constitucional dominicano que en el 2013 decidió dejar de reconocer la posibilidad de la nacionalidad a todos los emigrantes desde el 1929. El actual gobierno, heredero del liderazgo político de José Francisco Peña Gómez, haitiano de origen, ha sido cooptado por sectores de extrema derecha e impulsado procesos de persecución contra los migrantes con claras violaciones a los derechos humanos, como la búsqueda de mujeres haitianas embarazadas en los hospitales y su expulsión hacia Haití, algunas en proceso de parto.
El actual conflicto por la construcción de un canal del lado haitiano para obtener agua del Rio Masacre ha conducido al cierre de la frontera y un accionar permanente en los medios diplomáticos por parte del presidente dominicano pidiendo que se intervenga Haití debido al caos generado por las bandas que controlan Puerto Príncipe. Esto recrudece los sentimientos antihaitianos en la sociedad dominicana. Es un hecho que el gobierno dominicano no tiene del otro lado un interlocutor válido después del asesinato del presidente haitiano Jovenel Moïse en el 2021.
Voces diversas solicitan apaciguar los discursos de odio y la búsqueda de una solución a los migrantes haitianos en dominicana y abrir la frontera al comercio que está afectando a la población dominicana y haitiana. No existe solución para ambos pueblos, el dominicano y el haitiano, si no es por la vía del diálogo y la colaboración. El odio predicado por minorías de extrema derecha contra los haitianos debe ser enfrentado con la razón y respeto por la dignidad humana de todos. Apoyémonos en la grave pregunta de Antón de Montesinos en 1511 al defender a la población aborigen, aplicable hoy a la población haitiana: “¿Acaso no son seres humanos”.
David ÁLVAREZ MARTÍN
Filósofo
República Dominicana, Santo Domingo
Octubre de 2023
NOTA: El título de este artículo es el de la novela de Freddy Prestol Castillo, donde da testimonio del crimen de la matanza del 1937.